gstaad - En un día para la navegación, con el asfalto convertido en agua, un océano abajo supurando en la carretera y una cascada que irrumpía cruel desde las nubes, Christopher Juul Jensen (Mitchelton) eligió un avión para sobrevolar una travesía tremenda. Con el motor del coraje y la destreza kamikaze en el descenso del Saanenmöser (2ª) a solo nueve kilómetros de meta, en el que dejó boqueando a Peters, que le había laminado en el ascenso, se posó el danés con honores sobre el aeródromo de Gstaad, donde embocó la cuarta etapa de la Vuelta a Suiza en un día trenzado por la lluvia.
Jensen recorrió la gloria con las alas del entusiasmo y la habilidad necesaria para esquivar la tormenta del pelotón, que se quedó cortó en el cálculo. El triunfo de Jensen, en fuga desde el comienzo junto a otros cinco corredores que fue desgajando, tuvo esa pátina de lo inesperado, de lo extraño y, tal vez por ello, de lo bello. Jensen era todo felicidad cuando supo que se escurrió entre los dedos del gran grupo, que asomó un instante después en la explanada del aeródromo con las prisas apretándoles el esprint. Pero ni con esas pudieron rastrear a Jensen. El resto se quedó a las puertas, observando el enérgico despegue de Jensen. Matthews, Lampaert, Sagan y Colbrelli esprintaron tarde.
Entre los favoritos no hubo revuelo, a la espera de la jornada de hoy, con más altura. Mikel Landa, atento, se manejó con soltura en los puestos cabeceros. También mostró buenas piernas Omar Fraile, que cuida de Fuglsang. En la general todo continúa sin cambios, con el suizo Stefan Kung como líder a la espera de lo que depare la etapa de hoy con la ascensión final a Leukerbad (1ª; 14 km al 4,4%) tras previo paso por el Col du Pillon (1ª) y Montana (Especial). - C. Ortuzar