“Tengo que encontrarla. Tengo que encontrarla. Tengo que encontrarla”. Lo que empezó siendo un murmullo, terminó casi como un grito desesperado en la garganta de Kyle Shanahan. El coordinador ofensivo de los Atlanta Falcons recorría todos los rincones del estadio escoltado por un agente de seguridad de la franquicia. Husmeaban como sabuesos en cada recoveco a la búsqueda de un tesoro. Shanahan había acudido a una rueda de prensa media hora antes y en ella había extraviado su mochila. Su despiste no hubiese tenido importancia si no fuese porque dentro de esa bolsa estaba el libro de jugadas que su equipo va a poner en práctica esta noche en la Super Bowl contra New England Patriots. Así que sí, efectivamente, le iba la vida en encontrar su mochila.

A Shanahan el fútbol le corre por las venas, no en vano es hijo de Mike Shanahan, quien entrenó a Los Ángeles Raiders, Denver Broncos y Washington Redskins. Cuando tenía 28 años se convirtió en el coordinador más joven de la NFL y la semana que viene, con 37 años, firmará por los San Francisco 49ers como entrenador principal, el segundo más joven de la liga. Así que perder la Biblia con todo el trabajo preparado a menos de una semana del partido más importante del año también haría que Kyle Shanahan escribiese su nombre en la historia del fútbol americano, pero de una manera mucho más deshonrosa. Al final la mochila apareció. Estaba en manos de Art Spander, un periodista del San Francisco Examiner. El plumilla, de 78 años, ha vivido esta semana muy emocionado porque cubre la Super Bowl por cuadragésima ocasión en su carrera. Quizás eso le hizo equivocarse en la sala de prensa y coger la mochila de Shanahan en lugar de la suya, que estaba al lado. Spander, según él, nunca fue consciente de que tenía en su poder algo tan valioso. “He metido la pata antes, pero nunca he cogido la bolsa equivocada. No sabía que tenía el plan de juego”, explicaba apurado después del incidente. Es más, su alivio al encontrarse con el coordinador de los Falcons no fue por poder devolver la mochila al técnico, sino porque él podía recuperar su propia bolsa: “¡Yo estaba preso del pánico porque él tenía mi ordenador!”.

La anécdota de Shanahan y Spander sirvió para aportarle vidilla a la semana más intensa del año en cuanto a fútbol americano se refiere. Hoy el NRG Stadium de Houston acogerá la LI Super Bowl, un apasionante duelo entre los casi perfectos Patriots de Nueva Inglaterra y los sorprendentes Falcons de Atlanta. Los segundos llegan a la final bailando al son marcado por Dan Quinn, un técnico que solo ha necesitado dos temporadas como entrenador principal para alcanzar el codiciado pulso por el trofeo Lombardi. Lo ha hecho dejando que Shanahan pula su ataque (aun perdiendo el libro secreto de las jugadas) y permitiendo que Richard Smith, el entrenador de la defensa, juegue a ser Dios con una bandada de polluelos. La campaña ha sido histórica para la franquicia, puesto que supone su segunda participación en la Super Bowl, después de que perdieran la de 1999 ante Denver Broncos.

La defensa de los Falcons de esta temporada, si finalmente sale campeona, será digna de estudio en años venideros. No es la mejor defensa, ni falta que le ha hecho. Llegar a la Super Bowl con más de la mitad del equipo defensivo compuesto por jugadores novatos o de segundo año es toda una proeza. En los primeros diez partidos de la temporada regular el equipo concedió una media de 28,3 puntos por envite, lo que les colocaba como la cuarta peor defensa del campeonato. Pero su jornada de descanso sirvió como punto de inflexión. En las siguientes 6 jornadas solo encajaron 20,5 puntos por partido gracias a la impronta de novatos como Keanu Neal, Deion Jones o Brian Poole y a jugadores de segundo año como Vic Beasley, Jalen Collins y De’Vondre Campbell. Su obra cumbre se dio en la final de conferencia, en la que dejaron en la cuneta a unos Packers que llegaban con ocho victorias consecutivas, anotando más de 30 puntos en las últimas seis. Los Falcons consiguieron dejar a los de Green Bay en cero puntos en la primera mitad y solo cedieron 21 puntos cuando todo estaba ya más que decidido.

ENFRENTE, DOS LEYENDAS El propio Bill Belichick, el ya legendario entrenador de los Patriots, no ha dudado en confesar que le impresiona la velocidad defensiva del equipo de Atlanta. La de este domingo será otra muesca más en la trayectoria de Belichick, que llegó a Nueva Inglaterra en 2000 y disfruta ahora de su séptima Super Bowl. Si venciese el domingo, el técnico elevaría a la franquicia hasta los cinco campeonatos, una cota en la que conviven Dallas Cowboys y San Francisco 49ers, a la estela de los Steelers de Pittsburgh, que tienen seis Super Bowl.

Belichick ha superado el nivel de técnicos como Lambeau o Lombardi. Su trabajo es para muchos la mejor universidad de fútbol americano. No en vano, siete de sus asistentes han llegado a ser entrenadores principales de la NFL y otros siete han ocupado el cargo en equipos de la NCAA, la liga universitaria. Esta temporada, además, las circunstancias permitieron que el entrenador hiciese todo un alarde de recursos tácticos y estratégicos. Los Patriots vieron cómo su estrella, el quarterback Tom Brady, era finalmente sancionado cuatro partidos por el deflategate, el caso de los balones deshinchados en la final de conferencia contra los Colts de Indianápolis en enero de 2015. Cuando todo el mundo esperaba que esa ausencia hiciese bajar enteros el juego de los Patriots, Belichick se sacudió la caspa de los hombros despreocupado y cambió el estilo de juego para que el quarterback Jimmy Garoppolo explotase sus virtudes en el juego de pases cortos. Por si fuera poco, también le dio la oportunidad al novato Jacoby Brissett, un mariscal de campo al que le gusta correr. Dos quarterbacks diferentes, dos Patriots diferentes.

Una vez cumplidos los cuatro partidos de sanción, Brady volvió al pocket y la vida transcurrió como si nada hubiese pasado. Los Patriots, que en la última década todos los años han cosechado al menos 12 victorias, firmaron al final de la campaña regular un balance de 14 triunfos y 2 derrotas. En las estadísticas brilla otra muestra de su potencial: solo 250 puntos encajados, lo que le deja como el menor registro de la competición, y 441 puntos anotados, el tercero de la NFL.

Brady, cuya carrera ha ido en paralelo a la histórica trayectoria de Belichick en los Patriots, está a punto de cumplir los 40 años. Se especula con que, al igual que hizo Peyton Manning hace un año, pueda anunciar su retirada después de este partido, sobre todo si se proclama campeón. Si Tom Brady consigue su quinta Super Bowl, podrá ser gracias a sus magníficas dotes de juego, o quizás gracias a las geniales jugadas diseñadas por Belichick. O quién sabe. Quizás sea porque media hora sea demasiado tiempo para dejar el libro secreto de las jugadas en manos de un experimentado periodista como Art Spander. Esa es la pesadilla que durante toda la semana ha atormentado a Kyle Shanahan.