DOHA - “Cuando llegas a Yamaha sabes que es para ser campeón”; “solo vale ganar desde la primera carrera. Soy muy competitivo”; “en mis planes no entra quedar segundo o tercero”. Estas son algunas de las palabras que ha lanzado Maverick Viñales a los cuatro vientos en los albores del Campeonato del Mundo de MotoGP de 2017. ¿Un discurso osado, fanfarrón, inconsciente...? Largar semejante asunción de responsabilidad, la mayor posible, es algo muy poco o nada usual en el mundo del deporte de élite, donde los escudos anteceden a los hechos, donde la mayoría se parapeta con la prudencia, donde lo común es difuminar los objetivos por si las cosas se tuercen y uno tiene que tragarse sus propias palabras, que retornan con el efecto bumerán, y ahí es cuando brotan los detractores, para señalar al pecador. Semejante palabrería solamente se sustenta con resultados, casando aspiraciones, intenciones, con éxitos. Maverick Viñales no mentía. En su debut con el equipo oficial Yamaha ha elevado su categoría a los altares del motociclismo. Chulesco como se le ve, igualmente se manejó sobre el asfalto de Losail, en un Gran Premio de Catar del que ha surgido una nueva estrella para el firmamento de las dos ruedas.

Cualquier atisbo de sorpresa porque no rodaba en la zona delantera fue eso, un espejismo en los compases inaugurales. Viñales demostró saber estar, capacidad para dejar madurar la situación y ver con perspectiva de 20 vueltas -en lugar de las 22 programadas y que la lluvia obligó a rebajar-, porque a una ya demostró que tiene talento: salía desde la pole merced a su mejor registro el viernes, puesto que el sábado no hubo tanda de calificación. Mack se dejó engullir para asentarse en la quinta posición que ocupó la mayor parte de la carrera que estrenó el curso 2017. Eso sí, con el guante echado al cuarteto de cabeza. “No quería estresar el neumático”, confesó. Zarco lideraba entonces la estampida. El galo, debutante en la categoría reina, mandó seis vueltas, para, sin mesura, ahijado del exceso, besar el asfalto. Llegó a fabricar más de un segundo y medio de ventaja y se quedó con la vuelta rápida de la carrera. La positiva imagen que dio a buen seguro que tendrá secuelas.

Entonces el desfile pasó a encabezarlo Dovizioso con su obús que es la Ducati. La recta de meta era el hogar de sus esperanzas. Allí devoraba motos. Un matadero. Iannone era quien le apretaba con la brillante Suzuki, otro misil tierra-aire. Expectante, Marc Márquez, tercero, dejaba fluir. Pero lo que parecía conservadurismo no fue tal. No estaba cómodo. Se vio cuando Viñales cambió de tercio, cuando espoleó sus intenciones. Pero antes Iannone cedió a su ambición. Se dio de baja producto de su inclinación. La selección la hacía Losail y su sucio trazado, además del ímpetu descontrolado en esta carrera inicial, donde los nervios se confrontan con las ilusiones. Lorenzo, mientras, se pasó de frenada en la primera vuelta y su carrera quedó hipotecada. Terminó undécimo.

Dovizioso ganó protagonismo. Y mientras Viñales y Rossi recuperaban terreno, Márquez se iba apagando hasta quedar aislado en tierra de nadie, en una discreta cuarta plaza.

Viñales pasó a la acción. Aconteció una secuencia de adelantamientos dignos de marco y pared. Viñales-Dovi y viceversa. Rossi era testigo de quién es el nuevo inquilino de Yamaha, el novato de 22 años. Viñales se instalaba líder en las zonas reviradas, pero Dovi recuperaba la plaza en la recta de meta. Mack cambio de estrategia. Cobró oxígeno, se dio un par de vueltas de relax y a dos del final atacó como si jamás fuera a volver a ver un nuevo amanecer. Dovi perdió unos metros y, sin rebufo, su motor no fue capaz de catapultarle. Viñales se fugaba. Solo. Brillante. Con maniobras espectaculares, agresivas y arriesgadas como pocas. Y con este arreón dejó anclado también a Rossi, que bastante tenía con verse en el podio, tercero tras Dovi. “Necesitamos un milagro”, versaba días atrás. Ayer se congratulaba. “Si tuviera que apostar, no lo habría hecho por mí”, confesó ayer, cerciorándose de que su mayor enemigo vuelve a estar alojado en su box. Y es que Viñales ya es historia: el segundo piloto más joven en ganar con dos marcas distintas en la máxima cilindrada, tras Mike Hailwood. “Estoy muy contento”, decía el de Roses, como si la cosa no fuera con él. Un tipo coherente con su discurso. Un campeón en potencia.En Moto 2, el italiano Franco Morbidelli (Estrella Galicia 0’0 Kalex) ganó el gran premio de manera clara y convincente mientras que en Moto 3, Joan Mir (Honda) se adjudicó la victoria.