Se le puede llamar destino o simplemente azar, la cosa es que casi a última hora, sin tener pensado participar en él, Óscar Romero (1975, Langraiz Oka) se vio de lleno inmerso en la aventura de enfrentarse al Dakar. Unos amigos portugueses, entre los que se encuentra el piloto afincado en Gasteiz Fausto Mota, montaron un equipo para enfrentarse a la prueba más exigente del mundo del motor y uno de ellos sufrió una rotura de tibia y peroné. Una vacante quedó disponible y la puerta de Romero sonó. El alavés no se lo pensó dos veces y, aunque acudir a Sudamérica no entraba en sus planes, no desperdició la oportunidad de hacer el viaje de su vida. A poco menos de una semana para arrancar, el piloto de Langraiz está preparado para enfrentarse a las dificultades del Dakar.
Estar en el lugar y en el momento adecuado pueden cambiar muchas trayectorias deportivas y ese es el caso de Romero. Su aventura en el Dakar comenzó haciendo una carrera de bicicleta, la Titan Desert concretamente. El alavés y Mota estaban compitiendo y entonces al portugués le llegó una llamada, un compañero suyo que iba a acudir al Dakar se había lesionado. La solución la tenía al lado. “Fausto me dijo que fuera al Rally de Merzouga para aprovechar la inscripción. Luego, también me animó a ir al Dakar y surgió todo de sopetón, pero estoy muy ilusionado”, explica Romero. Las ganas de vivir una gran aventura fueron el motor, pero el impulso definitivo fue otro muy distinto y mucho más importante: “Mi padre falleció el año pasado en enero. Siempre me ha visto correr y me ha apoyado en las carreras, así que decidí hacerle este homenaje”.
Este no es el primer coqueteó del langraiztarra con el Dakar. En 2005 su sueño estuvo a punto de hacerse realidad. Lo preparó todo, máquina y cuerpo. La ilusión era máxima, pero se chocó en el último momento con las estrictas exigencias de una organización saturada por el gran número de inscripciones. “Monté un equipo de quad y teníamos todo cerrado, pero en septiembre me echaron para atrás. Había overbooking de pilotos y en ese año, además, los quads no estaban muy bien vistos, no querían que fueran”, recuerda. Fue un duro mazazo. El sueño se quedó en sueño y Romero despertó de golpe. El Dakar quedó en el olvido y aparcó completamente la idea de participar en él para centrarse en otros retos: “Después de todo el esfuerzo que hice, me lo quitaron de un plumazo. Tuve mucha desilusión y no quería correr. No tenía ninguna intención de ir, ni este año, pero coincidencias de la vida, ha salido y estoy muy ilusionado”.
Los acontecimientos han surgido a toda velocidad y eso ha provocado que la preparación de Romero sea más corta de lo habitual. El alavés se ha enfrentado a una contrarreloj para llegar en las mejores condiciones posibles. Sin embargo, una buena base le ha ayudado a no tener ningún problema en el aspecto físico. “Estoy todo el año haciendo deporte. Todos los días voy al gimnasio, hago duatlones, carreras de montaña, bicicleta? físicamente creo que estoy preparado. Luego, de septiembre hasta aquí he estado entrenando moto todos los fines de semana, sin perderme ni uno”, cuenta Romero. El motor y el deporte, estas dos pasiones con las que convive cada día, han sido una ayuda fundamental. Sin embargo, no solo se ha tenido que adaptar físicamente. El piloto de Langraiz está acostumbrado a pilotar en quad, ese es su punto fuerte, y ha tenido que cambiar su conducción para poder adaptarse a la moto: “Al principio me costaba un poco, ya que la técnica se parece más a la de un coche que a la de la moto”.
La navegación Otra de las dificultades a las que más teme el piloto de Langraiz es a la navegación. La carrera está llena de trampas y no perderse mientras se viaja a esas velocidades no es sencillo. “Lo que más difícil se me ha hecho es navegar. Los que van delante, Txomin Arana y toda esa gente, son superhéroes, porque les da tiempo en un vistazo a saber dónde tienen que girar o a dónde ir”, apostilla Romero. Aunque reconoce sentirse bien en el aspecto físico, la altura por la que transcurrirá la carrera se le presenta como una dura incógnita: “Le tengo un poco de respeto al mal de altura, nos han dado unos consejos, pero tenemos esa incertidumbre”. Por lo demás, el alavés no teme a nada, todo lo contrario, quiere que el “Dakar sea duro”. Le va la marcha, sufrir para lograr su objetivo.
Esta será la primera participación de Romero en el Dakar, pero no su primera estancia en la prueba. El alavés ha ejercido de mecánico dos veces dentro del equipo de Miguel Prieto. El piloto será un novato en carrera, pero sabe muy bien de qué va la cosa y no le pillara por sorpresa el ritmo al que hay que hacer todo. “Sé que es una carrera estresante y que tendré que concentrarme mucho. No puedo distraerme con elementos externos como andar paseando por el pueblo o mirando los coches de los demás”, afirma. Los ojos de Romero estarán puestos nada más que en la carrera. Sabe perfectamente que el Dakar no permite despistes ni descanso y utilizará su experiencia como mecánico para salir adelante como piloto.
Debido a ello, conoce bien la fórmula del Dakar y cómo llevar a cabo cada reto. En el caso de Romero y su equipo, el objetivo final no es otro que terminar y por eso han preparado una Yamaha acorde a su fin. “Hemos hecho una moto sencilla. Todo está a la vista por si tenemos un problema para repararlo rápido. Es una moto que para terminar está muy bien. No es para estar adelante, pero nos da mucha seguridad”, explica. Sin embargo, hasta ahora la Yamaha no solo ha respondido en fiabilidad, también ha demostrado que es capaz de correr y en las pruebas previas preparatorias “hemos conseguido buenos resultados”. Además, para tener más seguridad, el equipo en el que está integrado Romero contará con el apoyo de otras siete personas para ayudar en lo posible. Una buena escuadra que pretende cumplir ese sueño olvidado que por cuestiones de azar se ha convertido en realidad.