hace ya tiempo, prácticamente una década, que Ronaldinho decidió abdicar. Sí, siguió jugando al fútbol hasta 2015. Sí, continuó ofreciendo chispazos de su gloria pretérita, highlights puntuales repletos de magia para satisfacer a aquellos que le elevaron a la categoría de futbolista de culto, pero Ronaldinho, el de verdad, el dominador, el mago que aniquilaba rivales de talla mundial con la sonrisa pegada a su cara, decidió apartarse de la élite hace muchísimos años. El martes, Roberto de Assis Moreira, su hermano y representante, confirmó su retirada oficial de los terrenos de juego a sus 37 años con una serie de actos en ciudades en las que dejó huella y un gran encuentro de despedida que, probablemente, se celebrará en Barcelona, la ciudad en la que alcanzó la gloria, en agosto. “Él paró. Acabó. Vamos a hacer algo grande, algo bueno, después del Mundial de Rusia”, aseguró Assis a O Globo.
Ronaldinho, que con 22 años ya había sido campeón del mundo con Brasil, aterrizó en 2003 en Barcelona de rebote (Joan Laporta había prometido durante la campaña electoral el fichaje de David Beckham, pero este se decantó por el Real Madrid), pero la simbiosis entre jugador y club acabó siendo perfecta. La entidad azulgrana, deprimida desde la fuga de Luis Figo al archirrival blanco, necesitaba alegría y el jugador, que con su selección y el París Saint-Germain ya había dado muestras de su extraordinaria calidad técnica, precisaba de un escaparate mediático mundial para que los focos se centraran en él.
Fue un amor a primera vista. Porque Ronaldinho debutó como azulgrana en aquel histórico duelo liguero ante el Sevilla que se disputó de madrugada (arrancó a las 0.05 horas). El 1-1 final fue una anécdota. Los 80.236 aficionados que se dieron cita en las gradas del Camp Nou para presenciar el estreno del astro brasileño quedaron ojipláticos con su golazo por toda la escuadra desde fuera del área tras driblar en carrera a dos rivales. Era un esbozo de lo que estaba por llegar. Porque Ronaldinho tenía la virtud de disfrutar y hacer disfrutar con un balón en los pies. Regates, caños, tacones, recursos técnicos más propios de entrenamientos que de encuentros de máxima exigencia... Y todo con esa sonrisa que se convirtió en su seña de identidad. Y todo al servicio de la efectividad, del bien común.
Entre 2003 y 2007, Ronaldinho se sentó en la cúspide del fútbol mundial. Ganó un Balón de Oro (2005), dos FIFA World Player (2004 y 2005), hizo renacer al Barcelona (dos Ligas y, sobre todo, la Champions de 2006) y permitió que a su estela fuese creciendo un jovencito argentino que respondía al nombre de Lionel Messi. “Ronaldinho fue el responsable del cambio en el Barcelona. Llegó en un mal momento para el club y el cambio que provocó su fichaje fue increíble”, dijo de él el astro argentino. Incluso llegó a salir ovacionado del Santiago Bernabéu tras un doblete que cimentó un contundente 0-3. “Llegará el día que haga hablar a la pelota, hace lo que quiere con ella”, llegó a decir de él su compañero Eidur Gudjohnsen.
El declive Pero llegó un momento en el que Ronaldinho decidió que ya estaba bien de ser Ronaldinho. Nadie le desplazó de lo más alto, fue él quien decidió convertirse en terrenal. En el curso 2007-08, con 27 años, el brasileño, hasta entonces ejemplo de profesionalidad, empezó a ser más noticia por sus salidas nocturnas que por sus actuaciones dentro de los terrenos de juego. Descuidó su físico y su magia ya solo aparecía con cuentagotas. A la conclusión de esa campaña recaló en el Milan. Empezó bien, pero en su estilo de vida las fiestas habían ganado ya mucho terreno al trabajo sobre el césped. En el curso 2009-10 amagó con resurgir de sus cenizas, pero su no convocatoria por parte de Dunga de cara al Mundial de 2010 fue un punto de no retorno en su carrera. En enero de 2011 decidió regresar a su país, pero en lugar de fichar por su club de formación, el Gremio, recaló en el Flamengo. Dos cursos y medio en el Atlético Mineiro, un ejercicio en el Queretaro mexicano y dos meses en el Fluminense dibujaron el eclipse de Ronaldinho, que jugó su último partido oficial en septiembre de 2015. Pero incluso en ese tramo final de carrera dejó destellos de lo que llegó a ser antaño. Estaba muy lejos de aquel extraordinario jugador que sacó al Barcelona de su estado de depresión y llegó a convertirse en el gran monarca del fútbol mundial, pero ahí está Youtube para disfrutar con sus flashes, con las genialidades de un jugador distinto que hizo de la sonrisa y el disfrute su seña de identidad mientras sus rivales, pasmados, le veían alejarse con el balón pegado a su pie.
Trayectoria: Gremio (1998-2001), París Saint-Germain (2001-03), Barcelona (2003-08), Milan (2008-11), Flamengo (2011-12), Atlético Mineiro (2012-14), Querétaro (2014-15) y Fluminense (2015).
Títulos: Dos Ligas (2005 y 2006), una Champions (2006), una Serie A (2011), una Copa Libertadores (2013). Con Brasil, un Mundial (2002), una Copa América (1999), una Copa Confederaciones (2005) y un bronce olímpico (2008).
Títulos individuales: Un Balón de Oro (2005), dos veces FIFA World Player (2004 y 2005) y dos FIFPro World Player (2005 y 2006), entre otros.