VITORIA - Tras un periplo que le ha llevado a aprender de los mejores en plazas balonmanísticas como León, Zamora o Benidorm, Borja Arnedillo vuelve a Gasteiz con ganas de liderar el proyecto del Club Balonmano Gure Auzune en Primera Estatal. A pocas horas de debutar en liga en casa, el joven técnico alavés (Vitoria-Gasteiz, 1986) repasa vivencias y sensaciones relacionadas con su pasión: el balonmano.

¿Qué le atrae del Gure cuando surge la opción de volver a Vitoria?

-Sobre todo el crecimiento que he visto en el club en los últimos años. Hay un equipo directivo amplio que trabaja para que todo funcione, una persona como Unai Rubio que se implica en todo y unos jugadores que tenían ganas de que yo estuviera aquí y eso te hace sentirte querido. Creo que era lo que necesitaba, estar tranquilo en un lugar en el que voy a trabajar a gusto con la gente.

¿Qué equipo se encuentra?

-Creo que somos un equipo bastante competitivo. Tenemos nuestras limitaciones por estar donde estamos pero es un equipo muy completo, en el que todos los jugadores aportan para ser más fuertes. Si me pidieran hacer hueco a un fichaje quitando una ficha no podría quitársela a ningún jugador. Claro que nos vendrían bien uno o dos jugadores más para el centro defensivo, donde ahora estamos sufriendo la baja de Iker Otegi, pero tengo un equipo competitivo. ¿Para no bajar? El objetivo puede ser ese, pero el equipo tiene que tirar de orgullo, sacar pecho y a base de trabajar y trabajar para ver hasta donde podemos llegar.

¿A qué limitaciones se refiere “por estar donde estamos”?

-Hay pocas opciones de fichaje en nuestro territorio por la falta de equipos. En Benidorm, por ejemplo, había 27 equipos en 50 kilómetros a la redonda y yo podía llamar a un jugador para reforzar una posición determinada. Aquí, en chicos, solo existen el Gure y Corazonistas.

¿Cómo está la salud del balonmano?

-A nivel nacional el balonmano después de la crisis experimentó un cambio y los clubes se han tenido que reinventar. Cuando yo llego a Ademar León, el club tenía un presupuesto de tres millones de euros y ahora tiene uno y esa caída económica se ha dado en todos los clubes. Antes la prioridad era fichar jugadores y después, los clubes comenzaron a mirar a la cantera. De hecho, yo viví el ascenso a Asobal del Zamora con un modelo de club que llevaba diez años igual. Prácticamente con la misma plantilla que había subido de Segunda a Primera, invirtiendo en base y en los jugadores que ya estaban y que funcionaban, conseguimos llegar a la élite de Asobal. Hubiera sido impensable antes de la crisis. Han surgido más clubes de base y las entidades han empezado a darse cuenta de que lo que mantiene un equipo hoy por hoy es la cantera.

¿Es la manera de sobrevivir?

-Sí, por eso fue muy importante para mi ver que el Gure Auzune trabaja en esa línea, que creo que es la clave para el futuro. Tenemos ya tres equipos de cantera, tenemos convenios con colegios y seguimos intentando crecer y entrar con el balonmano en otros centros.

¿Cuál es el panorama en Álava?

-Si falta algo en Álava es precisamente balonmano escolar. En su día colaboré con la Escuela Iker Romero y salían equipos en los colegios pero cuesta mantener eso sólo con gente de clubes si no se involucran desde los propios centros. Necesitamos gente como Diego Martínez de Antoñana en Coras o Txomin en Mendebaldea, que tengan una relación directa con el centro y una implicación casi vocacional muy fuerte para poder sacar chavales. Lo ideal sería tener en Álava cien o doscientos alevines y a partir de ahí construir la pirámide.

Vuelve a Vitoria, ¿con qué se queda de este periplo por León, Zamora y Benidorm?

-Hoy me ha llamado un jugador al que entrené en León para felicitarme por el fichaje por el Gure y charlar un rato. Y comentamos que si algo te queda del balonmano es dejar amigos por donde has pasado. Eso es lo más importante que me llevo. En lo deportivo me quedo con el Campeonato de España juvenil de 2012 que le ganamos con el Ademar al Barcelona en el Palacio de los Deportes de León. Fue espectacular, con más de 2.500 personas para ver un partido de juveniles. En León se vive el balonmano de una forma envidiable.

¿Buscaba vivencias como esa cuando decide salir de Vitoria?

-Quería ver cómo era. Te plantean la posibilidad de ir a un sitio como León y cualquiera que se dedique al balonmano tiene curiosidad por ir a, en mi opinión, la ciudad más importante del balonmano en España. Fui esperando poder jugar. No pudo ser y ahí se abrió la puerta a ser entrenador. Juan Moreno, que fue seleccionador chileno y que ascendió con Aranda a Asobal, entrenaba al equipo de Primera en León y fue el que me animó a empezar a entrenar. No desaproveché la oportunidad de aprender al lado de un entrenador como él, con quien una temporada parecían siete de aprendizaje.

También ha trabajado con otros grandes entrenadores como el nuevo seleccionador nacional Jordi Ribera o su predecesor, Manolo Cadenas. ¿Qué le han transmitido?

-Todos los buenos entrenadores son absolutos enfermos, gente que respira balonmano 25 horas al día. Jordi Ribera me confesó al terminar una temporada en León que solo había ido a pescar dos veces ese año, y eso que era una de su grandes pasiones. Todos los domingos estaba en la oficina a las nueve de la mañana porque su rutina era trabajo, trabajo y trabajo. Juan Moreno es otro enfermo absoluto del balonmano, igual que Manolo Cadenas. Manolo me decía “déjame los trabajos que yo me levanto a las cinco de la mañana y lo miro”. Con Manolo Cadenas hacía los vídeos y él me pedía los cortes, cómo los quería y yo los montaba para que lo viera el equipo. Preparando el del Hamburgo, nos mandaron unos vídeos que yo no podía ver, no podía transformar el formato en el que estaban para poder trabajar con ellos por el motivo que fuese. No era capaz y le dije a Manolo la víspera del partido, a las nueve de la noche, que no podía hacer el vídeo y que no me daba tiempo de hacer nada antes del partido de Champions del día siguiente. Pues Manolo Cadenas pasó los vídeos a VHS y, no sé cómo, se pasó la noche montando el vídeo en ese formato y al día siguiente apareció en la charla técnica con una tele vieja de tubo y un reproductor de VHS para ver el vídeo.

El virus del balonmano y de entrenador estaba en casa

-Mis recuerdos de pequeño y de adolescente están muy ligados al balonmano porque siempre viajé mucho con mi padre cuando era entrenador. Los viernes por la tarde teníamos clase en Corazonistas y, a veces, mi padre me venía a recoger, me libraba de una horita de clase y me llevaban a Pontevedra, por ejemplo, y nos pasábamos el fin de semana en el campo donde jugase entonces el Caja Vital.

¿En qué momento decide que quiere dedicarse a esto?

-Entre el último año de infantiles con Javi Tafalla, que también entrenó al Gure, y el primer año de cadete me doy cuenta de que el balonmano de verdad me gustaba para tenerlo en mi vida y que quería dedicarle tiempo y esfuerzo. Luego la Escuela Iker Romero buscaba entrenadores, me ofrecí y disfruté mucho de la experiencia de llevar a alevines de San Ignacio. Todavía mantengo relación con muchos de ellos.

¿Pero entonces ya pensaba en entrenar? Porque a León va intentando jugar allí.

-Eso es, pero en cuanto fui a León y vi en dos semanas lo que había, me di cuenta de que donde realmente podía hacer algo era como entrenador. Aprovechar la oportunidad de empezar a trabajar en aquel momento con un entrenador como Juan Moreno. Estar con gente que sabe mucho, con un entorno que te alimenta. Ahí es donde me doy cuenta de que es lo que quiero y tiro por esto.

¿Recuerda alguna anécdota como entrenador en este tiempo?

-En mi primera temporada con Juan Moreno en León, él era además entrenador nacional promesas y había un fin de semana al año que no podía entrenar al equipo. Jugábamos en Carballo, A Coruña, contra el Calvo Xiria y me tocó a mi dirigir al equipo. Mi primer partido como entrenador en Primera. Íbamos muy pocos en el autobús porque algunos jugadores tenían partido por la mañana con equipos de base y viajaban luego por su cuenta. Total, que paramos para comer y los jugadores empezaron a decirle al gerente del club, que viajaba con nosotros, que sacara unas raciones de pulpo a cuenta de los menús que se iba a ahorrar de la gente que no viajaba con el equipo ese día. “Matillas, sácate unas de pulpo”, le decían. Pues el caso es que Matillas se estiró con el pulpo y no debía estar en buenas condiciones porque al llegar al partido los únicos sanos éramos los que no habíamos probado el pulpo. Muchos jugadores me pedían el cambio para ir al vestuario directamente a solar lastre. Empezamos muy mal el partido, pero luego remontamos y acabamos ganando. Fue una forma curiosa de debutar.

Su padre fue el entrenador del último equipo alavés que jugó en Primera hace ya casi 25 años y hoy usted sigue sus pasos.

-Hemos hecho alguna broma sobre ello. Mi padre siempre me ha seguido mucho todos estos años y a nivel balonmanístico es casi más un hermano mayor que un padre. Siempre me ha ayudado mucho y ahora yo creo que lo que siente es orgullo. Viene a todos los partido que puede, se sienta en el banquillo y está ahí para ayudar en lo que haga falta.

¿Qué consejo le suele dar?

-Siempre me dice que esté más tranquilo. Vivo esto con mucha pasión y al principio se me iban muchos partidos por lo nervioso que me ponía. Ahora ya no me pasa eso, pero a veces hablo demasiado rápido cuando me dirijo a los jugadores. Les quiero transmitir demasiada información en muy poco tiempo. A veces explico las cosas como si el que escucha las hubiera oído ya varias veces y sin embargo puede que sean nuevas para él. Intento analizar esas cosas y me gusta mucho recibir el feedback de los jugadores. Me gusta tener amigos entre los jugadores porque al final los amigos son los que te dicen las cosas que de verdad que te sirven para saber por dónde ir con el grupo. En el momento en el que crees que lo sabes todo dejas de saber y tienes que tener siempre la mente abierta. Este año me apoyo mucho en Unai Rubio, porque sé que el conoce mucho mejor que yo a los jugadores y la forma de tratarlos. Siempre hay que rodearse de gente que sabe para poder ser mejor

¿Tendremos balonmano de Primera para años en Vitoria?

-Creo que sí, lo importante es enganchar a la gente, esa es la clave. Enganchar y hacer base de cantera. El balonmano es un deporte muy vistoso y duro. Es raro que tengas a todos los efectivos disponibles y no haya algún lesionado por caídas, choques o golpes. Es un deporte espectacular y más una categoría como Primera en la que cualquiera puede ganara a cualquiera. Y encima juega gente que es de aquí, de Vitoria, que van a Divino Maestro a dejarse la vida durante 60 minutos cada semana por la gente que nos viene a ver. El que venga a Divino lo va a sentir y se va a enganchar.