Bilbao - La final del Parejas se quedó en ruinas, todo piel y hueso, sin carne para agarrar, en los cuadros largos. Demasiado pronto. Se desangró Beñat Rezusta, sin confianza, en una tormenta perfecta, en la que Joseba Ezkurdia, todo jerarquía, todo ambición, se deslomó en los momentos clave, acertó y dio la oportunidad de lucirse a José Javier Zabaleta, que cubrió mucha cancha. La txapela se fue para Sakana desde el toque de corneta, en una procesión de dentelladas a la zurda del bergararra, dominador sin dominios, emperador sin imperio, rey al que le arrebataron la corona. Una mala tarde del guipuzcoano, de las pocas que se le recuerdan, elevó el def con dos en el bando azul sin desperezarse el duelo pero sí el marcador (7-1). Los navarros eliminaron a Danel Elezkano del tapete del juego. La virtud de eso fue colorada. Tanto Ezkurdia, serio, como Zabaleta, mandón y con pelotazos brillantes, evitaron el enredo como marca de fábrica para alargar la cita a un dominio industrial, espeluznante y hasta dramático. Ejercieron el martillo pilón siempre de cara. Ni un paso atrás.

La txapela fue un escalón para Joseba Ezkurdia en su primera final en la élite profesional. El voleísta de Arbizu lo hizo todo bien. Cuando pintaban bastos, el de Sakana tiró de unos galones que le empiezan a asomar en el pecho. Más todavía con el título. La cuestión es que, después de aguantar un inicio de campeonato en el que la irregularidad se les enquistó, el arbizuarra ha ido creciendo hasta agigantar su presencia. Fue todo trabajo y selección en una lectura tan correcta como definitiva. El impulso necesario. Ezkurdia salió al Bizkaia un palmo más grande en su ya potente armazón. Es la fe. ¡La fe! Joseba creyó y encontró un haz de luz al que agarrarse. Si su prodigio, manos de estibador, estuvo en el trabajo, la realidad es que tuvo que tomar el mando en los tantos más complicados, dotando de cemento su propuesta, tan clara como ajustada. ¡Eureka!

Se miraron al espejo los de Sakana cuando vieron los resultados del arrollador trabajo ante Olaizola II-Imaz. Otro aplastamiento. Y ejercieron su avalancha. No hubo nervios. No hubo tembleque. El camino se allanó en un abrir y cerrar de ojos, que se plegaron colorados al devenir de la posible emoción. La final fue de fogueo. En 404 pelotazos quedaron repartidas las txapelas y en media hora el marcador ya lucía 18-4. No hubo encuentro y ni siquiera opción de que lo hubiera. La manufactura de Elezkano fue lo único que alegró el rictus a la final, seria en jornada de fábrica. El grito de Danel nació ahogado.

El partido se descorchó sin argumentos para la discusión. El asedio fue claro. Toda la primera parte, un 7-1 en un parpadeo, anunció la soledad del corredor de fondo. En mitad del huracán, Rezusta, olímpico hasta ayer, regresó a la Tierra para demostrar su humanidad tras tres años de dominio férreo. Le llegaron los fantasmas del pegador. Las dudas, reconocidas por él, se le presentaron con la espalda en el rebote del Bizkaia, mientras Zabaleta le enseñaba su nombre y Ezkurdia evitaba la responsabilidad de entrar en el cuerpo a cuerpo con Elezkano II. El de Bergara solo gozó en pelotazos contados del 7-2 y poco más. El partido fue un potro de tortura para él. Aquiles en Troya.

Tras el 7-1 no hubo más guerra. Apenas estertores de los azules. El dominio del pegador de Etxarren desmontó el partido. Ezkurdia, en mitad de la tormenta, se erigió capataz: fue el pelotari más activo de la cita, buscó la defensa de aire para quitar trote a su compañero, tomó el mando cuando había algún conato de rebelión y mantuvo a ralla a Danel, desdibujado en la primera mitad. Rezusta dio síntomas de resurrección en el 7-2, que acabó Ezkurdia con un voleón. Sin embargo, el guipuzcoano no terminó de concretar su mejoría. Pólvora mojada.

Sin fallar, argumentando solidez, los navarros se escaparon lejos sin dar pie a nada. La realidad, tan cruda, expuso una sensación de control absoluto. Se pusieron 12-3 en el primer descanso largo y solamente un fallo de Zabaleta en un sotamano con la derecha cambió el cartón azul hasta el siguiente paso por las sillas de las tablas de contracancha (18-4). En los instantes de duda, prácticamente inédito Elezkano II -no tuvo oportunidades con el gancho y se buscó las habichuelas con la volea-, Rezusta fue el que hizo aguas. El zurdo encajó dos saques y erró otras dos pelotas. La final se escapó entonces aún más. Ezkurdia asomó imperial, henchido, gigante, guía y faro de un Zabaleta exquisito. Da gusto verle.

Después del 18-4, únicamente hubo batalla por el hambre del vizcaíno. Salió a tumba abierta: el más difícil todavía. Funambulista sin red, los argumentos le duraron cuatro tantos. En ese tramo, el zaratamoztarra cerró tres buenos remates y su compañero tomó algo de oxígeno.

Y ya. Se derrumbó el castillo de naipes. En ruinas. Dos fallo del bergarra y otro de Danel al trazar un dos paredes dejaron un solo centímetro de duda a los de Sakana (21-8). Un yerro de Zabaleta devolvió el saque a los azules, pero el de Etxarren se revolvió con un cortadón que colocó la lana sobre su cabeza. No hubo matices. No hubo jardín de las delicias. La propuesta seria e industrial de Ezkurdia y Zabaleta finiquitó el choque de salida. No hubo victoria vizcaína ni dominio bergararra, porque se encontraron en mitad de la tormenta. Naufragaron ante un final de campeonato de escándalo de los de Sakana, que se reconocieron frente al espejo.