No, no he bebido. Mi hija pequeña me dice que, pensando en el Glorioso, soy un pesimista. Yo le rebato autocalificándome como realista, pero quizás ella tenga razón. Echo un vistazo a la clasificación y bajo la mirada, y bajo la mirada, y bajo la mirada? y pillo estrabismo hasta encontrar al Glorioso en el último puesto, en el último piso del Pozo Minero El Descenso. Seis puntitos. Menos que España en Eurovisión. Creo que lo mío es un ejercicio de realismo, no de pesimismo. Tras un tercio de Liga consumida y derrochada, la proyección albiazul apunta a final de temporada a 18 puntos. Ni para taponar una brecha algo elegante. Aún iniciaríamos la próxima campaña debiendo puntos a la Liga?Pero restan todavía 25 partidos, 75 puntos en total. Aún podemos ganar el título, hija mía. Realidad. Incredulidad. Fiebres tifoideas. Todo es posible en esta vida. Hasta que un payaso de los que no tienen nariz roja se convierta en el presidente de los Estados Unidos. 75 puntos por jugarse. Tiembla, Barça, que os pillamos. Espero que con estas líneas mi hija me retire el sambenito. Pero en el fondo realista creo que soy, que no de la Real. Un tercio de la Liga transcurrida y aún nos encontramos en agosto, haciendo la pretemporada. Desde entonces han transcurrido cuatro meses, con dos entrenadores, 13 encuentros ligueros, dos victorias, muchas decepciones, innumerables bostezos, demasiados hasta para cualquier película de serie B. Di Biasi ya es historia y Zubeldía, prehistoria. Un tercio de la Liga derrochado y el sábado pasado, aún de pretemporada. Revolución incomprensible en la alineación y nuevo harakiri. Black saturday. No jugamos a nada, que es lo peor que se puede decir de un equipo. Mi hija pequeña me insiste en que no sea pesimista. “Si ganamos los seis partidos que quedan de la primera vuelta nos ponemos con 24 puntos, ¿no?”, me pregunta ilusionada. “Buena teoría”, le respondo. “Cierto, aún podemos ganar la Liga”, le sonrío. Lo malo es que carezco de argumentos para justificar su teoría del acierto pleno. Mis amigos Bruce y Mantsu abundan también en el optimismo después de media docena de tintos. Su justificación, que hay peores plantillas que las del Glorioso. “¿Cuáles?”, le cuestiono al Mantsu. “Hombre, las del Getafe, Málaga, Leganés?”, me responde. “Que me lo demuestren”, le rebato. El equipo es plano, como se creía que era la Tierra en la Edad Media. Yo lo veo cada siete días. Plano, planísimo. Alguno, desde dentro, lo certifica. “Este año no hay plantilla”, se lamentaba hace unos días en petit comité un peso pesado del primer equipo. Realista a la fuerza de ver la realidad. Parece que ha transcurrido un siglo desde que Zubeldía aterrizara en Gasteiz. Llegó, vio y le echaron. Ese argentino no nos valía para nada. Vino Di Biasi, un reconocido mentalizador. Estuvo un ratito y hasta otra. Este italiano tampoco nos valía para nada. Era como un porrón sin pitorro. A ver si va a resultar que la culpa no la tiene el que dirige, sino el director deportivo SF, el diseñador de la plantilla? Visto lo visto hasta el momento, creer en el juego y en los resultados de este equipo es una cuestión de fe, como creer en los OVNIS o en los políticos honrados. Tal y como está la ciudad, resulta más fácil que un policía municipal me multe por bostezar que el equipo encadene cuatro pases seguidos. Hija mía, quiere ser optimista, pero el procés futbolístico lo tenemos estancado y sin visos de solución. Puede llegar Paco Jémez, puede llegar El Pitu Abelardo, puede llegar un prestidigitador? Aún podemos ganar la Liga y aún puedo ganar el certamen de Míster Universo, pero veo ambas cosas pelín complicadas. Ahora tenemos por delante al Girona de mi añorado Delfí Geli, Las Palmas? En breve arrancará la segunda vuelta y de nuevo un calendario aterrador. Urge, urge, urge? una reacción? si somos capaces de reaccionar. De lo contrario, cinco meses sin nada que hacer puede suponer unos lunes al sol demasiado aburridos. Quiero ser optimista, hija mía, pero el movimiento se demuestra andando. Eso sí, tú sigue recordándome que aún podemos ganar la Liga.