El Tour de Francia es una trituradora, siempre dispuesta la carrera para descontar dorsales. Lo mismo le dan los jerarcas que los parias. Tiene que seguir alimentando su historial de grandes caídos. Tiene la solitaria, siempre despiadada, siempre hambrienta. La etapa de ayer se tragó a Richie Porte, que se estampó en el descenso al Mont du Chat. La caída del australiano resultó pavorosa. Trazó mal, hizo un recto y, a más de 70 kilómetros por hora, se estrelló contra la ladera. El impacto resultó brutal. Porte se quedó tendido en el suelo, con evidentes signos de dolor. Las asistencias médicas de carrera no tardaron en atender al australiano, al que retiraron el casco para inmovilizarle y trasladarle en ambulancia al hospital, donde llegó consciente. El parte médico del BMC confirmaba el parte médico oficial: fractura no desplazada de la clavícula derecha y una fractura del acetábulo -la pelvis derecha- no desplazada. No requieren operación. Asimismo, sufrió abrasiones superficiales en todo el lado derecho de su cuerpo. “El plan es reevaluar a Richie y confirmar que es lo suficientemente estable como para ser trasladado a casa”, apuntó el galeno del equipo, Max Testa.

También tuvo que dejar el Tour Geraint Thomas, uno de los guardaespaldas de Froome y primer líder de la carrera. El galés, segundo en la general, se cayó en el descenso del Col de Biche y se fracturó la clavícula derecha. Además, sufrieron caídas considerable Robert Gesink, con fractura de vértebra, y Manuele Mori que sufre un neumotórax. Sin necesidad de cuidados médicos, fueron un buen puñado los corredores que se quedaron sin Tour al llegar fuera de control: Arnaud Démare, maillot verde de la carrera, Michael Delage; Matteo Trentin y Jacopo Guarnieri, el hermano de Peter Sagan, Juraj Sagan, Jos Van Endem, Mark Renshaw e Ignatas Konovalovas. Todos en el parte de guerra.