GASTEIZ - Hollywood rodó efusivamente la conquista del oeste a través de aquellos colonos que en sus carretas, con la familia y los enseres a cuestas, clavaban una bandera sobre la tierra prometida. Allí construirían su casa y el futuro. También un país y un sentimiento de comunidad. La carrera entre aquellos pioneros trataba de tejer un horizonte mejor para los suyos. En el ciclismo, el Tour de Francia siempre ha simbolizado El Dorado, el vergel más exuberante, el más brillante de los soles, el territorio a conquistar por todo aquel que pretenda trascender. Euskaltel-Euskadi, el sueño naranja, supo de aquellas tierras que reparten gloria en 2001 hasta que el equipo, la prolongación de los deseos de la afición vasca, se derrumbó en 2013, cambio de filosofía mediante. El eclipse de la crisis sombreó cualquier intento de reanimación de una idea que voló tan alto que aleteó en el sol. Como a Ícaro, se le quemaron las alas y se quemó. No volvió a volar. Sin el nido del Euskaltel-Euskadi, los polluelos que se criaron alrededor de aquel equipo que cobijó al ciclismo vasco, se dispersaron por otras escuadras. Se creó la diáspora del Euskaltel. El agujero de la ausencia del conjunto naranja fue una agujero negro, un solar para el futuro de los corredores vascos, que vieron cómo se estrelló la nave nodriza que vio vencer en el Tour a Roberto Laiseka, Iban Mayo o Samuel Sánchez.
Años después de la dolorosa desaparición de Euskaltel-Euskadi asoman dos proyectos que comparten un destino: el Tour de Francia, pero avanzan por distintas vías, en paralelo, sin la intención de confluir. Cada uno quiere recorrer su propio camino. La Fundación Euskadi, origen del Euskaltel-Euskadi, ha recobrado un segundo aliento con el rescate de Mikel Landa, presidente del ente, y la incorporación de Orbea y Etxeondo, las dos empresas vascas con más huella en el ciclismo y los puntales de una estructura que pretende crecer desde la categoría Continental hasta la élite. “Cuando me enteré de la delicada situación de la Fundación, que podía desaparecer, no pude mirar a otro lado”, expuso Mikel Landa cuando dio a conocer la nueva singladura de la Fundación Euskadi. Por otro lado camina el Euskadi Basque Country-Murias, que este curso se ha impulsado a Continental Profesional, donde tendrá acceso a la Vuelta a España, la Vuelta al País Vasco o la Clásica de San Sebastián entre otras pruebas, con la firme intención de estar en el Tour a medio plazo. “Lo que queremos nosotros es recuperar aquello (por Euskaltel), pero para que resulte mucho más duradero en el tiempo. Esto último va a suponer que tardes más en llegar al Tour y en tener protagonismo en él. Pero, cuando alcances ese objetivo, lo vas a conservar al menos durante 20 años“, expuso Jon Odriozola, mánager deportivo Euskadi Basque Country-Murias, en una entrevista reciente con este periódico. En esos mismos tiempos se mueve la Fundación Euskadi, que se imagina en la Grande Boucle en 2020 con una idea de país, pero ahora se centra en tomar altura desde sólidos puntales y la humildad de la categoría Continental.
un viaje complejo Sin el apoyo económico de las instituciones, que estuvieron muy presentes en el presupuesto que manejó el Euskaltel-Euskadi, ¿existe país suficiente y patrocinadores capaces para sostener y desarrollar dos estructuras paralelas que aspiran a protagonizar el Tour en apenas un par de años? La ecuación no parece sencilla de resolver. La Fundación Euskadi cuenta con el innegable efecto tractor de Mikel Landa, una de las estrellas del ciclismo mundial. La del ciclista alavés es la carta de presentación y la figura mediática que pretende aunar sensibilidades y adhesiones para la Fundación, que dispone de 1.400 socios que contribuyen directamente al ciclismo vasco. Solo con eso, sin embargo, no alcanza. Por eso, desde la Fundación Euskadi se trabaja con ahínco para recuperar el espíritu original del Euskaltel-Euskadi y tratar de armar un equipo vertebrado alrededor de los mejores corredores vascos en el medio plazo. La misión se presupone repleta de aristas. 2018 será la campaña del Continental y 2019 la del Continental Profesional.
En esa categoría milita el Euskadi Basque Country-Murias, que también conoce lo puntiagudo de la senda. Tras dos cursos como Continental, el paso al frente de cara a la próxima campaña le acerca al gran reto de sumarse al Tour. En cualquier caso, la estructura está obligada a pegar un gran estirón para poder acceder a la carrera francesa. Ese, el del crecimiento, es el desafío que se presenta a ambos proyectos. El Tour es un coloso. Hacer cumbre no solo exige valentía y determinación. La financiación se antoja fundamental para soportar un sueño largamente anhelado tras la pesadilla que supuso la desaparición de Euskaltel-Euskadi. En la reconstrucción de ese relato, el de la marea naranja, circulan dos Euskadis para un solo Tour.