detenidas las manecillas del reloj en Milán, junto al Duomo, imponente, Mikel Landa luce orgulloso el maillot azul, el que le consagra como el mejor escalador del Giro del centenario que ayer tocó a su fin en la ciudad del norte de Italia. El de Murgia fue el más fuerte cuando la carretera se puso puntiaguda y una vez finalizada la corsa rosa en el seno del pelotón aún queda una pregunta sin respuesta. ¿Qué hubiera sucedido si no se habría ido al suelo en la novena etapa? Visto lo visto en la última semana es posible que le hubiera disputado a la maglia rosa a Tom Dumoulin. Quién sabe. Lo único cierto es que se ha dejado su impronta en una de las pruebas de más prestigio del mundo. Como también han hecho Gorka Izagirre y Omar Fraile, ganadores de la octava y undécima etapa, respectivamente.

El Giro es, para bien o para mal, la carrera de Landa, en la que más veces ha ganado, un total de tres contando la del pasado viernes, pero esta le debe una revancha. La prueba transalpina le encumbró en 2015 cuando se subió al último peldaño del podio solo por detrás de Alberto Contador y Fabio Aru, su compañero de filas y el motivo principal por el que le frenaron en su ímpetu por retar al pinteño. Piernas le sobraban. Regresó con plenos poderes el curso pasado, alistado ya en las filas del todopoderoso Sky, pero una enfermedad le obligó a bajarse de la bici, de la que le tiró una moto de un policía en la novena jornada, camino del Blockhaus. Ahí se acabaron sus opciones en la general.

Relamidas las heridas, prometió vendetta y no escondió su deseo de luchar por un triunfo parcial. Lo acarició en Bornio, en la etapa reina, pero midió mal y Vincenzo Nibali le ganó la partida; como Tejay van Garderen Ortisei el jueves. Rabioso, herido en el orgullo, se desquitó el viernes con una nueva exhibición camino de Piancavallo, donde honró la memoria de su amigo Michele Scarponi.

Landa cerró el círculo de victorias vascas en el Giro que inició Gorka Izagirre en la octava jornada de competición. El guipuzcoano se impuso a Giovanni Visconti y Luis León Sánchez en las rampas de Pischici, junto al mar Adriático. El mayor de los Izagirre emuló la gesta de su hermano Ion, quien se hizo con una etapa en el Giro de 2011. Separados sus caminos, tal vez para volver a unirse el próximo año, la carrera italiana ha supuesto un punto de inflexión en la carrera de ambos. Como en la de Omar Fraile. El santurtziarra se coronó en Bagno di Romana, donde venció al sprint a un reducido grupo en el que rodaba,entre otros, Rui Costa. Pegado a su rueda en los últimos kilómetros, consciente de que era la que había que seguir, arrancó con fuerza para festejar su primera gran victoria. Nada más y nada menos que en la corsa rosa.

trabajo y sacrificio Izagirre, Fraile y Landa fueron la cara más visible del ciclismo vasco en las carreteras italianas, pero de notable fue también el rendimiento de otros, con mención especial para Víctor de la Parte, de estreno en una grande, y parte importante del segundo puesto obtenido por Nairo Quintana en la general. El gasteiztarra mostró su mejor nivel en la tercera y última semana, como Igor Antón y Julen Amezqueta, que se dejaron ver en un par de escapadas de mucho nivel. Como en la que ganó Landa. En Piancavallo, Pello Bilbao, gris en las primeros días de competición, fue cuarto y, en cierta manera, se desquitó de su mal arranque.

Un Giro del centenario con gran presencia vasca. Tres victorias de etapa y el maillot de líder de la montaña. Bravissimo.