un municipio roto de dolor e incapaz de asumir la pérdida de Inocencio Alonso. De este modo amaneció ayer Ermua, localidad que vio crecer al agente y le despedirá esta tarde en un funeral que se celebrará a las 19.00 horas en la iglesia Santiago Apóstol. “Aquí nos conocemos todos y el pueblo está consternado”, explicó Ana, vecina de la localidad, mientras ojeaba la esquela de la víctima en una céntrica calle.
Dolida y muy afectada por lo ocurrido se mostró ayer a mediodía Rufina, tía de Inocencio, quien no podía dar dos pasos seguidos sin que amigos y conocidos se acercaran a darle el pésame. “Imagínate como estamos. Ha sido terrible y todavía no hemos asimilado lo ocurrido”, lamentó la señora con lagrimas, mientras charlaba con un vecino.
Padre de dos hijos, David y Edurne, Inocencio estaba casado con su mujer Meli. Aficionado a la bicicleta -su hijo también comparte esta pasión-, Inocencio salía siempre que podía a disfrutar de las dos ruedas. “Si tendría que destacar algo de Ino sería su gran corazón. Era gente que se hace querer y no tenía malicia alguna”, explicó Kike, compañero de la brigada móvil desde 2001, quien reconocía que “no te terminas de creer que esto haya pasado”
Consternados y afectados por la noticia, todos los que conocían al ertzaina fallecido destacaban ayer por las calles de Ermua su bondad y cercanía. “Fue mi hijo el que me llamó y me contó la desgracia. Ino era muy majo, buena gente y recuerdo que en el accidente de avión del monte Oiz de 1985 estuvo de voluntario y liderando las tareas de socorro”, explicó emocionada María Jesús, amiga de la familia y vecina de Inocencio.
La presencia de Inocencio en el polideportivo Miguel Ángel Blanco era casi diaria. Y es que dependiendo del turno laboral que le tocaba acudía con asiduidad, bien por las mañanas o por las tardes, a practicar deporte siempre en compañía. En este sentido, las sesiones de spinning y los partidos de squash eran sus preferencias. “Era una persona muy amable, sonriente, tranquila y siempre rodeada de gente”, puntualizó con cariño Pedro Díaz, gerente de la instalación municipal.
Estudiante en el mítico Centro Cultura, Inocencio fue un joven “nervioso que se ponía como una moto cuando los profesores le preguntaban algo”, apuntó con cariño Javier, compañero de clase, quien añadió era “muy buena persona, amigo de sus amigos y siempre con una sonrisa en la cara”. El compañero de la infancia también destacó su afición por el fútbol. “Teníamos un pique sano y siempre estábamos de vacile porque Ino era del Athletic y yo del Barcelona”.