vitoria - Aún hoy se le ponen los pelos de punta al recordar aquella final, el partido donde Baskonia se hizo mayor, el punto álgido de una carrera que aquella noche de marzo vivió a la sombra del “gran maestro”, el amigo Manel, de quien no solo aprendió a gestionar un grupo humano sino también a prestar atención hasta el más mínimo de los detalles, que en un partido de alto nivel como el de aquel día, podían declinar la balanza, comó quedó patente.
¿De dónde venía aquel Baskonia esa temporada antes de la final?
-Hubo una travesía muy larga hasta llegar a la final. El formato en aquellos años era diferente al actual . De primeras había dos eliminatorias previas a doble partido y luego se pasaba a cuartos en dos grupos de 6 equipos. La primera eliminatoria nos tocó viajar hasta Lahti (Finlandia) más conocido por sus saltos de esquí que por el basket. Eran viajes tortuosos de muchas horas de espera en los aeropuertos y con bastantes escalas. La segunda eliminatoria nos tocó ir a la ciudad natal de Petrovic, Zagreb. En el partido de ida empatamos -el empate era un resultado válido y no había que jugar prórroga- y en casa rematamos la faena. Luego en cuartos nos tocó en un grupo con equipos muy potentes como el Limoges de Bahia, Bilba, Middleton, Bonato y Forte; el Zalguiris de Kurtinaitis; el Ostende de Jaumin o el Partizan de Tomasevic, Beric (luego jugador nuestro en la época de Scariolo) Drobnjak o Koturovic. Todos ellos equipos con jugadores de renombre y difíciles de batir. El equipo consiguió victorias importantes fuera de casa que fueron fundamentales para clasificarse para las semifinales, como la de Belgrado o Kaunas, con un público que apretaba mucho y con unas condiciones muy advesas.
Perasovic lo recordará bien...
-¡Seguro! Jugó entonces en Belgrado siendo el primer croata en cruzar la frontera serbia tras la Guerra de los Balcanes. Qué partido aguantó el tío, con insultos, amenazas... Las semis contra el Dinamo de Moscú de Bazarevich, Astanin y Dajneko también fueron apasionantes. El equipo debía dar el último pasito para repetir por tercer año consecutivo final en la Recopa. Recuerdo una anécdota donde Manel en el viaje de ida a Moscú diseñó una jugada en una servilleta porque pensaba que les iba a hacer mucho daño. Y así fue. El equipo jugó un gran partido y volvimos con la victoria. Hay que decir que el mismísmo Alexander Gomelski bajó a los vestuarios a felicitarnos por el gran partido. Todo un honor viniendo de quien venía. Y en el partido de vuelta el equipo se conjuró para que no se tuviera que jugar otro partido de desempate, y se ganó de forma cómodo y merecida.
¿Diría ahora con la perspectiva del tiempo que aquel plantel era un equipo maduro?
-Era un equipo muy equilibrado en veteranía y juventud. La marcha ese mismo año de Pablo Laso al Madrid dejó un gran vacío en el puesto de base. El club apostó por David Sala para cubrir ese hueco, pero no resultó. En la pretemporada tuvo que marcharse de la concentración por problemas de salud que al final desembocó en la contratación de Jordi Millera, un jugador sin mucha experiencia pero con el culo pelado de pegarse en otras categorías. No se lo pensó dos veces para aceptar el reto de su vida y aportó todo lo que necesitaba el equipo. Y salvando las distancias con lo que fue Pablo (Laso) para el club, Millera cumplió con creces el trabajo encomendado. Su constancia y ganas de aprender le hicieron ser un pilar fundamental del éxito del equipo con López, que fue el complemento ideal para jugar al estilo que deseaba Manel. Por su parte, Ramón y Peras ponían la madurez, la experiencia y la responsabilidad; Marcelo ponía la clase, el talento y la imaginación; Miguel Angel Reyes era un escudero fiel y un multiusos; Kenny Green era ese atleta que Manel definió como un jugador que vivía en el segundo piso y que por desgracia se perdió prácticamente toda la temporada por una operación de espalda... Y luego Carlos Cazorla, Jorge Garbajosa, Juan Pedro Cazorla e Iñaki Gómez, que pusieron la juventud y, en muchas ocasiones durante el curso, su capacidad para jugar a este deporte. El tiempo demostró que aunque les pilló muy jóvenes esta final luego tuvieron un recorrido muy exitoso.
¿ Por qué cree veinte años después que Baskonia ganó aquella final?
-Porque la historia nos la debía. El equipo tenía cierta presión por ser la tercera final consecutiva y porque las anteriores no se habían logrado ganar. La de Lausana fue la que más daño hizo con el tiempo porque las posibilidades estaban al cincuenta por ciento con el Olympia. Pero un inmensurable Horvat nos rompió todas las ilusiones. La final de Estambul dolió pero no tanto ya que aquel Benetton era muy superior a nosotros y ya fue todo un éxito haber hecho todo el recorrido hasta la final. Y otra de las razones por las que se ganó aquella final fue porque a pesar de que Paok era un equipazo, el partido se jugó en el Buesa y el ambiente que se generó fue tal que el sexto hombre se dejó notar. Hubo muchos momentos malos durante el partido pero con el apoyo del público el equipo fue capaz de sobrevivir a todos ellos. Por eso una gran parte del mérito de la victoria fue la afición.
¿ Cómo la preparó Manel ?
-La verdad es que durante las eliminatorias de cuartos y semifinales, a nivel táctico no se utilizaron muchas cosas, a excepción de jugadas especiales para un partido en concreto o salidas de presión para otro. En cuanto a la final, recuerdo la concentración que hicimos en el Parador de Argómaniz y allí a nivel táctico se preparó hasta lo más inimaginable que pudiera plantearnos el equipo griego. Varias defensas alternativas por si en algún momento no funcionaba la defensa individual, como fueron la 1-3-1, la 2-3 y la 3-2. Y luego en ataque se prepararon inicios de sistema para todo tipo de defensas, tanto posicionales como presionantes. Para mí fue como un máster el ver cómo hasta el más mínimo detalle no se pasaba por alto. De ahí aprendí que la improvisación no es buena compañera de viajes y que es mucho más fácil pensar y reflexionar en el sofá de tu casa para luego poder tomar las decisiones más acertadas en el estrés de un partido.
¿ Cuál diría que era la mayor virtud de Comas como técnico?
-La mayor virtud de Manel siempre fue su capacidad de improvisación y su facilidad para ver lo que estaba pasando en el partido. Tenía un gran instinto en la faceta ofensiva, donde daba con la tecla adecuada para que el equipo se desatascara.
¿Y del equipo, que le hacía especial?
-En aquel equipo los roles estaban muy bien definidos en gran parte por la juventud extrema de unos y la veteranía de otros. Todos sabían que Ramón era el pívot titular, el que recogía la basura como decía él y el que daba candela a todo lo que se movía por la zona. Kenny Green era el hombre volador que con sus ojos como platos pedía la pelota en el segundo piso. Marcelo era el jugador franquicia, el que marcaba las diferencias. Perasovic era el killer del equipo, el compañero al que todo el mundo le daba la pelota en los momentos más calientes. Carlos Cazorla era el perro de presa, capaz de secar a cualquier contrario. Una lesión importante en su mano buena le impidió seguir demostrando en la élite lo buen tirador que era en su época junior, sin embargo supo amoldarse a su nueva faceta y le pudo jugar en la ACB durante muchas temporadas. Jorge Garbajosa ese año se hizo un hombre. La lesión de Kenny le hizo disputar más minutos de los que podía imaginar y la verdad es que ya se le veían maneras de gran jugador.
¿Y el resto de chavales?... Porque eran eso, ¿no?, solo unos chavales.
-Desde luego. Y llegaron lejos. Iñaki Gómez se hizo a sí mismo y nos dio grandes noches de buen baloncesto. Era un jugador con mucha clase y debido a ello disfrutó de minutos de calidad durante la temporada. El base Ferrán López también era un jugador con clase, con buena mano y una gran técnica de tiro que se tuvo que pelear durante toda la temporada con Millera por el puesto. Tras su marcha de Vitoria siguió demostrando en otros equipos la calidad que atesoraba. Y por último Juan Pedro Cazorla, hermano de Carlos, que tuvo una pequeña participación pero no se le puede negar su capacidad de trabajo y su buenísima predisposición en los entrenamientos para hacer mejores al resto.
A tenor del discurso del partido, especialmente la actuación del equipo en el primer tiempo, ¿viste la final ante los griegos en algún momento perdida?
-Si te digo la verdad, sí. Hubo un momento en que Prelevic estaba on fire y las metía de todos los lados y colores. Peras no podía pararlo. Nosotros, en cambio, solo teníamos el trabajo inconmensurable de Ramón, que se partió la cara con todos los pívots griegos, especialmente con Garret, que seguro que todavía se acuerda de él. Ese momento fue delicado y creo que Manel Comas lo gestionó desde la tranquilidad y la serenidad, lo cual hizo que jugadores que todavía no habían sido importantes en el encuentro, lo fueran. Y hablo de nombres como Jorge, Jordi y Carlos, que mantuvieron al equipo mientras los primeros espadas descansaban y reflexionaban sobre lo que tenían que mejorar.
¿Cómo era aquel Paok?
-Era por aquel entonces un equipo muy potente en Europa que ya sabía lo que era ganar un título europeo, precisamente el que le ganó al CAI Zaragoza de Manel Comas unos años atrás. Los equipos griegos en aquella época empezaron a despuntar y a ser importantes en el concierto europeo, y éste disponía de una mezcla de jugadores bregadores que hacían el trabajo sucio como Tseko, Giannoulis o Mamatziolas, y luego otros que ponían la calidad y el talento con una mezcla de veteranía y juventud. Entre los veteranos estaban Prelevic, Garrett y Boudouris, y entre las jóvenes había promesas emergentes como Rentzias y Stojakovic.
¿ La final se ganó por la pizarra o por el corazón?
-Siempre cuando se gana un título o un partido todo influye. El corazón fue muy importante ya que jugar en tu casa y delante de tu gente hizo que los jugadores no se desanimaran en ningún momento. Y lo que el talento en momentos determinados no supo solucionar, lo hizo el corazón y la garra, sin duda. Y en cuanto a la pizarra, está claro que fue importante ya que las defensas alternativas que planteamos pararon la hemorragia anotadora de los griegos y volvió a meter al equipo en el partido.
El primer tiempo resultó malo y aunque el comienzo del segundo tampoco fue para tirar cohetes, sí se notó un cambio de actitud. ¿Qué ocurrió en el descanso?
-Desde el vestuario se podía oír y sentir a la afición, ya que el ambiente era inmejorable. La desventaja en el marcador solo era de seis puntos y el mensaje de Manel, siempre positivo, fue en la línea de que los griegos habían hecho una muy buena primera parte y que nosotros, sin hacer nuestro mejor baloncesto, estábamos muy cerca. Eso solo tenía una lectura y era que a poco que los jugadores referente del equipo calentaran las muñecas, íbamos a ir para arriba. Recuerdo de Manel aquellos días que cuando el marcador era desfavorable y el contrario teóricamente era inferior, siempre apelaba al orgullo y al deseo de los jugadores. Sin embargo aquel día, apeló a la calma y la tranquilidad para poder sacar de cada jugador lo mejor de ellos mismos. Les insufló una gran dosis de confianza y les dijo que no habían recorrido todo este camino para ahogarse en la orilla. Al final se ganó y en los festejos, desapareció de la foto. El triunfo había sido solo de los jugadores, dijo.