Más que tempo y down Josu tiene don. Un don de gentes y de lenguas. Es un tipo suave, de no mucho ritmo -de los que se refería Guerra en su Woman del Callao-, callado, sin estridencias y muy fiable. Así me lo define Sergio Martínez, compañero muchos años en el frontón. Un hombre bueno, que no bonachón, de más nueces que ruido y fondo que apariencia. Toma ya. Ahí nos podíamos quedar. Traductor e intérprete, filólogo inglés -profesor de la UPV- y mucho don en la cancha y en la vida. De poco golpe y menos fallos. Un pelotari seguro en el que puedes fiarlo todo. Sergio y Barambones ganaron juntos el Campeonato de Euskadi de paleta cuero contra un club guipuzcoano donde jugaba Otero II, Mikel Otero, tras un partido largo y de marcador ajustado disputado en Amorebieta. Aquel fue “mi gran trofeo”, el triunfo del que se siente más orgulloso. Rondaba los 30 años y se acompañó de un chaval diez años más joven del que destaca resistencia y persistencia. Ninguno de los dos tenía trilita en el brazo pero había que ganarles. En paleta cuero fueron pareja muchos años. “Como yo andaba trabajando en el periódico, tenía que estar pronto en la redacción y jugábamos siempre a las cuatro en Adurtza. No nos ganaba nadie a esa hora tan temprana de la tarde”, recuerda Martínez, reconociendo trampilla horaria en la programación del Provincial por parte del club.
Josu Barambones Zubiria cumplió 50 y lo dejó todo. Ni pala, paleta o raqueta. Desde entonces sólo gimnasia, natación, bici y bailoteo. Cinco años antes había abandonado la competición. Fue con el cuero junto a Sergio o en pala corta con Javier Tina. Luego se conformó con matar el gusanillo junto a Mendíbil, José Luis Alberdi, Cámara, Tina y algún que otro refuerzo más joven cuando hiciera falta. Ya ni eso, “dejé de disfrutar”. 40 años en los frontones y ni un mal recuerdo “aunque jugué muchos y muy malos partidos”. Se queda con los amigos que “hice” y los sitios que “la pelota me permitió visitar”. “La pelota me ha dado vida y amigos”, remacha, “y mil golpetazos pero ninguna lesión grave”. Ni un esguince. Pero golpes y pelotazos un montón. Lasa le abrió el labio con una pelota de pala corta. Isusi le dejó bien visible una marca en el lateral del ojo izquierdo que pudo ser grave y Fernando Durana le señaló la oreja de por vida cuando se le escapó la pala. Eran compañeros. Curioso.
Aunque empezó a jugar a mano, en las paredes del colegio San Ignacio en los recreos, a los doce, junto a Crespo y “mi primo Carlos Zubiria”, tres años después se decidiría por la herramienta. Tenía manos de pianista pero tuvo tiempo de jugar en Adurtza y Zaramaga, de blanco, aunque no recuerda partidos ni rivales. Adurtza era el paraíso de la herramienta. Estaban Vicario, Arri, Lasa, Alberdi y Zurbano, diez, quince años mayores, y le invitaron a unirse a los entrenamientos. Se sumó junto a Roberto Mendibil y Koldo Larrañaga, un chaval del barrio. Desde el principio a pala corta. Un año después se estrena en el Provincial de cuero junto a Mendíbil y en el GRAVN formando dúo con Alberto Alberdi -el puntista subcampeón del mundo años después- contra Rioja, donde jugaba quien luego fuera mito, Juan Pablo, en Amurrio. Se enfrentó, a lo largo de más de 30 años, a todos los grandes: a Juan Pablo, Garrido, Hernández, Zeberio, Olano. A Insausti, “la estrella más rutilante”. A todos. Con 18 prueba con la pala, modalidad ya en desuso. Había pocos practicantes y no queda nadie. Gana junto a Areitio el Estatal de segunda, “con 30 cumplidos”, en Palencia, pero se queda con la semifinal de primera categoría, disputada y perdida cinco años antes junto a Mikel Isusi, contra los vizcaínos Barrenetxea y Zárraga en Las Gaunas, Logroño. Al final, en ésta y en la modalidad de pala corta, formó dúo con Tina para ganar los últimos títulos provinciales. “Era serio”, confiesa Tina cuando se refiere a Barambones, “y muy frío”. Debía tener una cara indescifrable, de jugador de póker. No transmitía emociones. “Yéndole bien o yéndole mal se cuidaba muy mucho de no transmitir ningún tipo de información gestual”. Tina es todo lo contrario, habla, gesticula, grita, sonríe, aprieta los puños, disimula y/o te busca las cosquillas. Es de otra pasta.
Un día le toca a él recibir a los nuevos, a quienes vienen con diez o quince años de desventaja. Sergio Martínez, Tejada, Urkia. Tejada con mucho golpe y agresivo y Urkia, quien fuera profesional en pala, potente, muy técnico, con mucho golpe y dos buenas manos. Muy al final y por fuerza mayor jugó algún partido de zaguero, pero su puesto en la pareja era el de delantero. Incluso en mano, aunque era un hombre grande y con palanca. Más llevador que pegador. No tenía un golpe decisivo pero sabía rematar con ambas manos. Como zaguero jugó la última vez, un partido del Provincial en Lakua, por detrás de David Izquierdo contra los Bagazgoitia. “Perdimos y vi que era hora de dejarlo”, resuelve.
Son inolvidables aquellos choques legendarios contra Zidorra y su cuadro de fenómenos, los Ciaurriz, Igartua y hermanos Bernedo, y más aún, los viajes a la Barcelona de finales de los ochenta, cuando las Ramblas y la Barceloneta eran lo que era la Barcelona de entonces, con aquel frontón descubierto que, con el sol de frente, un domingo por la mañana, con toda la noche del sábado detrás, la cena, la marcha y la vigilia; era un cóctel explosivo de final previsible. A menudo, lo de fuera del frontón es más y mejor recordado que el resto. Y el botón de muestra, Barambones es la segunda persona que comparte con todos nosotros una cena en particular, alrededor de los años 80 u 83, por mediación del club Adurtza y sus dirigentes, Asurmendi, Amancio, Arturo, a todo tren, angulas incluidas, manjar imposible hoy en día por los 800 euros que supone el kilo y los 1.000 que deberán pagar los donostiarras el próximo día 20, día de San Sebastián. Son esas bonitas cosas que quedan después de 40 años. La vida. Como la del ángelus, requerido y recordado por casi todos. Aquellos parones de los domingos a las 12 que permitían recuperarte de manera milagrosa -mira tú- o te hundían en la miseria cuando tenías encarrilada la cosa.
En fin. Dice Josu que anda sobrado de tempo pero escaso de down. No sé yo. Tempo es ritmo y down, en Venezuela -pone en Wikipedia- significa estar deprimido, especialmente por el consumo de? Tendrá ritmo, se supone, es un bailón. Don, eso sí, don tiene.