GASTEIZ ? Un deporte alternativo, jugado con un balón gigante de más de 1,20 metros de diámetro y un kilo de peso, en el que juegan tres equipos simultáneamente con cuatro jugadores cada uno en la pista y que obliga a la participación de todo el grupo en cada jugada. Es el kin-ball, una disciplina nacida en 1986 en Quebec, Canadá, de la cabeza del profesor de Educación Física Mario Demers, quien buscaba eliminar los individualismos en la práctica deportiva y fomentar la interacción y cooperación entre los integrantes de un equipo.
El juego se basa en una estrategia de saque y recepción que va involucrando a los tres equipos. Uno de ellos pone el balón en juego mediante un saque especial en el que intervienen siempre los cuatro miembros. El objetivo de quien realiza el saque -el atacante- es lanzar el esférico intentando dificultar al máximo la recepción con el objetivo de que toque el suelo sin que el equipo nombrado como defensor logre impedirlo.
Antes del lanzamiento el atacante debe indicar qué conjunto ejercerá de defensor. Para ello gritará la palabra “Omnikin” y a continuación mencionará el color del equipo rival. Los oponentes se distinguen en el campo con petos de tres colores: rosa o azul, gris y negro; un color para cada equipo.
Si el equipo llamado a recibir el balón no lo consigue, se le da un punto a cada uno de los otros dos conjuntos. El objetivo del equipo defensor es evitar que el balón toque el suelo y, una vez conseguido, organizar rápidamente su saque. El balón puede ser recibido y conducido con cualquier parte del cuerpo por parte del equipo atacante dentro de los límites de la pista buscando la mejor opción de lanzamiento para realizar un nuevo saque.
El contacto entre los participantes está totalmente prohibido y pese a que son varias las normas que hay que respetar, quienes lo prueban aseguran que se disfruta desde el primer minuto de juego, tan sólo conociendo las reglas básicas. Cualquier persona puede jugar al kin-ball y solo se requieren unas mínimas habilidades técnicas por parte del debutante para seguir al grupo y evolucionar con él en el juego.
En Vitoria son ya más de 500 las personas que han tenido contacto con un deporte que en la actualidad está presente en el programa de actividades municipales y cada martes se practica en las canchas del centro cívico Hegoalde. Chicos y chicas, hombres y mujeres, sin importar la destreza o habilidad y con edades comprendidas desde los 10 a los 70 años han disfrutado ya con la práctica de una modalidad desconocida para el gran público.
Los responsables de desvelar los secretos del juego son los miembros de Kokuk, una asociación especializada en la intervención socioeducativa en el ámbito escolar que enseguida vio en el kin-ball una forma de trabajar aspectos educativos más allá de los deportivos. “Buscamos desdibujar los límites entre la educación formal, no formal e informal utilizando las actividades cocurriculares -complementarias al currículum-, en estos momentos de necesaria innovación educativa. Es un valor añadido a la escuela encaminado a reducir la brecha que separa al alumnado que tiene un alto rendimiento del que tiene un bajo rendimiento”, explica Aitor Jiménez, fundador de la asociación. Y ahí encaja como un guante el kin-ball.
MÁS QUE DEPORTE Además del aspecto deportivo y de las bondades de la práctica de cualquier ejercicio físico, el kin-ball sirve como herramienta útil para trabajar conceptos como la participación activa, las toma de decisiones, el trabajo en equipo o la resolución de conflictos.
Por este motivo, Juan Antonio Anzar, entonces técnico de deportes del equipo de Hegoalde-Ariznabarra y actualmente jefe de zonas en el servicio municipal de deportes, impulsó en 2013 esta modalidad a través de la red sociocomunitaria de Hegoalde. Actualmente, el kin-ball, ha pasado incluso a formar parte importante del programa cocurricular del Servicio Municipal de Convivencia y Diversidad.
Así, ese mismo verano, el kin-ball ya se daba a conocer a través de diferentes encuentros sociodeportivos y posteriormente entraba en once colegios públicos y concertados de Vitoria con la ayuda de los educadores y educadoras de Kokuk, que desde entonces lideran la promoción y difusión de este deporte en la capital alavesa. “Enseguida nos dimos cuenta que es un deporte muy inclusivo; la propia dinámica del juego y su reglamento, permiten la convivencia en la diversidad de edades, sexos y capacidades. Además para jugar es imprescindible la participación activa de todos los participantes, por lo que los resultados del trabajo en equipo se ven desde los primeros momentos del juego”, relata Javier Gómez de Arteche, educador y cofundador de Kokuk.
Desde que lo descubrió hace tres años, Javier ha obtenido la titulación de monitor y árbitro avalado por la Asociación Española de Kin-ball y actualmente dirige la actividad dentro del programa de actividades municipales que cada trimestre reúne a 15 personas de todas las edades para practicar kin-ball los martes por la tarde en Hegoalde. “La gente se engancha y disfruta desde el primer minuto y algunos están recibiendo formación como monitor y árbitro. Así vamos asentando y desarrollando este deporte en Gasteiz al tiempo que sirve para que chavales jóvenes asuman un rol de responsabilidad”, asegura Gómez de Arteche. Es el caso de Mehdi Chamali un joven de 22 años que descubrió esta modalidad gracias a una jornada formativa organizada por la Asociación Española y gestionada por Kokuk, y hoy es monitor de la actividad municipal de Kin-ball en el centro cívico.
La técnica necesaria para ponerse en marcha es muy fácil de aprender: en treinta minutos los participantes adquieren los conocimientos suficientes para empezar a disfrutar. Mediante un reglamento sencillo, un balón ligero y un equipo de cuatro jugadores, todos los participantes tocan el balón y cada uno tiene su momento para jugarlo. Estas condiciones provocan que el participante se considere parte integrante del equipo y de la acción desde el pitido inicial e incluso el más reticente entra en acción en una actividad deportiva como ésta. No hay manera de quedarse al margen una vez comienza el partido.
EN CRECIMIENTO Gasteiz se ha convertido hasta la fecha en el referente vasco en la práctica de kin-ball, un deporte desconocido para muchos pero que en lugares como Canadá, Japón, EEUU, Francia, Bélgica, Alemania, Suiza o Malasia está mucho más extendido alcanzando los más de tres millones y medio de jugadores en estos países. En dos ocasiones ha sido presentado como deporte de exhibición en los Juegos de Canadá -competiciones bianuales en las que se enfrentan provincias y territorios canadienses en diferentes pruebas deportivas divididas en juegos de verano y juegos de invierno- y se han iniciado las gestiones para presentarlo como deporte olímpico. Anualmente se disputa un Campeonato del Mundo, el último celebrado en Torrejón de Ardoz con éxito del combinado nipón en categoría masculina y del canadiense en féminas. En el Estado, el kin-ball ha experimentado una notable evolución en los últimos años y existe una liga con equipos federados en ciudades como Jaén, Madrid, Logroño o Nájera y el año pasado la localidad navarra de Irurtzun acogió una prueba del Campeonato de España.
Para Aitor y Javier, responsables de Kokuk, el objetivo a medio plazo es que el interés de los propios usuarios que han conocido el juego derive en la creación de un club autónomo en Gasteiz. En el camino para la difusión del kin-ball, desde Gasteiz se han llevado a cabo iniciativas para acercar esta disciplina deportiva a localidades como Ordizia o Campezo y la previsión es que el curso de kin-ball continúe presente dentro del programa de actividades municipales. Mientras tanto en Kokuk seguirán trabajando con este deporte como herramientas para asentar entre los jóvenes valores como la participación, la igualdad, la inclusión y el juego limpio. ¡Omnikin Gasteiz! l