TORONTO - Los Golden State Warriors protagonizaron un ejercicio de supervivencia digno de un equipo campeón para superar una situación que parecía crítica y evitar el KO definitivo en unas finales de la NBA que parecen empeñadas en negarles su lugar preferente en la historia como dinastía ganadora. Su camino hacia el tercer anillo consecutivo, el cuarto en cinco años, se ha complicado por los percances físicos sufridos a lo largo de la serie por algunas de sus piezas principales -Kevin Durant, ausente por lesión desde las semifinales del Oeste, regresó ayer a la acción pero apenas duró doce minutos en cancha antes de sufrir una lesión de Aquiles que apunta a grave- y, sobre todo, porque delante ha encontrado a un rival magnífico, unos Toronto Raptors que, sin embargo, en la madrugada del martes dejaron escapar vivo a su rival. Siguen dominando la final por 3-2 -el sexto partido, de vuelta en Oakland, se jugará en la madrugada del jueves al viernes (3.00)-, pero la oportunidad perdida en el último duelo puede pesar como una losa a un grupo humano que busca dar el primer título a la franquicia canadiense.

Y es que los de Nick Nurse, con posesión de balón, dominaban el partido por 103-97 a menos de tres minutos del final, pero no fueron capaces de asestar el golpe de gracia a unos Warriors que acabaron saliendo a flote merced al 105-106 final. En ese tramo final de partido nada funcionó en las filas de los anfitriones, a los que se les hizo de noche en ataque con un Kyle Lowry especialmente errático en su toma de decisiones. Por contra, los Warriors se echaron en manos de su vieja guardia, de los Splash Brothers, para revolverse como mejor ha sabido hacer en los últimos años este equipo: a base de triples. Dos de Klay Thompson, que acabó con 26 puntos (7 de 13 desde la distancia de tres puntos), y otro de Stephen Curry, 31 (5 de 14), dieron la vuelta a la situación, dejando a su rival sin argumentos. Porque Toronto dispuso del último balón del partido, un ataque que valía por un título, pero la resolución fue nefasta. El plan canadiense consistía en jugarse la gloria con Kawhi Leonard, defendido por Thompson, pero la gran ayuda defensiva de Andre Iguodala le obligó a soltar la bola para Fred VanVleet. Con el reloj apretando, a este le sobró un bote antes de enviar su pase a Lowry, ya que cuando el base estuvo en disposición de lanzar el triple lateral más importante de su carrera ya tenía delante la mano de Draymond Green, que taponó su tiro.

La desgracia de Durant Mucho antes de verse contra las cuerdas con ese 103-97, los de Steve Kerr ya tuvieron que solucionar una situación complicada en lo emocional cuando Kevin Durant tuvo que dejar el partido en el arranque del segundo acto por una lesión en el tendón de Aquiles. De los 14 primeros minutos del choque, Durantula, en su estreno en las finales, había permanecido 12 en cancha, con once puntos anotados merced a su tres de tres en triples. Los Warriors mandaban en el luminoso y recordaban al equipo rumboso y multidisciplinar de meses atrás, pero el alero se lesionó en pleno crossover ante Serge Ibaka y tuvo que enfilar hacia el túnel de vestuarios -vergonzosos los gritos de euforia en primera instancia de parte de la grada-. Golden State no se resintió demasiado en el plano deportivo. De hecho fue poco a poco ampliando sus ventajas gracias a los buenos minutos de DeMarcus Cousins saliendo del banquillo y a los horribles porcentajes de su rival desde la larga distancia.

El duelo llegó a su ecuador con un 56-62 que dejaba abiertas todas las opciones, pero Toronto siguió desacertado, lo que hizo que los visitantes llegaran a acumular una renta de 14 puntos en el ecuador del tercer cuarto (63-77). Los de Kerr perdieron poco después a otro jugador, Kevon Looney, por culpa de la reproducción de sus problemas físicos, pero consiguieron llegar a los doce minutos finales por delante en el luminoso. Toronto iba poco a poco recuperando el terreno perdido y en el momento en el que Kawhi Leonard, bastante gris hasta ese momento, enlazó 12 puntos en apenas cuatro minutos de juego se produjo el sorpasso. Del 95-91 al 97-103 y cambio radical en las constantes vitales del choque. Los Warriors se asemejaban mucho a uno de esos boxeadores de los pesos pesados a punto de perder la verticalidad y besar la lona, pero encontraron mucho aire en un tiempo muerto pedido por Toronto cuando tenía todo a su favor para propinar el golpe definitivo. Ese parón sacó a los anfitriones de su estado de gracia, afinó las muñecas de Curry y Thompson y permitió a los Warriors protagonizar con éxito un ejercicio de supervivencia que les mantiene conectados a la lucha por el anillo. La madrugada del jueves al viernes afrontarán ante los suyos otro duelo a vida o muerte contra un rival que estos días tendrá que asimilar esa desagradable sensación de haber dejado escapar una oportunidad histórica, aunque aún disponga de dos balas en la recámara.