La posible exportación de LaLiga a Estados Unidos es uno de los temas centrales de las últimas semanas. Las trincheras están bien definidas desde hace tiempo. En un lado, Tebas y sus socios, y en el otro los autoproclamados defensores del fútbol y sus valores. Los que se piensan la voz del aficionado y elegidos por la historia para salvar este deporte de las garras del mercantilismo. Todavía hay necios en 2018 que se piensan que esto no es un negocio y una fuente de entretenimiento. No todo el fútbol es negocio, ojo. El Ariznabarra y su campo que da pena verlo no es negocio. Pero nadie, o muy pocos, protestan por ello. Los formadores que no cobran por entrenar no es negocio. Y no hay huelgas por ello. Hasta el Alavés B, al que van a verlo 400 (?) personas no es business. Y van de albiazul y llevan el escudo, pero van a verlos padres, amigos, novias y grupis. Lo que pasa en Mendi cada dos semanas es afición, es sentimiento, es pasión, es de padres a hijos. Pero es negocio. Todos los chicos que están en el campo, desde Manu a Brasanac, juegan por dinero. Esto no es una crítica, ojo. Yo escribo estos artículos por dinero también. Y si se puede pagar a todos esos chicos, desde Manu a Brasanac, que juegan por dinero, no es por las cuotas de abonados. Es principalmente porque hay televisiones que pagan al Alavés 40 millones de euros. El Alavés es igual de negocio que el Real Madrid o el Barcelona. La única diferencia es la cuota de mercado. Hay empresas de móviles que son Apple y otras que son BQ pero todas tienen que cuadrar sus números a final de curso.