vitoria - Apenas unas décimas de segundo para valorar miles y miles de horas de durísimo trabajo durante cinco largos años de esfuerzo continuado abriendo un camino completamente desconocido por estos lares. Apenas un suspiro que separa la feliz consecución de un sueño de la terrible decepción de quedarse a las puertas del objetivo por el que se ha luchado contra viento y marea. Apenas el milimétrico filo de una de las afiladas cuchillas que utilizan para deslizarse a toda velocidad sobre el hielo pero capaz de abrir un enorme abismo emocional entre quienes se sitúan a uno y otro lado. Y, desgraciadamente, esa ínfima cantidad de tiempo, prácticamente inservible para cualquiera, es la que ha dejado al vitoriano Iñigo Vidondo sin la recompensa por la que ha luchado con denuedo desde que se lanzó a la aventura de ser un pionero del patinaje de velocidad sobre hielo. Pese a intentarlo por todos los medios, el alavés no ha logrado la mínima para los próximos Juegos Olímpicos de invierno y esas malditas décimas que no ha sido capaz de comerle al cronómetro le obligarán a seguir la evolución de sus rivales en Pyeongchang por televisión.
“Han pasado casi dos meses ya desde que supe que no me iba a clasificar y la verdad es que estoy más calmado, algo más tranquilo, pero estoy triste para ser sincero. He pasado unos días con una motivación de continuar muy baja, con ganas de mandar todo a la mierda y, bueno, lo he pasado mal, lo he pasado mal”, reconoce sin ambajes desde Canadá.
Pese a que su gran sueño haya saltado por los aires en mil pedazos, Vidondo continúa en Calgary -su lugar de residencia y entrenamiento los últimos años- hasta que a mediados de marzo concluya la temporada. Allí le ha dado miles de vueltas a lo sucedido y el dolor es todavía más intenso al recordar cómo, en su última oportunidad, un lance imprevisto le apartó definitivamente de unos Juegos que parecía tener al alcance.
“La verdad es que estoy bastante dolido y tal y como ha sido todo pues un poco más. No haberme clasificado por un fallo en el cambio de cuerda te deja más chof. Son cosas que pasan. Pero así es el deporte, unas veces se gana y otras se pierde. Estoy muy decepcionado conmigo mismo de cómo ha sido. El problema fue el cambio de cuerda en la primera vuelta, que es cuando más velocidad tienes que generar para los dos siguientes giros. En ese momento el chino con el que estaba compitiendo, que venía por la cuerda externa, en vez de pasarme rápido ya que iba un poco más adelantado se quedó a la par mía y como tiene preferencia por venir por fuera me jodió a la hora de hacer el cambio yo a la cuerda externa. De alguna forma me dificultó ese cambio y tuve que reducir velocidad para que él pasara y eso me perjudicó a la hora de poder seguir generando velocidad para las dos últimas vueltas. Y ahí se perdió la mínima. La salida fue perfecta, la primera vuelta fue perfecta hasta el momento del cambio de cuerda y no se pudo hacer la mínima. Son cosas de carrera, pero también un poco fallo de novato porque nunca me había pasado eso y la mínima se fue a la basura”, rememora sin poder evitar que un evidente tono amargo se cuele en sus palabras.
De manera inevitable, lo sucedido en esta última Copa del Mundo y sus irremediables consecuencias en forma de no clasificación para los Juegos de Invierno suponen un punto de inflexión en la trayectoria de Iñigo. Después de consagrar los últimos cinco años de su vida al sueño olímpico asumiendo grandes sacrificios para ello, debe decidir cuáles serán los pasos a seguir a partir de este momento. Algo que, por ahora, no tiene claro. “Trataré de salvar de alguna manera la temporada y estoy ya un poco fijando rumbo para la que viene. No sé todavía muy bien qué haré, creo que me tomaré un buen descanso a partir de que regrese a casa y creo que haré una temporada mucho más larga en España. Luego no sé si volveré a Canadá o no, no sé los planes realmente, pero sería una temporada un poco más larga en España, con los míos, entrenando allí y haciendo un poco menos de hielo”, apunta.
Y es que ahora mismo, con la herida todavía abierta y manando sangre, el horizonte de afrontar un nuevo ciclo olímpico se presenta muy árido para Vidondo que, pese a todo, se encuentra enormemente agradecido del apoyo recibido por parte “de mis patrocinadores y la gente que me ha seguido”. Ayuda que ha valorado especialmente en estos días oscuros. “El peor momento de todos fue cuando pasó lo de los 1.500 metros en Salt Lake City. Me vine abajo. Me dio un bajón muy, muy grande y la verdad es que estuve muy triste. Fue una semana que no me apetecía tocar los patines, ni siquiera mirarlos. Estoy pudiendo superar todo esto gracias a mis compañeros de equipo, mi entrenadora y la comunidad de amigos españoles que tengo aquí. Me siento casi, casi como si estuviese en Gasteiz con mis amigos o mi familia que es lo más importante de mi vida. Me ayudaron a darle la vuelta a la tortilla y a seguir con ganas para finalizar la temporada”, valora el vitoriano.
Y precisamente esos son los cimientos sobre los que tratará de reconstruir un nuevo asalto a su sueño. Ahora es tiempo de duelo pero el fuego de la ilusión solo necesita una leve chispa para prender de nuevo.