madrid - La memoria hace recuento del miedo, del dolor, del abismo, del 29 de agosto, de Murcia, de la Vuelta a España. En ese instante se para, jadea y balbucea para hablar de Kris Boeckmans, inerte, ovillado, encogido sobre el asfalto que es rojo, sangrante después de una caída brutal, que trazó un escalofrío sobre el espinazo de la carrera, tiritando ante la imagen del belga, inmóvil, inconsciente. Sin voz, mudo. Gritaban entonces las ambulancias, apresuradas, el pulso alterado, para rescatar a Boeckmans de la muerte. Los médicos de la Vuelta le arrancaron de la noche. Del fundido a negro. En diciembre, el sol de otoño acariciando la esperanza, la luz se enciende para Kris Boeckmans, un superviviente. El belga, reconstruido su rostro con una cirugía de más de cinco horas, cincuenta tornillos y ocho placas para rehabilitarle el perfil (una fractura de nariz, fracturas en la cuenca del ojo, roturas de los maxilares superiores y algunas fracturas internas), sonríe, atornillado a la bicicleta en Mallorca donde se concentra su equipo, el Lotto-Soudal. Vivo. Feliz. Dichoso. “Hoy sé lo afortunado que soy. Algo así te hace pensar mucho”, subrayó el corredor al diario HetNieuwsblad.
El recordatorio de Boeckmans es el relato íntimo de una pesadilla eterna, la descripción de un hombre que pasó a un centímetro de la fatalidad. Incluso esa distancia se antoja excesiva. “La situación fue diez veces peor de lo que se publicó a través de la prensa”, expuso Boeckmans, que fue inducido al coma para ser tratado de las numerosas fracturas que le provocó la caída. En esa vigilia, en suspenso pasó dos semanas. A Boeckmans se le desfiguró el rostro, además de padecer conmoción cerebral, tres costillas rotas y un pulmón perforado cuando un agujero en la calzada le descabalgo de la bicicleta cuando se disponía a echar un trago de agua del botellín. Un mal trago. A pequeños sorbos. Duros. Afilados. Cicuta. “Estuve a punto de morir hasta en seis ocasiones” desveló el ciclista. Ahora brinda por la vida.
El recuento de Boeckmans es el ábaco de un calvario, de la vida agarrada a una hebra de hilo. No más. El relato del belga versa sobre la lucha por la supervivencia, el combate para ganarse un aliento más, un trozo de esperanza, una bocanada de vida. “Estuve a punto de morir en un primer instante durante la propia caída”, desvelaba. En el suelo, tras golpearse con el rostro, inconsciente, “me tragué la lengua”. Los médicos de la carrera le abrieron una ventana al aire, un pasillo de oxigeno para no morir ahogado. La muerte se empeñó con Boeckmans. Él se rebeló en su contra cuando los pulmones “se me llenaron de sangre”. Ocurrió “cuando decidieron no llevarme a los hospitales locales sino directamente a uno universitario”.
El tortuoso camino de regreso a la vida le deparó aún dos episodios de aspecto siniestro al belga, como si el destino se burlara de él, como su pretendiera una prueba de vida. “El siguiente momento crítico fue cuando yo necesitaba oxígeno y ellos tenían exactamente la unidad que necesitaba -y solo hay nueve de ellas en España-”, describió Boeckmans, que incluso tuvo que esquivar a un apagón de uno de los aparatos que le conectaban a la vida, que le dejaban pensar en el futuro a través de los muros del hospital. “El aparato se apagó accidentalmente. Doce horas así y se me hubieran llenado de coágulos las venas.
“tal vez compita en mayo” Aunque alejado al fin de los tubos, de la cama de hospital, su hogar durante demasiado tiempo, un sudario, el belga, el rostro hecho añicos, no pudo comer sólido durante un tiempo, era un esqueleto. Papiro y palillos. Piel y huesos. “Perdí quince kilos, pero ahora he ganado 17”. “Tuve que beber batidos, comer sopas y comida de astronauta. Tenía que consumir 4.500 calorías”. Recuperado el peso, alimentada la caldera de energía con rehabilitación, en los últimos días Boeck-mans ha rodado junto a sus compañeros de equipo algunas horas “sin acabar completamente exhausto el resto del día”. Aferrado a sus progresos, Boeckmans es consciente de que le aguarda un maratón. “La cuestión es saber si todo va a ser como antes y francamente, no lo sé. He progresado mucho y eso es una buena señal. Tal vez pueda competir en mayo”, reflexiona el hombre que fintó la muerte en seis ocasiones. El 16 de septiembre el belga anunció en Twitter su llegada al mundo. Recién nacido. “Hey mundo!, gracias por todos los mensajes y todo el apoyo. Va a ser una de las carreras más duras que jamás he hecho”. Tiene una vida por delante para hacerla. Las siete vidas de Boeckmans.