Hoy será presentado Diego Armando Maradona como nuevo entrenador de los Dorados de Culiacán, un equipo de la división de Ascenso de México, clasificado en la decimotercera posición entre quince equipos, que solo ha metido dos goles en seis partidos y que acaba de despedir a Francisco Ramírez. En consecuencia el Gran Pez, como se le conoce en el fútbol mexicano al equipo representativo de Sinaloa, un estado enclavado junto al golfo de California, ha decidido confiar en el (posiblemente) peor entrenador del mundo para revertir su suerte, como si la fascinación que ejerce el legendario futbolista argentino, que alcanzó la gloria suprema precisamente en el Mundial de México 86, fuera argumento suficiente.
Maradona tampoco tardó demasiado en aceptar la oferta, cuyos términos aún no han transcendido, aunque sí lo ha hecho la mala uva que rezuma la perversa asociación de ideas entre la adicción a las drogas que en el pasado marcaron al Diez y la infame huella que en este territorio ha dejado el temible Cártel de Sinaloa.
El club, fundado en 2003, tenía hasta ahora como mejor efemérides haber sido el equipo donde acabó su carrera futbolística Pep Guardiola, y además bajo las órdenes de Juanma Lillo, que fue el entrenador del equipo entre 2005 y 2006, año en el que, curiosamente, el Gran Pez descendió descendió a segunda.
En 2013 el Grupo Caliente, un conglomerado de empresas que consigue sus mayores ingresos en los casinos y que controla a otro equipo, los Xolos de Tijuana, de Primera, se hicieron con el control de los Dorados de Culiacán. Y de ahí surgen las sombras, toda vez el dueño de este imperio es Jorge Hank Rhon, de 62 años. Fue alcalde de Tijuana y sobre él pesan acusaciones tan tenebrosas como ordenar el asesinato de periodistas y tener vínculos con el narcotráfico.
Lo cierto es que Maradona será presentado hoy con la encomienda de reactivar a un equipo a la deriva. Ahora bien, los antecedentes invitan a pensar precisamente todo lo contrario: los éxitos como entrenador del Pelusa brillan por su ausencia, ratificando que la condición de fenómeno del balompié no implica necesariamente docencia y sabiduría dirigiendo a un equipo de fútbol. Maradona es el ejemplo más palmario.
Su debut como técnico se produjo en 1994, en el Deportivo Mandiyú, aprovechando la sanción que le impuso la FIFA por dar positivo de efedrina durante el Mundial de Estados Unidos. Dirigió doce partidos, con un balance de un triunfo, seis empates y cinco derrotas y, visto lo visto, decidió dejar el club de Corrientes. El equipo descendió a segunda división.
golpe de efecto Al año siguiente, en 1995, se enroló en el Racing de Avellaneda. Su entonces presidente, Juan De Stéfano, quiso dar un golpe de efecto para conseguir la reelección abrazado al dios del fútbol argentino. Maradona dirigió 11 partidos y, eso sí, mejoró algo su estadística: dos victorias, seis empates y tres derrotas. De Stéfano perdió aquellos comicios y Maradona, “por lealtad”, se marchó. Y aún tuvo ocasión de recuperar su carrera futbolística, muy mediatizada por su adicción a las drogas, en su Bocca del alma. Finalmente el 25 de octubre de 1997, en el partido ante el eterno rival, el River Plate, el 10 disputó su último partido oficial, a punto de cumplir los 37 años.
Colgadas definitivamente las botas y tras una azarosa vida en los infiernos, luchando contra las drogas y el sobrepeso, aunque también con tragos de gloria como estrella televisiva, Maradona inicia realmente su carrera como entrenador en 2008. Fue entonces cuando se hizo cargo de la selección Albiceleste aprovechando la renuncia de Alfio Basile tras una derrota frente a Chile. Se puede decir que exigió el cargo dada su alcurnia y Julio Grondona, presidente de la AFA, capituló ante la Mano de Dios. Argentina pasó más apuros de los previstos en la fase de clasificación para el Mundial de Sudáfrica 2010, pero acudió formando parte de los favoritos al título. Argumentos había: Maradona al timón y Leo Messi, quien ya ejercía como el mejor jugador del planeta, en el campo. “Quiero ser campeón y tengo a Messi”, proclamó Maradona antes de estrellarse contra Alemania en cuartos de final (4-0) no si antes tomar decisiones que dejó patidifusos a los puristas del balompié. La Pulga no anotó ningún gol en el mundial africano y Maradona fue destituido días después, no sin antes lanzar sapos y culebras contra los dirigentes de la federación argentina.
el despido de yeste Casi un año después, en mayo de 2011, Diego Armando reapareció en modo exótico. Nada menos que para dirigir al Al Wasl de Dubai, y aunque el aliciente deportivo fuera nulo había un argumento muy seductor. Un salario de fábula: 34,5 millones de dólares por dos temporadas. Y allá se encontró con Fran Yeste, exjugador del Athletic, que también estaba allá por la pasta y además ejercía de figura. El mismo día de su presentación a Maradona no se le ocurrió otra cosa que decir: “Yeste es un gran jugador de fútbol, pero no quiero figuras en mi equipo...”, y mandó que le dieran el finiquito. Ojo clínico de gran entrenador, sin duda.
Un año después la directiva del club emiratí decidió despedir al técnico argentino harta de los malos resultados, no sin antes mantener otra acalorada disputa sobre la indemnización, un lío que terminó de forma peculiar, con Maradona reconvertido en capricho de jeque. Una especie de mascota bajo el solemne título de embajador deportivo de los Emiratos Árabes Unidos con derecho a mantener su mansión en Dubai, una vida de lujo y libertad para otro tipo de actividades, sobre todo relacionadas con la televisión.
Seis años tardó Maradona en retomar la carrera, en el Al Fujairah, un modesto equipo de la segunda división de los Emiratos que aspiraba lograr el ascenso bajo su ciencia, pero no hubo forma. Eso sí, se quedó en puertas, y para intentarlo de nuevo El Diego pidió que le cuadruplicaran el sueldo, lo cual colmó la paciencia de sus dirigentes.
Un mes después, Maradona dio otro golpe de efecto al convertirse en presidente honorífico del Dinamo Brest, club bielorruso que le recibió a modo de procesión, mostrándole por las calles subido a vehículo militar de 2,6 metros de altura. Le asignaron una mansión en Minsk, valorada en 18 millones de euros, que ni llegó a pisar.
Maradona no dudó demasiado cuando recibió la oferta de los Dorados. Con el Brest solo le vinculaba un precontrato hasta junio de 2021 y de su alucinante y efímera aventura bielorrusa le quedó el valioso anillo de diamantes que le regalaron.
Ahora Maradona vuelve para sanar a un equipo en crisis. ¿Seguro que es por eso? José Antonio Núñez, presidente del club, al menos admite que también y sobre todo es una “operación de mercadotecnia”. “Esperamos un impacto económico. En México no se habla de otra cosa”.