Ayer en Arrate terminé mi primera Itzulia. La experiencia ha resultado increíble. Pero la etapa final no coincidió con mi mejor día, precisamente. En el tercer kilómetro me fui al suelo en la caída que afectó a Primoz Roglic. Se aproximaba el cruce de Trabakua y había muchísima tensión. Un ciclista remontó el pelotón por la izquierda y de repente se quiso meter hacia el centro, así que la montonera se produjo muy adelante, hacia el vigésimo puesto, y algunos no pudimos evitarla.
Por delante la carrera iba lanzada. Volver a conectar resultaba muy difícil. Pero ahí que me puse, en persecución, cuesta arriba y cuesta abajo. A la altura de Durango, ya en el llano hacia Elgeta, conseguí entrar. Lo que pasa es que surgió otro problema. Para entonces ya me estaba notando algo revuelto del estómago. Y la cosa empeoró. Fue subirle un chubasquero a Gari Bravo y comentar por radio que lo sentía mucho pero que tenía que parar. Si no, me lo hacía todo encima. A Mikel Bizkarra le debió suceder lo mismo. Y el viernes Aitor González, con quien compartí habitación dos días, abandonó tras pasar la noche con diarrea. Algo hemos debido tomar que no nos ha sentado bien.
Tras satisfacer mis necesidades volví a arrancar y me incorporé a un grupo en el que solo íbamos cuatro ciclistas. Dos de ellos, el belga Rémy Mertz y yo, nos quedamos atrás. Él me preguntó en el primer paso por Eibar si me iba a retirar. “Por mis cojones que la termino”, pensé. Le dije que no, y Mertz me respondió que entonces él tampoco. Subimos los últimos Usartza entre los ánimos de toda la afición, de eso no nos podemos quejar. Y en el tramo final cogimos a Pablo Torres, del Burgos BH, al que terminamos dejando atrás. No fue el final soñado para mi debut en el World Tour, pero repito que la experiencia ha resultado fantástica. Esperemos que haya más. Ciclista errenteriarra del Murias