Pelotari de otra época. Ha pasado en el frontón más tiempo que en cualquier otro sitio. Pelotari que nació algo tarde. “Si hubiera nacido en otro tiempo otro gallo habría cantado”, me dijo Aitor Ruiz de Luzuriaga en cuanto supo quién era el personaje de esta columna. Amigo y admirador, Luzu destaca la sobriedad de su juego que el propio Angulo identifica como “de la antigua escuela, la pelota de antes”, cuyos pelotaris, aunque eran muy buenos, “ahora no tendrían nada que hacer”. La pelota ha cambiado mucho y aunque sigue siendo parte de nuestra cultura y carácter, como deporte la evolución lógica de la nueva era subraya el espectáculo y el negocio sobre el juego. Ha habido material que sólo algunos conseguían mover. Primó el juego de aire. El material lo cambió todo. Para reconocerle como pelotari basta con poner el oído y escucharle un rato. “Soy de Aimar porque juega de libreta y utiliza la cabeza más que nadie”. Irujo tiene dentro “genio y la magia”. Y las facultades, claro. Pero para quedarse con uno lo hace con Barriola, por su manera de entender el juego y “los valores” que derrocha en la cancha y fuera. Raúl Angulo Salazar es duro de cabeza. Sabe mantenerla fría. Poseía -posee aún- una derecha con GPS incorporado que arrimaba el cuero a la pared izquierda y una zurda de muñeca perceptible para levantarlo y evitar al delantero contrario. Un zaguero que no lo parecía. De hecho, la broma más recurrida junto a Gereta era aquella en la que “me ponía a sacar en el calentamiento como si yo fuera el delantero”. Era una coña entre ambos, cuando se intercambiaban las posiciones “para engañar a los rivales”. Tras 30 años de pelotari y repasar la historia destaca la chispa de Maixi, los recursos de Jauregi, el toque de Guinea y a Alvarado, “el más completo”, aunque el pelotari, “entre nosotros”, ha sido siempre Asier, el hermano mayor de Ibai Jauregi, el más elegante.

Nació en Gasteiz en mayo del 82 pero es de Zambrana. Manolo, el padre, le metió el gusanillo de la pelota en el cuerpo cuando le llevaba con apenas cuatro años al Seminario, donde acudía a jugar con los amigos. Entró en Santa Lucía. La familia era vecina del barrio y jugaban en Escolapios, donde ejercían de maestros Querejazu, Domenzain y Gorospe. Se juntó con los hijos del primero, con Alfredo Elorza, su gran compañero, el que jugaba con tiralíneas a un milímetro de la chapa -pudo jugar mucho “pero era un flojo”, me dice sonriendo-, con Argote y Etxeberria. Y con el hermano, con Joseba, igual de constante y buen defensor “pero con más nervio, más ágil pero más débil mentalmente”. Luego vendrían los Azpiazu. En el estreno escolar pelea contra Aitor Montoya, el gran rival, al lado de Elorza. Y gana. Luego, de cadete, pasa a Zaramaga donde estaban Vicente, Boto, Maixi, Resano, Gereta y el Kinki, imperio que maneja Eugenio Rafael, “el mejor almirante”. Gana enseguida el Provincial cadete. Dos títulos entre el grupo de cadetes y juveniles de primer y segundo año, pero tuvo que jugar las cuatro finales. La Armada de Kanpezu -Salmerón y Prado y los Abascal e Iriarte- fueron adversarios temibles. Maixi le acompaña en el título juvenil y vence en el cuatro y medio a Iriarte. Es entonces cuando se gana la presencia en el combinado alavés juvenil para el GRAVNI con Ogueta de seleccionador quien le aconsejara “comer más alubias, mocito”, aunque era trabajador. Vestirse de blanco le ponía -aún le pone- y el buen rollo con los compañeros sigue destacándolo por encima de todo. También de juvenil se hace con el primer título de La Blanca luego vendrían más- con Zigor Velasco. En categoría senior le haría especial ilusión el que obtuvo junto a Vicente, frente a Jauregi e Iruarrizaga, por la remontada. Tras ir abajo, 17-21, le dieron la vuelta. Aquella final en fiestas y otro título del cuatro y medio frente a Mikel Gerrero “permanecerán siempre entre mis mejores recuerdos”. Quizá pillara a Mikel en no muy buena forma, pero supo ganar el título haciendo largo el partido, “jugándolo a mi manera”, con mucha confianza y hasta rematando, “pero siempre a bote”. En el reverso, peores recuerdos, una derrota en semifinales del GRAVN en Arrasate junto a Vicente (por 19 a 22) ante Erroizenea y Argote y otra más en la final senior de parejas -la txapela que le falta- de pareja con su hermano Joseba y contra el dúo Maixi-Resano. “Fue una mierda de partido” que le impidió ganar en la categoría grande después de haber ganado todos los anteriores. Hay otra, una tercera, que no consigue quitársela de encima. Una final del Interpueblos de la que dependía el triunfo de su equipo. Gereta y él disputaban el punto decisivo ante Koldo Iriarte y Ereño. “Fueron superiores”, remata. Aquel día en Amurrio, Gereta desencajó la puerta del vestuario de un golpetazo. “La decepción, ya sabes”... El penúltimo paso le llevó, cedido, hasta Legutio, al club Di Da, para encontrarse con Sarraoa, alumno y compañero. A los dos años sacó ficha por el nuevo club y enseguida se hizo técnico y entrenador. “Es que me han tratado muy bien y hay muy buena gente”, sentencia. Presume de catálogo: que los niños disfruten, que aprendan valores como deportistas y como personas, que mejoren el nivel deportivo y velen por “nuestro deporte”. Exige compromiso, afición, dedicación y sacrificio. Con todo eso y talento, “algo se puede hacer”. Ahora se ha embarcado en otra difícil aventura con la nueva junta de la Federación. Algo inesperado “pero alucinante”, al lado de gente con la que se identifica. Un reto y “un equipo” capaz de buscar más pelotaris, más mujeres, fortalecer a los pueblos. Complicado. Atractivo. Si he tirado de Samaniego, La Fontaine e Isopo, dos de fuera y fabulistas como el de Laguardia, ha sido para exponer la principal virtud del pelotari de Zambrana. Cuando el alavés trató de destacar las virtudes y defectos de sus alumnos tiró de historietas ejemplarizantes. Raúl aprovechó los valores de la hormiga -trabajo y fuerza de voluntad-, pero haciendo prevalecer la inteligencia a través de una máxima: “La fuerza está en el brazo pero el poder está en la cabeza”. Es una hormiga inteligente.