chambéry - “Tengo sentimientos encontrados”, dijo lacónico Froome, entero y de pie en lo más alto del podio. Reluciente el británico de amarillo en Chambéry, donde ganó Rigoberto Urán en un dramático sprint con Barguil, después de la travesía infernal a través del macizo del Jura, donde el Tour amplió el estatus de su leyenda. La carrera francesa es una prueba de supervivencia que no admite fogueo. El Mont du Chat y su extrarradio hicieron saltar el Tour por los aires. Lo avisó Froome, el capataz de la carrera. Su dictador. Guante de seda. Puño de hierro. Froome amarilleó aún más su maillot con la bonificación de cuatro segundos que rascó en meta en un día de carreteras asesinas. Aru y Bardet son sus rastreadores. El italiano está 18 segundos, el francés a 54. Son los valientes que persiguen una carambola. Ambos le sostuvieron el pulso en una jornada colosal, una odisea cargada de épica, grandeza y desconsuelo que descontó a Porte, por una caída estremecedora, a Contador y a Quintana, hermanados ambos en la impotencia. Los arcanos de la Grande Boucle guardarán el 9 de julio de 2017 con mimo y reverencia. En el macizo del Jura, la gloria y el drama compartieron colchón. En el altar se posó la talla de Froome.
La etapa, explosiva, adictiva, hipnótica, se disputó a dos tintas. Se escribió en blanco y negro. La etapa reina del Tour fue un canto a la sublimación de la valentía y la supervivencia, un manual de subsistencia para una carrera que nació para que se contaran grandes historia. L’Auto la fundó para vender periódicos y teclear gestas y dramas. Impolutos quedaron Froome, Aru y Bardet. También Urán, al fin ganador. Por el lado oscuro, un pozo negro de miseria y desesperanza, transitó Richie Porte, que acabó en el hospital, víctima de una escalofriante caída en el descenso loco del Mont du Chat. En esa montaña también enterraron a Contador, deshabitado, absolutamente vacío, a más de cuatro minutos de Froome, Aru y Bardet en Chambéry. Quintana, apenas con alguna miga de fuerza, cedió más de un minuto en cinco horas que eliminaron a buena parte de la oposición de Froome. Contador y Quintana no la resistieron subiendo. A Porte y Dan Martin, que salvo el pellejo por el casco, les descabalgaron en el descenso. A Barguil le mató la foto-finish.
El Jura fue un relato para héroes y vencidos. Entre el atracón de montaña, se corrió al asalto, como si no hubiera mañana. La hoguera la prendió la mecha del AG2R de Bardet, que joven e impetuoso desafió al portentoso Sky y su inagotable columna de suministro. Revolución francesa a orillas del Ródano. En el Col Biche, un puerto desconocido, 10 kilómetros al 9,5%, fue el comienzo de una batalla descarnada, cruenta, desalmada. El equipo francés estaba dispuesto a dinamitarlo todo mientras por delante una numerosa fuga abría huella. La muchachada de Froome, con Knees y Kwiatkowski, atemperaba la ascensión. A AG2R no le convenía el vals. Querían rock&roll. Se desbocó una vez coronado el puerto. Llovía. El asfalto, descuidado, el de las carreteras comarcales de antaño, era un quebranto. Hora de los valientes. O de los suicidas. Con el espíritu kamikaze planchado en sus maillots, Gautier y Bardet se quitaron el arnés. Sin frenos. A todo o nada en cuando el Tour no ha alcanzado su meridiano. Ordago a la grande. En un asfalto sin pegamento, con agujeros, y la lluvia como acelerante, Geraint Thomas incrustó la clavícula en la brea y abandono. Antes había caído Jesús Herrada. Una brecha para el blindaje del Sky. Bardet bajaba a tumba abierta. Tenía mirada de enterrador. Quiere el Tour. Aru y Quintana se soldaron al francés, un tipo con agallas, dispuesto a todo. Froome, que se cortó un rato, pudo cerrar el hueco porque el sedal del Sky es largo y resistente. Contador se fue al suelo en eses descenso. Tocado, pero no hundido. El madrileño enlazó. Su caída fue el anunció de su desgracia posterior.
avería de froome Se reagruparon los favoritos en la Grand Colombiere, que se deletreó con el vocabulario del Sky. El valle, después de tanto sobresalto y escalofrío, tuvo el aspecto de un spa. Salió el sol y se ordenó el caos a través de las bridas del Sky, con Landa, Nieve, Henao y Kwiatkowski, descomunal, anudados a Froome. El Sky funciona con la suavidad de un Rolls. El viaje en el lujoso carruaje era un engaño. Sky calentaba los motores del resto, esperando el frontispicio del Mont du Chat. Se temían sus rampas duras, duras, ásperas, pero también su otra cara, la del descenso burlón y sinuoso. Sky dispuso a Henao a guardar el rebaño en el puerto. Dóciles le siguieron el resto. El mecano del equipo británico, reservaba a Nieve y Landa, último relevista. Nunca le falta de nada al británico, emperador del Tour, al que le se le alteró el pulso por una avería mecánica. Masticada más de media subida, Froome levantó la mano para pedir auxilio. Por un instante le sobrevino la sensación de pánico y descontrol. Fabio Aru observó el chapoteo del británico y se disparó. Le atacó por la espalda. Porte y Quintana se cosieron a su dorsal de inmediato. Froome gesticulaba reclamando ayuda. Llegó veloz el coche del Sky y le pusieron en marcha. Reconfiguró el potenciómetro con celeridad. Froome, tecleando aquí y allá. Le esperaban los sherpas. Henao, Nieve y Landa auparon en hombros al británico. Por delante, decidieron parar con la llegada de Porte, que no compartió la treta del italiano. Flair-play. “No vi la avería de Froome”, se defendió a Aru, al que desmintieron las imágenes. Froome le saludó después con un codazo algunas curvas después en Mont du Chat. En ese montaña penó Contador. Anclado, plomizo. Ni Jarlison Pantano, fiel escudero, fue capaz de sacarlo a flote. El hundimiento. El Tour se acababa para el madrileño en la montaña del gato. En las alturas, donde más alto voló Contador se le quemaron las alas al madrileño, arañado por las caídas y desvencijado. A Quintana también le desplumaron en el mismo lugar. “Me faltaron fuerzas”. Abrió gas Froome y el colombiano cerró los ojos. No quería ver su derrota. El estirón del líder deshilachó a Aru, que se movía mucho y avanzaba poco, y desconectó a Bardet. Froome se serenó, tomó algo de aire y Aru pudo recomponerse. Bardet recuperó el resuello.
brutal caída El descenso de Mont du Chat fue un estruendo. Como la caída pavorosa de Richie Porte, que hizo un recto y se estampó contra la ladera. Fue un impacto estremecedor que bien pudo costarle la vida al australiano, que quedo ovillado en la carretera, ensangrentado. Inmovilizado el cuello, fue trasladado al hospital con un traumatismo cranoencefálico. Dan Martin, arrastrado por Porte, también se fue al suelo. Bardet, Froome, Aru, Fuglsang y Urán se encomendaron a su instinto para pedalear una locura. El francés tomó unos segundos y se unió a Barguil, el superviviente de la masiva fuga. Froome habló por los codos y convocó relevarse para apresar a Bardet. En el sprint, Barguil lloró de alegría hasta que la foto-finish le hizo llorar de pena ante Urán. Antes del día de descanso, se alternaron los festejos y las derrotas. Permaneció inalterable el dominio de Froome, al que se le caen los rivales.