BILBAO- Alberto Iñurrategi (Aretxabaleta, 1968) no pudo coronar el Gasherbrum I (8.068 metros) y II (8.035) junto a sus compañeros de aventura Juan Vallejo y Mikel Zabalza. La expedición, integrada en el proyecto WOPeak, falló en su intento de unir las dos cimas en una travesía en la que no tenían intención de tocar el Campo Base ni descender a los 6.500. La climatología les frenó por segundo verano consecutivo. Una “pena” para el grupo.

El proyecto WOPeak se terminó una vez que finalizó la expedición a los Gasherbrum. ¿Se acaba también la unión en la montaña de Alberto Iñurrategi, Mikel Zabalza y Juan Vallejo?

-No tiene por qué. Se acaba el proyecto WOPeak y hasta ahí. No hemos terminado nuestra relación con WOP y mucho menos nuestra relación como cordada.

Vallejo, Zabalza y usted mismo han formado en los últimos cursos una de las uniones más sólidas del mundo del himalayismo. ¿Qué aportaba cada uno en la montaña?

-Sobre todo, hemos coincidido tres alpinistas que tenemos un modo muy similar de entender este deporte. Creo que es lo más importante. Coincidimos también en dedicación, ilusiones y en la manera de hacer las cosas. Después de tantos años, hemos cultivado una confianza que es una ventaja a la hora de resolver problemas en la montaña.

Siempre han apostado por la forma de hacer las cosas más que en el qué se consigue, ¿no?

-Es un principio muy básico. En montaña es algo muy evidente y por el que nosotros estamos luchando con mucha ilusión. También entiendo que a estas alturas de nuestra carrera deportiva es más sencillo el hacer este tipo de apuestas. Diría que, desde el principio, ha sido una idea que he tenido muy clara.

Después de la expedición a los Gasherbrum se habló mucho del rescate de Valerio Annovazzi, que estaba en el Campo 3 (7.100 metros) y al que salvaron la vida. Manifiestan que la montaña está cambiando.

-Como todo, la forma de hacer montaña está cambiando. Ha habido una evolución. No tiene que ser para mal o para bien. Ha habido un cambio con sus problemas y sus ventajas. Es conveniente ser conscientes de que el himalayismo ha variado mucho. También ha cambiado mucho la concepción propia del grupo y de los objetivos. Antes, las metas eran colectivas y ahora son individuales. Ha habido una transformación, para bien o para mal, que está ahí.

El propio Annovazzi manifestó que casi ni compartía Campo Base con sus compañeros de expedición comercial.

-Siempre se comparte el Campo Base con gente a la que no conoces. Compartes gastos y una estructura. Luego, sí es cierto, que en la montaña uno es autónomo y cada uno asume la expedición como un objetivo individual o particular.

¿Qué opina de lo que sucedió con Annovazzi?

-Es consecuencia de ese cambio del himalayismo. Es una buena oportunidad para reflexionar y para pararse a pensar en la evolución que ha habido dentro de este mundo. Las expediciones han cambiado en cuanto al carácter y modo de actuar. Esto puede servir para quitarnos esa idea, para aclararnos los cuatro tópicos sobre el himalayismo. La realidad es esa. En los Campos Base se junta gente de varias organizaciones que poco tiene que ver con el ochomilismo clásico. Los valores tan mitificados del montañismo han variado. Lo de Valerio es consecuencia de esa forma de actuar hoy en día.

¿Cómo llegaron de la aventura a los Gasherbrum después de casi un mes de expedición en la que han tenido que pelear con los elementos, en especial con la nieve y el viento?

-Bajamos cansados. Hicimos un descenso rápido. Tanto nuestro ataque como el rescate de Annovazzi fueron dos salidas por encima de los 7.000 sin apenas tiempo para descansar o respirar. Eso acumula bastante fatiga al cuerpo, pero han pasado varios días y ha sido suficiente tiempo para recuperarnos. Estamos en plenas condiciones.

También revelaron al bajar de la montaña que se encontraban a un nivel físico muy bueno y con una aclimatación importante, pero que los partes meteorológicos no les dejaron ascender. ¿Cómo les sentó encontrarse con un muro climatológico a pesar de estar tan bien preparados?

-Nunca sienta bien tener que bajarse por mal tiempo. Es lo que hay. Cuando uno va a una montaña de este calado, de más de ochomil metros, es consciente de que esa posibilidad existe. Más aún en el Karakórum, porque el tiempo es más inestable que en Nepal, que en el Himalaya. Es una cuestión que no hace gracia, pero jugamos con esas cartas. En este caso ha sido así. En otras ocasiones hemos vivido que el tiempo está de cara. Así es la montaña. Eso le da su gracia. Jugamos con esa incógnita. A veces se acierta y otras veces, no. Conseguir o no una cumbre depende también de eso, jugamos con ello.

Prosiga.

-Es algo que podía ocurrir. Después del año pasado, tras días en los que no tuvimos ninguna posibilidad de alcanzar las cumbres, creíamos que peor no iba a poder ser. Pero sí, era posible. Este curso el monzón entró con bastante fuerza hasta el norte de Pakistán e hizo que el tiempo fuera inestable. No hubo grandes nevadas, pero sí que hubo precipitaciones diarias en altura. Tuvimos alrededor de cinco y quince centímetros de nieve, con mucho viento. Eso provocó que no pudiéramos hacer un intento.

Sí que se llegó a coronar el Gasherbrum II.

-Siempre con equipos grandes y por rutas en las que el nivel de compromiso poco tiene que ver con las que queríamos asumir tanto en la travesía como en la ruta Kukuczka-Kurtyka. Aun así, las ascensiones por la ruta normal han sido ascensiones en muy malas condiciones: tuvieron que invertir muchas horas de escalada el último día -entre las veinte y las 26 horas-. Eso da información de las condiciones en las que estaba la montaña. Tenemos la conciencia tranquila de haber hecho todo lo que está en nuestras manos. Nos vamos con la pena de haber invertido dos veranos allí, en el Karakórum, sin conseguir la meta.

Revelaron como una “pena” no haber podido completar la travesía entre el Gasherbrum I y II sin bajar al Campo Base. ¿Seguirá siendo una cosa atractiva para el futuro?

-Por supuesto que es una ruta que nos atrae. En el momento en el que planteamos este objetivo lo hicimos desde la base de que era una meta muy atractiva para nosotros. Aunque el año que viene no vayamos a realizar esa travesía entre los dos Gasherbrum, seguirá teniendo una gran fuerza de atracción.

¿Volverán?

-Difícilmente, pero tampoco se puede decir nunca de este agua no beberé.

Les gustan estos líos.

-Nos encantan.

Hablando de su alpinismo, el estilo alpino es una cuestión que les acompaña siempre.

-Siempre no. Es todo fruto de una evolución. Empezamos haciendo expediciones con un corte un poco más clásico, colocando campos en altura e, incluso, instalando cuerdas fijas en algunas rutas que, dadas nuestras capacidades, lo requerían. Con los años, hemos ido aprendiendo y mejorando en este tipo de montañas del Himalaya. Eso nos ha llevado a realizar o a intentar estos últimos años varias rutas con estilo alpino. No renunciamos a otro estilo ni pensamos que cualquier otro modo es malo.

¿Depende del objetivo?

-Sí. También influyen la expedición, las circunstancias?

Acaba de llegar de una aventura. ¿Tiene ya en mente qué puede ser lo siguiente?

-Ni idea. Seguro que seguiremos haciendo montaña y lo que más nos gusta. Intentaremos hacer algo que nos atraiga.