C afecito mañanero del viernes, que por ser el día que es siempre parece que sabe mejor. Ojeo la prensa deportiva y me sorprendo que independientemente del medio, todos los titulares del día tienen una palabra en común; ILUSIÓN. “Nos hace mucha ILUSIÓN ganar este torneo”. “Vamos a salir al campo con toda la ILUSIÓN del mundo”. “A ILUSIÓN no nos gana nadie?”. Titulares muy recurrentes en el mundo del deporte, donde se apela a la ILUSIÓN como estandarte para conseguir el objetivo pero sin ser conscientes de la carga emocional que conlleva. Oía el otro día, a raíz de la Copa del Rey de fútbol, que el FC Barcelona había perdido la ILUSIÓN por ganar, y no le falta razón a esta afirmación. Han perdido una final, sí, les han eliminado de una competición europea, cierto, pero han ganado una liga con una solvencia insultante y no se han permitido ni siquiera celebrarla como se merece; porque ya la han ganado más veces, porque no han conseguido el 100% de los objetivos, porque la manera de perder en Anfield ha pesado mucho? Cuando nos acostumbramos a algo, aunque sea bueno, perdemos por completo la perspectiva por lo que estábamos peleando. Y es que las personas somos así, tendentes a mal acostumbrarnos e infravalorar los logros porque se han convertido en una pura rutina. Estoy convencido, que perder la final es lo mejor que le ha podido pasar a este equipo, aunque necesiten un poco de tiempo y espacio para darse cuenta. El tiempo siempre tiene la virtud de ofrecernos una oportunidad en forma de perspectiva, y esto en la vida, es lo que nos ayuda a recomponernos y volver con más ILUSION y fuerza si cabe a la pelea. Y es que posiblemente sea la única forma de que puedan volver a valorar lo que cuesta conseguir los objetivos marcados. ¡Con lo que cuesta conseguir las cosas, por Dios! Es ahí, cuando una persona o colectivo es consciente de la dificultad, cuando empieza a brotar nuevamente la ILUSIÓN. La palabra ilusión viene del término latino ilusionis que significa engaño. La ilusión es por tanto un engaño porque nos lleva a creer en lo que no vemos, creer en lo que todavía no tenemos , pero que nos lleva a unir fuerzas e incluso emocionarnos de manera positiva con ello. Y es que la ILUSIÓN es una de las emociones positivas que más motivan a una persona, y además, es necesaria para ser feliz. Es un estado emocional positivo caracterizado por la combinación entre el deseo por conseguir un objetivo y la creencia de que dicho objetivo puede llegar a conseguirse. Se trata por lo tanto de una emoción que impulsa y motiva nuestras conductas y que está condicionada por dos elementos como son nuestras expectativas (la creencia de lo que va a ocurrir si llevamos a cabo determinados actos) y las atribuciones (la causa que atribuimos a las consecuencias que han seguido a nuestros actos). No perderla depende de buscar y encontrar la motivación personal (motivación intrínseca) y de las ofertas que nos propone el entorno (motivación extrínseca). De ahí la importancia de rodearnos de personas que transmiten ilusión, que ilusionan de verdad, sin fuegos de artificios, que tienen la capacidad de zarandear a las personas y colectivos con una mirada, con una palabra certera, o mejor aún, con actos. Estoy convencido de que la ILUSIÓN es mucho más que una emoción, para mi, es una capacidad, un motor que empuja y hace que nos sintamos vivos. Admiro a ese capitán o capitana que está ahí, no por longevidad, si no porque tiene esa capacidad para generar ILUSIÓN, para que el colectivo crea que sí se puede, y que con sus actos son un ejemplo y un faro para todo el equipo. Y lo mejor de todo, es que es una capacidad universal, que todos y todas tenemos, solamente hace falta que la entrenemos y generemos a diario entendiendo que es un elemento imprescindible para crecer como personas y colectivo. Porque lo más importante de la meta no es conseguirla, sino el camino recorrido, y ese camino solo es posible hacerlo con una compañera de viaje que hay que alimentar cada día; LA ILUSIÓN, así, con mayúsculas.