Situación: café mañanero tras dejar a mis hijos e hijas en el colegio, uno de los mejores momentos del día? Café sin prensa no es lo mismo, por lo que cojo el primer diario que tengo a mano. Inevitablemente, pero de manera muy consciente, abro el mismo por la sección de Deportes y el primer titular que leo es: “Fracaso estrepitoso del equipo?.”. Paso hoja y el siguiente titular: “Deportista olímpico, al borde de fracasar”. Genial, ya tengo artículo. Fracaso, Fracasar, Fracasado/a... Posiblemente una de las palabras más socorridas en los medios de comunicación de nuestro país para poder enjuiciar y hacer daño porque, como en muchas otras cosas, hasta en esto somos diferentes. Vivimos en una sociedad, la nuestra, la que estamos creando entre todos y todas, donde el fracaso es una manera de estigmatizar, es un motivo más para señalar con el dedo de manera inquisitiva y obviando, como en otros países, que el fracaso es un claro síntoma de evolución. Ahí, fuera de nuestras fronteras, conciben el fracaso como un escalón más para alcanzar el éxito, como el mejor aprendizaje para poder llegar a la meta, como una parte esencial del camino. Aquí no. Aquí el fracaso es una involución y un aliciente más para crecer a costa del que se está hundiendo y si podemos hacer un poco de sangre con el tema, mejor que mejor. Y lo que más me preocupa es que no estamos preparados para fracasar. Nadie nos ha dotado de herramientas para enfrentarnos a situaciones donde vamos a tener que gestionar momentos complicados. Los y las entrenadoras, de élite y de base, profesorado, madres y padres, no somos conscientes de la importancia que tiene dedicar tiempo y esfuerzo en adquirir y compartir esas herramientas que nos permitan mirar al fracaso a los ojos y tener la capacidad de darle la vuelta. Pero claro, para esto no hay tiempo, y no lo hay porque no hemos tomado conciencia real de la importancia que verdaderamente tiene. Seguimos manteniendo la creencia que es preferible dedicar las horas de entrenamiento a trabajar el aspecto físico y táctico o las horas lectivas de clase a cumplir con el curriculum de materias, despreciando el aspecto emocional y vital de la persona, que por supuesto también requiere de entrenamiento y mucho. Este miedo al fracaso y todas las consecuencias sociales y personales que conlleva es el que nos impide, limita, bloquea y hace que no demos un paso al frente, que no podamos dar lo mejor de cada uno/a, que no disfrutemos al máximo de lo que hacemos? E irremediablemente, en muchas ocasiones, nos devuelve al punto de partida. Este miedo es el que nos lleva al escenario del “Lo voy a intentar”. Soy de los que piensa, quizá desde un prisma excesivamente romántico, erróneo y equivocado, que las cosas no se intentan, se hacen o no se hacen, porque el mero hecho de intentarlo ya nos está restando fuerza y nos esta dando argumentos para justificar un posible fracaso. El fracaso duele, y quien diga que no es que nunca ha fracasado. Cualquier fracaso deportivo, empresarial o amoroso duele y mucho. Pero con herramientas, podemos convertir ese dolor en un aprendizaje con un valor incalculable a medio plazo. Flagelaciones las justas y necesarias.

Pregúntate qué puedes hacer tú con esto y cómo te va a servir para tirar hacia delante. Podríamos debatir mucho sobre qué entendemos cada uno por éxito o fracaso, dónde está la delgada línea roja que los separa y qué es lo que hacemos cada uno de nosotros cuando triunfamos o cuando fracasamos. El fracaso no es la alternativa al éxito. Es algo que debe evadirse, pero es sólo un pequeño obstáculo en un camino muy largo. Todos y todas nos enfrentamos al fracaso de una forma u otra, lo que realmente importa es cómo reaccionamos y aprendemos de éste. Tenemos mucho por hacer, que no intentar, así que amigo y amiga lectora, que el miedo no nos impida triunfar y fracasar porque si de algo estoy seguro es de que el fracaso es parte del éxito. “No juzguemos a la gente por sus éxitos, juzguémosla por las veces que se cayeron y se volvieron a levantar” (Nelson Mandela).

* Socio de Sport&Play