Vitoria - Una chica jugando a fútbol hace veinte años, ¿era la rara de clase?

-Por suerte, no. Otras dos amigas mías de la cuadrilla que ya jugaban y yo empecé a practicar el fútbol gracias a ellas, que ya estaban en el equipo de la Gasteiz Cup.

En el recreo...

-Siempre a fútbol. Tenías competiciones con los de otros cursos, ponías un par de chamarras en el suelo y todo el mundo jugaba. Diecisiete contra veinticuatro y ese tipo de partidos.

¿Algún chico se enfadaba si le hacía un regate o metía un gol?

-Yo no era mucho de regatear: Además, jugando tantos, si tocabas el balón una vez durante todo el recreo, suerte tenías.

Usted le ha dado continuidad a esa pasión por el deporte, una cuestión que muchas mujeres aparcan cuando terminan los estudios.

-Antes era muy complicado porque, por ejemplo en fútbol, tenías los clubes y no tenías información de lo que había más arriba. Hoy sigue habiendo incertidumbre, pero se trabaja mucho más para que las chicas sepan que hay categorías más arriba en las que se puede seguir jugando.

También, muy poco a poco, va ganando en visibilidad.

-Se va abriendo poco a poco, gracias sobre todo a que a nivel nacional tenemos unas deportistas que están teniendo muchos éxitos. En el fútbol también se nota, ya que en el último año el Mundial ha ayudado mucho y los medios se han hecho más eco. Está en un auge lento, comparado con otros países, pero todo lo que sea avanzar es positivo.

¿Qué es una hernia discal?

-Un bache muy gordo dentro de mi vida. Lo que empieza siendo como una lesión mínima y luego, con 17 años, ves que tienes que dejar el fútbol, empezar con la rehabilitación, aparcar tu vida académica... Al principio no te afecta mucho, pero cuando ves que no puedes andar, que no puedes estar sentada, que tu vida no avanza... Es muy complicado y al final tuve que ir a Sevilla a operarme. Lo único que quería es que se acabase rápido para volver a entrenar, pero después... Al final no puedes ni dormir del dolor. Yo soy muy aprensiva con los médicos y se me cayó el mundo encima, pero me sirvió para conocerme un poco más. Una vez que salí del quirófano, vida nueva por completo.

¿Qué hay antes y después?

-Una Idurre que enfocaba su vida a jugar al fútbol hasta estar ya aburrida a otra Idurre que sabe que no puede volver a hacer deporte y que, de odiar correr, quiere correr. Entonces me centro en la carrera de entrenadora y aparté la Universidad.

¿A mejor o a peor?

-Un poco de todo. Para bien porque ahora tengo las cosas claras y le dedico el tiempo a algo que me gusta. Para mal, no puedo hacer deporte y echo de menos salir a correr. Quién me lo iba a decir. Me sirvió para darme cuenta de que lo que me gustaba no era jugar a fútbol, sino entrenar. Me di cuenta de que fuera del campo podía aportar más.

Una veinteañera con el título de entrenadora nacional.

-No conozco a ninguna de mi edad que tenga el título nacional. Empecé con 17 años a ver qué se cocía y después del primer nivel vino el segundo y luego el tercero. Ser joven cuando me estaba sacando el título me hacía sentir más rara que ser mujer. Yo lo saqué con Lluís Codina y Edu Carrera, que tienen una trayectoria ya reconocible.

Su sueño es ganarse la vida con el fútbol...

-Puede ser un poco utópico, pero si no lo viese no tendrían sentido todas las horas que le meto. No me queda de otra que verlo. En fútbol masculino directamente no hablamos. El año pasado se dieron un par de casos en segunda división francesa, pero aquí es imposible. En el femenino, alguna puerta más se te puede abrir, pero es muy difícil.

¿Cómo es un vestuario femenino?

-Un vestuario femenino es de armas tomar. La gestión es más difícil que con los chicos. Normalmente hay brechas entre las jugadores y son muy exigentes y, aunque suene mal decirlo, las chicas son muy poco empáticas. Yo leo muchas entrevistas de entrenadores que entrenan a mujeres y dicen que son muy agradecidas, pero... Es muy fácil abrir una brecha entre una y otra. Igual fuera eso no se ve, pero dentro del campo queda a la vista. Un vestuario de chicas unido, todas juntas a una, es muy complicado de vencer, pero es difícil de ver.

¿Y cómo es su vestuario?

-Muy alegre. Siempre hay risas y cachondeo. Antes de los partidos siempre hay música y se puede ver un poco de todo. Ves a una medio dormida y al lado a otra que se va a comer la hierba. Biodiversidad.

¿Cómo viene la juventud?

-Tenemos una suerte terrible en el Aurrera porque cuando llegue las de abajo nos van a jubilar a todos. El club requiere un compromiso, ir a entrenar, prepararte... No vemos jugadores que se salgan de lo normal, aunque las generaciones de abajo vienen pegando fuerte y muchas son de déjame tiempo de estar con mis amigas e ir a la lonja.

¿Cómo son las cenas?

-Son un escándalo, así que es mejor que no lo sepa la gente. Las cenas del Aurrera son de todo menos cenas. Hay muy buen rollo entre la gente y siempre hay discursos por todos los lados, hay mucho vacileo y muchas cosas más que no voy a contar. Puedo pasar un buen historial.

La entrenadora es jefa, compañera, amiga, madre...

-Madre, no. Eso lo tengo muy claro. En este nivel no podemos perder el tiempo con esas cosas cuando estás para sacar rendimiento. Somos psicólogos y gestores. Cada jugadora es un mundo y tienes que tratar de que esté equilibrado para sacarle rendimiento. También somos docentes porque hay que enseñar y meter en una dinámica. Y el jugador necesita que el entrenador se ponga a su altura, hable y le pueda explicar sus problemas cara a cara. No puede ser aquí lo que yo diga y punto.

Si una jugadora la manda a esparragar...

-Hace tres o cuatro años le hubiese mandado a tomar viento y que no volviese. Hoy igual también, pero tengo un cuerpo técnico que hace que me piense las cosas dos veces. Hay que analizar las cosas en frío.

¿Qué opina del deporte escolar y los padres?

-Yo no tengo problemas en mi equipo y viajan con nosotros en el autobús y no dan problemas. Yo me pateo todos los sábados por la mañana los campos de Vitoria y me da vergüenza. Si por mi fuera, los partidos escolares se jugarían a puerta cerrada. Es imposible, lo sé, pero es que ves cosas vergonzosas. Desde el trato que dan al equipo de sus hijos, a los propios hijos, a los compañeros, a los árbitros a otros padres... Es lo peor del deporte escolar.

Es usted muy alavesista.

-La temporada está siendo para enmarcar. Estamos disfrutando mucho y viendo el partido desde Polideportivo te lo pasas de maravilla, pero con el fútbol del Alavés disfrutar es complicado. Estamos viendo en todos los partidos lo mismo y el rendimiento está siendo muy bueno. Está claro que lo importante aquí es ganar y ojalá que sigamos así y acabemos subiendo a Primera.