asolo - A Asolo le llaman la ciudad de los cien horizontes por sus paisajes montañosos y quebrados. Allí desembarcó ayer el Giro de Italia, previo paso en sus kilómetros finales por esos terrenos tan propicios para las escaramuzas y las guerras de guerrillas, y lo hizo encabezado por Diego Ulissi, un tipo de horizonte despejado, tanto que le permite otear como pocos las posibilidades de victoria, de éxito. Ya había conseguido levantar los brazos en la cuarta etapa y ayer, tan brillante como pillo, repitió éxito. “Vine al Giro a por una victoria y ya llevo dos; mejor, imposible”, apuntaba en meta con una sonrisa de oreja a oreja. El italiano del Lampre, a sus 26 años, atesora ya seis victorias en la ronda transalpina. No acostumbra a desperdiciar balas ni pierde el tiempo con proyectiles de fogueo. Si dispara es porque ve opciones claras de dar en el blanco. Ayer lo hizo, aprovechando un final que tuvo más chispa y sustancia que otras etapas con mayor solera sobre el papel. Amagaron Vincenzo Nibali, Alejandro Valverde y Esteban Chaves, atacó Andrey Amador, respondió el líder Bob Jungels y remató la jugada Ulissi, el del horizonte despejado, en la ciudad de los cien horizontes.
Y todo el zafarrancho de combate se concentró en los 30 kilómetros finales. Primero, una caída provocó que el pelotón principal se partiera y que ilustres como Domenico Pozzovivo o Michele Scarponi se quedaran detrás; luego, Steven Kruijswijk agitó el árbol con un ataque en las últimas rampas del puerto de cuarta categoría ubicado a 20 de meta y, finalmente, en el tramo de descenso, fue Nibali, siempre inquieto e intrépido, el que trató de poner pedales en polvorosa, con Valverde y Chaves atentos, desactivando el factor sorpresa.
El italiano del Astana lamentó en meta que no hubiese existido mayor colaboración para despojar a Bob Jungels de la maglia rosa, el murciano del Movistar respondió que bastante tuvo él con recuperar en el llano los metros que había conquistado Lo Squalo en el tramo de bajada, el colombiano del Orica adujo que aquella no era su guerra... Sea como fuere, la escaramuza no pasó a mayores. Pero justo en el momento en el que las aguas volvían a calmarse, Andrey Amador vio que podía pescar en río revuelto, que podía recuperar los 26 segundos que le separaban del liderato. A 13 kilómetros del final, aprovechando un terreno repleto de repechos, se marchó en solitario, pero por detrás reaccionó el líder en primera persona y se soldó a su rueda. Ulissi interpretó con rapidez la situación de carrera. “Sabía que si llegaba con ellos dos la victoria era mía”, reconoció. Puso a trabajar al Lampre y cuando la desventaja bajó a los siete segundos demarró para conectar con Jungels y Amador. En el mismo momento en el que les echó el lazo, en su horizonte ya solo había lugar para la victoria.