MÁLAGA - “No me gusta que se ponga en entredicho la capacidad de mis jugadores, eso no lo tolero, porque son buenos y lo han demostrado sea cual sea el rival”, dijo ayer con tono de indignación Míchel, el entrenador del Málaga, de glorioso pasado madridista, sobre quien se fija el foco de este apasionante final de LaLiga. Tanto si el equipo andaluz, que nada se juega, gana al Real Madrid, y sobre todo si pierde, el técnico malaguista cobrará un incuestionable protagonista. Sin embargo hay otra situación cargada de lógica: El Real Madrid alcanza el último encuentro con los deberes hechos y en forma. Un empate le sirve para ganar el título liguero, un torneo esquivo para los blancos en las últimas temporadas. El Barça debe ganar y aguardar la derrota madridista para entonar el alirón.

Luis Enrique es consciente de la dificultad de la empresa, y por eso se expresó ayer con resignación: “El único objetivo es conquistar los tres puntos y, si luego se da la carambola, a celebrarlo y, si no, a felicitar al campeón. Hay que ganar con buen fútbol y que la gente se lo pasé bien”, destacó el técnico asturiano, que hoy se despide del Camp Nou, aunque recordó: “Yo no me voy. El año que viene estaré en la grada con todos los culés. Agradecer lo afortunado que he sido como jugador y entrenador. Tengo un sentimiento de mucho cariño a Cataluña, mi mujer es catalana y mis tres hijos también. Solo tengo palabras de agradecimiento. He intentado devolver la confianza con mi trabajo y siendo el máximo de simpático”, dijo, provocando risa entre los periodistas.

De momento, el estadio de La Rosaleda recuerda a los sucesos de las temporadas 1991-92 y 1992-93, cuando el Real Madrid perdió en la última jornada en Tenerife y, contra pronóstico, el Barça añadió dos títulos más en su palmarés.

Dos antecedentes que el técnico azulgrana, Luis Enrique Martínez, vivió en primera persona vestido de blanco y que, 25 años después, espera que se repita en su último partido sentado en el banquillo del Camp Nou.

Antes de pensar en una eventual derrota del Real Madrid, el Barcelona deberá hacer los deberes ante el Eibar, un rival que como el Málaga se juega poco en la Liga.

La despedida de Berizzo Además de la lucha por el título, en juego están las dos plazas que dan derecho para disputar la próxima Europa League (la otra se la reserva el campeón de Copa que, de no ser el Alavés, irá para el séptimo clasificado liguero). El Athletic se la juega en el Vicente Calderón en una jornada para la nostalgia, y la Real Sociedad en Balaídos ante el Celta, donde ayer su técnico Eduardo Toto Berizzo hizo público que no continuará al frente del equipo celeste la próxima temporada.

En su despedida, Berizzo deslizó un reproche al dueño del Celta, Carlos Mouriño, que no hizo lo suficiente para lograr su renovación. “Hice mucha fuerza por quedarme, y me he comportado con honestidad profesional y personal. No tengo ningún plan B, ni lo tuve ni lo tendré. Toda mi energía estaba puesta en continuar aquí porque es un lugar que adoro. Mis hechos respaldarán mis palabras, me iré a casa a descansar”, comentó el técnico argentino en rueda de prensa.

Berizzo se marcha después de hacer historia: devolvió al equipo a una competición europea diez años después, lo clasificó para jugar dos semifinales de Copa de manera consecutiva y lo metió, por primera vez, en las semifinales de la Europa League. Por eso la Real teme a un Celta con ganar de despedir a su técnico como se merece.