La temporada que acaba de terminar Baskonia no tiene un lugar privilegiado en la historia. No ha habido títulos que celebrar y añadir a la exitosa era moderna del club. Pero sí se guardará con especial cariño en la memoria como el curso en el que el equipo volvió a hacer sentir a la afición que todo era posible. El año en el que un jugador tuvo, probablemente, la mejor temporada que nadie haya tenido jugando con esta camiseta. Los meses en los que un grupo de jugadores de los que nadie esperaba mucho fueron creciendo sin límite hasta amenazar al establishment en la Final Four de Berlín. La temporada del triple de Bertans contra el Madrid. O de la canasta imposible de Bourousis. Todo lo bueno que ha pasado tiene dos lecturas. La primera es que ha vuelto el orgullo. La gente se ha vuelto a sentir partícipe de algo grande pese a que no haya podido cristalizar en ninguna final siquiera. La mala es que se ha vuelto a generar una expectativa en torno a un club que dejó de tenerlas y ahora se enfrenta al mayúsculo reto de cómo dar continuidad a esta maravillosa (sobre todo en sensaciones) temporada.

Ya es un hecho que la línea argumental no va a tener carrete en el banquillo. La salida de Perasovic descabeza de alguna manera el proyecto de Baskonia. En la entrevista que tuve la posibilidad de hacer a Antoni Daimiel antes de la Final Four, ponía en valor su desempeño. “Cuando tantos jugadores tienen su mejor temporada hay que mirar sin ninguna duda al trabajo del entrenador”. Es probable que la oferta que maneje desde Turquía se sitúe lejos de la órbita en la que está el club vitoriano, pero no es menos cierto que en alguna parcela va a tener que hacer el esfuerzo si quiere establecer de nuevo un programa exitoso y reconocible a medio plazo. La sensación que queda es que Querejeta no ha sabido, no ha querido o no ha podido seducir a Perasovic ni con una oferta económica ni con un proyecto decidido capaz de mantener el nivel competitivo mostrado en esta temporada. Está claro que Baskonia está en segundo plano en el concierto europeo en cuanto a presupuesto, pero el Rayo fue capaz de retener a Paco Jémez convirtiendole en el sexto entrenador mejor pagado de Primera y ofreciéndole poder y capacidad de decisión en las decisiones de fútbol. El que venga será el séptimo entrenador de Baskonia en poco más de tres años, lo cual habla a las claras de la volatilidad del club en cuanto a la dirección deportiva.

La consecuencia mala de la gran temporada de Baskonia es que ha servido de escaparate a muchos jugadores que han cambiado su valor de mercado y su caché. El ejemplo más claro de esto es Bourousis, quizás el mejor jugador de Europa esta temporada. Katsikaris parece el mejor situado para ocupar el banquillo tras la salida de Perasovic. El griego fue el primero en confiar en Bou. No creo que sea casual la maniobra y sí se puede interpretar como un guiño al pívot que tendrá que acompañar con una generosa revisión de su salario. Mantener a Bourousis debería convertirse en una cuestión de estado para Baskonia. Si hace falta construir una réplica del Partenón en Armentia, que se haga.

De alguna manera el club tiene que encontrar la fórmula para que la gente, cuando cuatro meses después vuelva a acercarse a Zurbano, vea caras familiares y sea capaz de reconocer a un equipo que debería confirmar que ha regresado a la primera plana nacional y continental. Baskonia se ha puesto en marcha de nuevo gracias a un puñado de buenas decisiones, un gran técnico, un líder baloncestístico y emocional capaz de arrastrar a compañeros y afición y el imprescindible toque de suerte que siempre se requiere en el deporte profesional. Antes se había pasado un lustro fagocitando jugadores, entrenadores e ilusión. Ahora le toca decidir qué es más costoso. Si volver a buscar lo que tardó cinco años en encontrar y esperar que salga todo cara de nuevo o hacer una apuesta decidida por seguir desde este punto.