Los trileros de Paseo de Cervantes cortaron ayer la cabeza de Gianni de Biasi, un entrenador que jamás debió siquiera estar en la lista de candidatos de un club serio. Estuvo y fue el elegido del Deportivo Alavés porque, a día de hoy, está en las antípodas de ser una organización eficiente. Su negligente director deportivo parece una suerte de marioneta dentro de una institución en la que ya pinta bastante poco. En la estructura de fútbol, el jefe de los croatas ya tiene una mayor valoración interna que un Sergio Fernández que ya sabe que tiene las horas contadas. Sus imprudencias temerarias en el capítulo de fichajes han tirado la temporada y han hipotecado el futuro. Le salva por ahora que es el único parapeto entre la masa social y el presidente. Su situación me recuerda a la de Dani Barroso, primer director deportivo de la era Querejeta, que hizo una plantilla casi tan mala como la de este año. Lo mantuvo durante toda la temporada pero estaba fuera desde antes de Navidad. Sergio Fernández ha hecho tan mal su trabajo que es difícil mirar hacia otro lado, por más que algo huela a podrido en Dinamarca dentro del vestuario, por ejemplo. Su ineptitud se ha juntado con la equivocada estrategia de club de Querejeta, que ha priorizado lo accesorio a lo principal. Tener un estadio más grande, tentáculos en otros mercados, terrenos en Betoño, una tienda futurista y todas esas cosas son importantes para generar recursos y abaratar costes a medio plazo, cierto y gran verdad, pero ha olvidado que en el fútbol, nada, ni los planes más medidos (estos tampoco lo son), ni las visiones más o menos grandilocuentes, funcionan sin el corto plazo. Esta es una industria compleja en la que la base de la pirámide es menos importante que la cúspide. O al menos lo es igual. Todo lo que puede hacer al Alavés grande en un futuro medio está condicionado a que se mantenga en Primera. Y no hay manera de que este equipo salve la categoría. Es imposible. La mezcla de un director deportivo incapaz de hacer una plantilla compensada y la elegida contracción del gasto en capital humano son las dos patas de un fracaso que se veía venir desde septiembre. El resultado es la temporada más decepcionante de la historia reciente. Y no compro lo del Guijuelo o La Muela. Aquello fue la consecuencia de pésimas decisiones sostenidas a lo largo de varios años. Mucha gente diferente tomando siempre el camino equivocado. Con las instituciones por un lado y los presidentes, tarados ucranianos o abnegados vitorianos, por otro. Con pasos consistoriales medidos para terminar sirviendo en bandeja el club al que preside.
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