vitoria - De unos años hasta ahora el banquillo del Baskonia ha sido una vorágine de nombres a los que por unas u otras razones les ha faltado estabilidad. Atrás quedó la inquebrantable fe de Josean Querejeta en técnicos modelados a su gusto como el desaparecido Manel Comas o Dusko Ivanovic, responsable de la última Liga del club y con el que curiosamente no terminó la entidad azulgrana de la mejor manera posible. Casualmente desde que el montenegrino fue despedido en su segunda etapa en la capital alavesa, el carrusel de inquilinos que han ido pasando por el vestuario local del Fernando Buesa Arena ha sido evidente. Un total de siete técnicos en apenas cinco años, ni más ni menos. Las razones a tanto ir y venir son varias. Por falta de experiencia, porque no cumplieron las expectativas, porque el club no estaba convencido de darle la continuidad necesaria o sencillamente porque encontraron proyectos más sólidos. Desde Tabak hasta Prigioni pasando por Scariolo, Crespi, Ibon Navarro, Perasovic o Sito Alonso. Nombres que con sus virtudes y sus defectos, con mayor o menor caché, ofensivos o defensivos, permisivos o irascibles, no han logrado asentarse en el bando baskonista más allá de una temporada.
Ninguno de los protagonistas -excepto Perasovic- ha saciado las exigencias deportivas de Josean Querejeta y alguno de ellos incluso no llegó ni tan siquiera a ofrecer una mínima duda al respecto. Es el caso del simpático Marco Crespi, quien hasta el día de hoy es el último entrenador cesado en la historia de la entidad azulgrana. El italiano fue destituido en noviembre de 2014 tras lograr tan sólo cuatro victorias en once partidos, entre Liga y Euroliga. El famoso mes maldito para otros técnicos que también fueron despedidos en dicho mes, como Salva Maldonado, Pedro Martínez o el propio Dusko Ivanovic.
La sombra del preparador balcánico ha sido muy alargada. Su férreo carácter y su manera de entender la vida y el baloncesto le granjearon una fama que varios meses después de ser cortado aún perduraban en el seno del Baskonia. Ninguno de los que le sucedieron en el cargo se regía por esos parámetros y siempre desde las oficinas del Fernando Buesa Arena es algo que terminó echándose en falta. Lo cierto es que tras su polémica salida, el banquillo del Baskonia no ha tenido continuidad alguna, algo que sin duda se ha trasladado después a los proyectos conformados por Querejeta. Tanto cambio de entrenador y jugadores ha terminado por influir en el desarrollo de los distintos proyectos y no precisamente para bien. Los aficionados han disfrutado tan sólo durante este lustro de la reciente Final Four de Berlín, donde el equipo cuajó partidos interesantes a los que solo les faltó una pizca de suerte para haber logrado cotas más altas. El resto de objetivos no han terminado de cumplirse, lo que ha provocado un cierto desasosiego en la masa social -ahí está el número de seguidores que acuden muchas veces al pabellón-.
difícil decir no a baskonia El culpable de estar hace dos temporadas entre los cuatro mejores equipos de Europa fue Velimir Perasovic. El croata también regresó ese curso a Vitoria para cumplimentar su segunda etapa en la bancada baskonista. Su buen hacer llevó consigo la intención de la directiva de prolongar su contrato, pero el técnico de Split decidió aceptar una mejor proposición del Efes turco donde hoy continúa siendo su máximo responsable. Aquella salida del Buesa Arena, forjada en los días de vino y rosas de la Final Four de Berlín, no sentó nada bien al propio Querejeta, que entonces recibió de su propia medicina. En la comparecencia pública para explicar los motivos del adiós de Peras, mandó varios recados al técnico dejándolo en muy buen lugar. Ha sido el único preparador que ha convencido al máximo accionista del Baskonia durante estos cinco años para prolongar su estancia más allá de un ejercicio. Curiosamente quien menos experiencia tenía para sentarse de inicio en el banquillo alavés, Prigioni, es el primero en toda la historia de la entidad que decide marcharse por propia iniciativa. Tras 125 días en el cargo en los que ha cosechado dos triunfos en ocho encuentros, el cordobés decidió el pasado jueves, y de forma honesta, dejar su puesto a otro entrenador, a su juicio, “más cualificado”. Nueve meses atrás ya tomó la misma decisión, pero entonces lo hizo como jugador y para siempre. Una fría carta lanzada a través de su cuenta de Twitter enterró aquella noche del mes de enero y de un plumazo la ilusión del baskonismo, entregado a la causa tras la llegada desde la NBA de este icono del club. El jueves también por la noche no le hizo falta carta alguna para volver a marcharse. Solo tuvo que ser honesto consigo mismo y actuar en consecuencia. Quizá en su día fue muy difícil decir que no a la tentadora oferta del baskonia. Quizá ese Ferrari que es el actual equipo, uno de los mejores de Europa en estos momentos, necesitaba unas manos más experimentadas para guiar su volante.