La de ayer resultó una jornada diferente, por doble motivo. En cuanto me desperté por la mañana ya vi que no iba a ser mi día, porque me noté de inmediato muy cansado, tras haberme metido la víspera en la escapada. Y además en esta ocasión no afrontábamos una etapa al uso, sino una contrarreloj. Esto nos llevó a mí y a varios compañeros a modificar nuestros hábitos. Los que iniciaban la crono en torno a las cuatro, Gari, Eduard y Mikel, siguieron un horario más normal: desayunaron a las nueve, reconocieron el circuito, comieron a la una y compitieron. Pero Barceló, Sanz, Aitor González y yo salíamos todos hacia las dos y media, así que nos tocó picar algo a las nueve y comer a las once. Tras llegar a meta los cuatro, nos montamos en una furgoneta del equipo y pusimos rumbo a Vitoria, donde pasamos la noche. Merendamos algo por el camino y llegamos al hotel cuando Alaphilippe, Roglic y compañía estaban terminando la etapa.
¿Mi papel en la crono? Durante la carrera confirmé esas sensaciones que había tenido al despertarme. Estaba muy cansado. La fuga del miércoles y la paliza que me había supuesto seguían manifestándose en mi cuerpo. Y, por mucho que apretara, el pulso se mantenía bajo. Al motor le costaba subir revoluciones... En un principio, la idea era calcular previamente el fuera de control y regular todo lo que estuviera en mi mano. Pero hubo cambio de planes, y los directores me pidieron que disputara la crono a tope para establecer referencias que ayudaran a mis compañeros. Se hizo lo que se pudo.
Ahora llega la traca final, con dos jornadas muy exigentes. La configuración de la general me lleva a intuir que va a haber batalla de la buena, con equipos que no tienen nada que perder y que podrían mover la carrera desde temprano. ¿El Bahrain? Un estrategia exitosa metería a los Izagirre en la pelea, así que igual esperan un poco. Pero el Sky... Les veo muy activos. Cuidado con ellos. Ciclista errenteriarra del Murias