No miren hacia abajo, hacia el averno, que produce tortícolis (¿por qué siempre pronuncio tortículis?). Háganlo hacia arriba, hacia las alturas, que también produce tortícolis pero es más gratificante. Allí podrán encontrar a King Kong debatiéndose entre la vida y la muerte, en las alturas del Empire State, en su lucha legendaria en blanco y negro ante las avionetas asesinas en la película de 1933. Allí arriba, en lo más alto, donde vivía Tkachenko (cómo ha cambiado el baloncesto) habita felizmente instalado en un apartamento con vistas al paraíso celestial el Glorioso, gloriosamente perseguidor del dúo hors categorie (como dicen ahora los puritanos del Tour de Francia). Ahí arriba, junto a King Kong, sueña con la gloria nuestro Deportivo Alavés. De hecho, eché en falta a Ibai Gómez y a Wakaso en la Gala The Best. Al primero por sus chicharros y al segundo por su encomiable trabajo y por sus looks, que no tendrían desperdicio?

Ahí arriba, junto al Glorioso y al peludo y entrañable gorila tiene alquilado su chamizo desde hace más de 40 años el añorado payaso Fofó. Vine al mundo cuando la saga de los Aragón hacía disfrutar a millones de niños aún en blanco y negro, cuando Gaby emergía saxofón en ristre y Fofó sentaba sus reales en una silla, agarraba un imaginario volante y entonaba En el auto de papá.... Flipaba con la orquesta en directo, con el director volviendo su cabeza para acompasar el ritmo de las benditas chuminadas de los payasos con los sones interpretados por sus músicos. Siempre se sucedía un concurso, con críos ingenuos que se pringaban de harina y conseguían hasta una bicicleta. ¡Una bicicleta! Vaya tiempos? Actuaban malabaristas, acróbatas, perros más inteligentes que el adiestrador? Y al final llegaba la canción, míticas cantinelas que hoy en día seguimos entonando con cuatro marianitos de más. Una hepatitis nos arrebató de forma temprana, en 1976, al gran Alfonso Aragón, como en 1933 ocurriera gracias a la dirección de Merian Cooper con el indefenso King Kong.

El monstruo peludo queda en el recuerdo de la gran pantalla, mientras que el mítico Fofó guarda como reconocimiento calles con su nombre en Getafe, Roquetas de Mar y Madrid, precisamente en el barrio de Vallecas. Allí, honrando su memoria, en la cuna de la bendita Cristina Pedroche, se alzan los muros de uno de esos campos míticos de la historia del fútbol español. Vallecas fue construido en pleno apogeo de la magia de Fofó, en 1973, en el mismo solar que en 1930 el Racing de Madrid levantara su antiguo estadio. Su inauguración, un 5 de junio de 1976, a las 12.00 del mediodía, contó con la presencia del ministro secretario general del Movimiento, un tal Adolfo Suárez. Ahí es nada.

En 1992, el matrimonio Ruiz Mateos y sus hijos clones se hicieron con la propiedad de la entidad, convirtiéndose dos años después Teresa Rivero en la primera mujer presidenta de un club en Primera División. Diez años más tarde, y hasta 2011, el campo llevó su nombre y apellido. Lo que nunca ha cambiado es que una de las tres calles que rodean al campo recuerde a un mito como Fofó. La primera vez que acudí al estadio de la calle del payaso Fofó lo hice como redactor de deportes del recordado (por lo menos por mí) El Periódico de Álava. Fue un domingo de carnaval y allí me desplacé, con las uñas aún pintadas, en compañía de mi entonces novia para presenciar un Rayo Vallecano vs. Deportivo Alavés. Fue un 5 de marzo de 2000 y Óscar Téllez nos sacó del letargo matinal y del dolor de cabeza gracias a un cabezazo. Tres puntos y de vuelta a la redacción en Vitoria aún resacoso. Si hoy en día le digo a mi mujer que me acompañe a Vallecas a ver un partido, las risas se oirían en estéreo. Luego llegó la eliminatoria de la histórica UEFA también ante los vallecanos, los descensos, los sufrimientos, el ínclito Tiriti, el Jaenazo, la vuelta a los altares, el Gironazo?

El pasado sábado, el feudo de la calle del payaso Fofó volvió a concedernos otro hito para la historia. Mejor arranque liguero y tercer puesto provisional. Los puntos del Glorioso aumentan como la factura de la luz, en un arranque de campaña más que luminoso. Será el recuerdo del payaso Fofó, pero si me preguntan “¿cómo están ustedes?”, les contestaré “¡cojonudamente!”. Va por Fofó, por King Kong y por los marianitos resacosos.