parís - En Willems a Hem, el penúltimo tramó de pavés, a las puertas de Roubaix, los adoquines parecen el paseo de la fama de Hollywood. Por allí vuelan en libertad, tras librarse del resto de candidatos, caídos en las pequeñas batallas que dan paso al esprint final en el velódromo, el veterano Philippe Gilbert (Deceuninck) y el joven aspirante Nils Politt (Katusha), un tallo de 1,92 metros y 80 kilos, todo potencia, aún algo descontrolada. Sin nadie que les incomode, con el alemán rodando casi siempre en cabeza, pecado de juventud, Gilbert tiene tiempo de mirar a un lado y otro lado de la carretera, donde se agolpan un sinfín de carteles en los que asoman los distintos ganadores de la París-Roubaix, el infierno del norte, donde claudicó Politt ante el viejo diablo. No se encontró el belga, por más que buscó y buscó. Fue después a colocarse foto. Sí lo hicieron otros, como Peter Sagan (Bora) o Greg van Avermaet (CCC), aunque a ellos se les atragantó la carrera en distintos tramos.
Gilbert tendrá que volver el próximo año, ya con 37 primaveras en sus piernas, para echar un vistazo a las ilustraciones que son parte del decorado de una carrera en la que ayer faltó la lluvia y el frío para convertirla aún en más épica. Podrá detenerse, buscarse con detenimiento e incluso tomar alguna fotografía. Eso, salvo que como este año, en su tercera participación en la clásica, no le dé por estar en la pelea por ganar.
“Cuando cambié de equipo la última vez -en 2017 fichó por la estructura del Quick-Step tras cinco años en el BMC- me propuse cambiar de carreras”, desveló tras cruzar la línea de meta. Se olvidó de las puntiagudas clásicas de las Ardenas para centrarse en las pruebas de pavés. Ayer se llevó uno, el más preciado, el de ganador de la París-Roubaix, a su extensa colección. En ella figuran otros tres monumentos: Tour de Flandes (2017), Lieja-Bastoña-Lieja (2011) y Giro de Lombardía (2009 y 2010). Solo le falta la Milán-San Remo para completar los cinco. Su triunfo en el histórico velódromo fue fruto de su valentía. Roubaix no es lugar para los temerosos. No lo fue Politt, siempre de cara, pese a sus limitaciones en el esprint. Tampoco lo fueron Van Avermaet ni Sagan, a quienes la carrera les sobrepasó. Toda una sorpresa. El belga se quedó sin opciones demasiado pronto, cuando a 70 kilómetros de meta se dispararon las hostilidades. Ahí lo probó Politt, a cuya rueda salieron Gilbert y Lampaert (Deceuninck), Sagan, Vanmarcke (Education First), Cortina (Bahrain) y Van Aert (LottoNL). Una inoportuna avería mecánica eliminó al asturiano, como después le sucedería a Vanmarcke cuando solo restaban un puñado de kilómetros para la meta. Para entonces, el gran campeón de ciclocross había perdido la rueda del grupo, castigado por una caída y alguna que otra avería.
Del mítico Carrefour de l’Abre salieron Sagan, Gilbert, Lampaert, Politt y Vanmarcke de la mano pese al primer demarraje de Gilbert, al que respondió sobrado el eslovaco. La carrera apuntaba a un cara a cara entre Sagan y Gilbert, con Lampaert como segunda baza del Deceuninck... hasta que un ataque de Politt a menos de 15 kilómetros para el final dinamitó la prueba. Solo el veterano belga pudo seguirle la rueda. A Sagan le flaquearon las fuerzas tanto que ni siquiera pudo pelear por la cuarta plaza. Mientras el ganador de 2018 rodaba alicaído por el velódromo de Roubaix, Gilbert festejaba su primera victoria tras imponerse con facilidad a Politt en el esprint. Al belga solo le falta conquistar San Remo.