Duración: 52:20 minutos de juego.
Saques: 3 de Olaizola II (tantos 9, 11 y 13) y 4 de Bengoetxea VI (tantos 8, 9, 11 y 14).
Faltas de saque: 1 de Bengoetxea VI.
Pelotazos: 214 pelotazos en juego.
Tantos en juego: 6 de Olaizola II y 10 de Bengoetxea VI.
Errores: 8 de Olaizola II y 3 de Bengoetxea VI.
Marcador: 0-1, 1-1, 1-2, 2-2, 2-3, 3-6, 3-7, 4-11, 4-12, 5-14, 5-15, 6-17, 6-18, 7-18, 9-19, 10-19, 11-20, 12-20, 13-21 y 13-22.
Botilleros: Ejercieron de botilleros Asier Olaizola (con su hermano Aimar) y Asier García (con su primo Oinatz).
Incidencias: Partido correspondiente a los cuartos de final del Manomanista de Primera de la LEP.M disputado en el frontón Labrit de Iruñea. Buena entrada.
iruñea - Un salto ligero, pero rápido. El impulso. Postura de dantzari: pierna izquierda en el aire, derecha estirada, brazos abiertos. El saque, un arma más, para una navaja suiza como Oinatz Bengoetxea. Estilista en el gesto, el leitzarra revisa el arsenal al iniciar la batalla. Puro caos en un camino de baches que es el Manomanista. Pura aceleración. Velocidad explosiva para colocar una corona de espinas a Aimar Olaizola, que venía asustando, inquieto, incómodo: lobo enjaulado, camino repetitivo y problemas de gestión. Una cárcel. En el centro de la cita de cuartos de final, en la que debutaba, Oinatz se erigió como un absoluto dominador. Cogió el compás, trazó el círculo perfecto, una eliminatoria genial de cabo a rabo, controlada, quizás lo que en anteriores ediciones se le podía achacar. Al explosivo manista navarro, puro fuego, volcánico por la rapidez de un tren inferior inteligente y descarnado, se le decía que en contiendas de altos vuelos ante adversarios de talla gigante como Aimar o como Irujo, piedras constantes, muros infranqueables, le faltaba la rigidez de una propuesta lineal: fuego de inicio a fin, sin altibajos, sin baches, sin regalos. La cara norte del Eigerpersonificada en dos figurones que tienen su nombre en la historia.
Ayer contestó y dio un puñetazo en la mesa. Oinatz es otro. Si bien mantiene la compostura de una exposición visceral y rayana al desafío al tiempo, el leitzarra ha encontrado la serenidad del todo. El caos ya no es una cizalla ante gigantes. El navarro maniató a Aimar, que venía de sacar músculo ante Aitor Mendizabal, hambriento de gloria, sin temblor en el pulso. El goizuetarra amaneció desnortado e incapaz de ponerse: reflejo roto por la velocidad, de la batalla a pura dentellada, a sotamanos. Fueron duelistas desde el estómago. Entretanto, Oinatz fue más: sólido, rápido, inteligente; y Aimar pagó las deudas: demasiados yerros -algunos por centímetros- y sufrimiento a raudales. De hecho, al goizuetarra solamente le salieron las cosas cuando le cambió el chip y se tiró al tajo por encima del talento. Sin gancho no hay paraíso.
Desde la postura del dantzari con el primer disparo, Oinatz sacó rédito a su guion. Una hoja de ruta clara. Kamikaze con sentido. El ritmo de la bestia. Sumó cuatro tantos desde esa suerte, pero además se apuntó el dominio del juego con las dificultades al resto de Aimar, en el perfeccionamiento del mordisco de Olaizola II.
Aunque el inicio fue un reparto de golpes, llegando al empate a dos con un tanto y un fallo de cada duelista, un sotamano errado del exquisito goizuetarra puso el primer cimiento al triunfo del genial y serio Oinatz. A raíz de ahí, la falla en el luminoso se abrió de modo espectacular. Un primer round de vértigo. Bengoetxea pegó más y mejor. Sumó una dejada y su contrincante tiró otras dos pelotas. 2-6 para abrir boca en un inicio espídico y peloteado.
Cosa rara en Aimar columpiarse tanto en el error. Una dejada en el txoko le salió rana y, con el 3-7, Oinatz dio otro estirón: dos saque seguidos, un pelotazo atrás impulsado por su defensa y otro saque. 3-11.
Olaizola II, tocado, no supo responder y Bengoetxea siguió alargándose hasta el 5-17 y el 6-18. Siempre, bajo el amparo del saque y de un peloteo frenético, efectivo y bonito. Fue entonces cuando sumó sus primeros tantos seguidos el colorado (9-18 y 13-20). Ya estaba todo el pescado vendido. Aun así, se nota siempre su aliento.
En esta ocasión, el compás de Oinatz cerró el círculo. La revuelta del goizuetarra fue solo maquillaje. El pizpireto delantero de Leitza vuelve a las semis del Manomanista con justicia.