Dice Mikel Larunbe que una de las mayores virtudes que ha encontrado en sí mismo en su participación en el presente Parejas de Primera ha sido la de trabajar la psicología en los encuentros para volverse a levantar de las caídas. Incide en ello. La historia del galdakoztarra como ave fénix viene ya de años atrás, cuando las lesiones y la falta de confianza le atenazaron el pescuezo, pero él siguió erre que erre, peleando por soñar. Las oportunidades le llegaron después de su segunda final del Parejas de Segunda. Las aprovechó durante todo el verano y entró por la puerta grande a la competición más importante para los guardaespaldas. Siendo novato en el torneo ha vivido de todo: días buenos, días malos y días regulares. Como ya hizo en sus primeros cursos, peleó por revolverse, por encontrarse a sí mismo. Larunbe es un luchador.

“En la competición y en la élite la fortaleza mental es lo más importante”, relata el manista de Galdakao. Larunbe es consciente de que es complicado controlar el vértigo en la montaña rusa. “Para el rendimiento físico y técnico entrenamos todos los días, pero lo que te hace fuerte mentalmente son las situaciones complicadas y tener a gente al lado que te ayude”, concreta y apostilla que “en mi caso, tengo a Bengoetxea VI. Hay que aprender y sacar lo positivo de los momentos difíciles”. “Lo mejor es que en este campeonato estoy aprendiendo a gestionar estos altibajos. Ha habido momentos críticos, pero les he dado la vuelta”, admite Larunbe. Y es que, fue adverso el duelo en el Kurtzea, en el que pasó un calvario. Aprendió y encontró el camino a la liguilla de semifinales, en la que, con otra epístola al esfuerzo, sumó su primer punto ante Olaizola II-Untoria. “Hemos llegado a semifinales luchando y sufriendo muchísimo. En el Labrit sufrimos tela marinera, pero hay que seguir así. Luchamos a muerte. El premio es muy grande”, desvela.

De hecho, alude el de Galdakao a que en la persistencia de su propuesta estuvo parte del premio de Iruñea, ya que el vizcaíno comenzó frío, tocado, y acabó imperial. “La clave fue no venirme abajo. Se trató de un compromiso de semifinales, con el frontón lleno, ante dos rivales de entidad, que empezamos 12-3 perdiendo y con todas las condiciones adversas, pero si algo me ha enseñado el campeonato, y es muy importante para mí, es a darle la vuelta a las situaciones y a creer en mí mismo. ¿Por qué no íbamos a cambiar el rumbo del partido? Muchas veces no se puede, pero, por lo menos, hay que luchar”, anuncia Larunbe. Tambores de guerra. “No hay que esperar a que venga el chaparrón y que pase. No, hay que tirar para adelante, pase lo que pase”, argumenta el joven zaguero de Galdakao.

Parte de la culpa la tiene su compañero de gerriko. Oinatz Bengoetxea es un puntal en el juego desde las entrañas y domina con su visión de juego. “Oinatz es un luchador nato y lo demuestra en todos los campeonatos. Eso se transmite. Siempre me he considerado un luchador y, junto a él, más, porque lo transmite. Me enseña cómo sufrir y cómo tirar hacia adelante. Contagia positivismo”, analiza el pegador, quien desbroza que “ha crecido la confianza en mí mismo. Sí que habrá momentos en los que baje ese nivel de confianza, pero sé que puedo darles la vuelta y mostrar esa versión. Esa psicología es importantísima a estas alturas”.

Premio al trabajo Mikel Larunbe lleva cuatro años en el ruedo profesional, en los que las ha visto de todos los colores. Ahora, en un buen momento, a pocos metros de la final del Parejas -una victoria en el duelo del domingo en Donostia ante Irribarria-Rezusta y el triunfo de Olaizola II-Untoria el sábado les mete de modo matemático-, considera que “el trabajo está teniendo su fruto”. “Tengo mucho que aprender, pero estar en el Parejas fue un premio al trabajo en la sombra. He metido muchas horas con Josetxu Areitio. Muchas. En esos meses que andaba sin confianza, entrené a tope y, sobre todo, creí que podía. He puesto de mi parte y me han ayudado hasta ahora”, remacha.