Auno se le ocurren pocas cosas más complicadas que dar con un brasileño al que no le guste el fútbol. Es un tópico, pero tiene mucho de realidad. No obstante, es el país que históricamente ha dominado el deporte rey, pues su selección de fútbol masculina es la única que ha conquistado cinco Mundiales. Eso sí, hay que remontarse hasta el ya lejano año 2002 para dar con su último título. Entonces, Nicolas Sessler (Sao Paulo, Brasil, 29-IV-1994) era un joven de ocho años recién cumplidos para el que el fútbol no era más que un pasatiempo. Lo practicaba casi por compromiso, porque sus amigos, como muchos otros niños, pasaban horas y horas golpeando el balón de un lado a otro. A él le atraía más el ciclismo, un deporte sin apenas arraigo en su país, pero que le cautivó desde muy joven. “Comencé a practicarlo con diez u once años. Salía a andar en bicicleta con mis amigos y me gustó”. Un brasileño atípico. No lo oculta. “Soy un brasileño de pelo rubio, ojos azules, al que no le gusta el fútbol y que no sabe bailar samba”. Tan atípico, que es el único que compite en la élite.
El posible que Sessles rompa con todos los clichés que lejos de las fronteras de Brasil se entienden que deberían ser los gustos de un joven de su edad. Pero el ciclista del Burgos-BH, en el que cumple su segunda temporada, siempre lo ha tenido claro: “A mí me gustaba el mountain bike. En juveniles empecé a disputar carreras fuera de casa y no se me daba mal”. En su palmarés figuran un par de podios en la Copa del Mundo de categoría juvenil y un séptimo puesto en el Mundial de la categoría. “No se me daba mal. Bastante mejor que el fútbol, para el que nunca he tenido talento”, bromea.
En Arrigorriaga, el sol se hace un hueco entre las nubes después de la lluviosa jornada del jueves y Nicolas Sessler sonríe. Le gusta el buen tiempo, por eso a principios de año decidió dejar atrás el frío de Burgos y buscó refugio en Valencia, donde comparte piso con Sergio Higuita, el colombiano de la Fundación Euskadi. “El invierno pasado se me hizo largo”, relata. No tanto como la soledad que en ocasiones le ha tocado llevar de la mejor manera posible. “No tengo a nadie que me guíe por el camino que hay que seguir. Me he tenido que buscar un poco la vida, pero me he encontrado con mucha gente que me arropa y me ayuda”, sostiene el corredor del Burgos-BH. Entre ellos, cómo no, sus padres, quienes le apoyan en todas sus decisiones desde la distancia, todo un océano. “Ellos me apoyan en todo y eso me ha dado mucha seguridad para salir de la zona de confort”.
Habla de Brasil, donde comenzó a dar sus primeras pedaladas y creció hasta llegar a la universidad. Allí inició los estudios de Administración y Economía, pero no se olvidó de la bicicleta. Pese a su juventud, es muy consciente de que su carrera como profesional será limitada. Compatibilizó su pasión y los estudios incluso cuando un equipo belga le abrió las puertas de Europa en 2013. No se lo pensó demasiado. Cogió las maletas y emprendió un camino de ida en el que aún sigue inmerso.
VIDA NUEVA “El ciclismo no es una realidad en Brasil. Apenas hay carreras, equipos? Aunque cada vez hay más afición y la gente lo practica más, si quería seguir adelante con mi carrera deportiva tenía que salir de allí”, relata Sessler. En Bélgica disfrutó de la pasión y el calor de su afición, de la que habla maravillas, como de la vasca, y vivió su transformación como corredor de mountain bike a la carretera. “El equipo en el que estaba no sabía si iba a poder seguir y mi preparador me dijo que probara a correr en carretera. Me gustó. Fiché por un equipo belga de categoría sub’23 y disputé la Vuelta a Bidasoa”. Ahí comenzó su idilio con Euskadi, que terminó por concretarse cuando en 2017 fichó por el Lizarte.
Su paso por el conjunto navarro, aunque breve, de solo un año de duración, le permitió dar el salto al pelotón profesional de la mano del Burgos-BH. Recuerda su etapa en el Lizarte como una gran experiencia y no puede evitar referirse a Juanjo Oroz, quien fuera su director. “Él me ayudó mucho y me enseñó muchas cosas que me han marcado. Su opinión es muy válida y le respeto mucho”, apunta Sessler, que creció con el francés Julien Absalon y el catalán José Antonio Hermida, dos destacados mountain bikers, como referentes.
En la Itzulia, en la que ocupa la última posición en la clasificación general, está viviendo su primera experiencia en una carrera WorldTour. “Se va muy rápido”, asegura, aunque poco o nada le preocupa ocupar el vagón de cola. “No me importa. Se trata de aprender, no de ocupar una posición u otra. Es un deporte de equipo en el que tienes que hacer tu trabajo y que el equipo esté contento con ello, aunque sea en detrimento de tu resultado final”. No abandonó ese último puesto tras la rápida etapa de ayer camino de Arrate, ganar es cosa de otros. Él, Sessler, es un brasileño atípico.