Vitoria - ¿Una entrenadora de gimnasia rítmica es algo más que un simple técnico?

-Alguna chica me dice que soy su segunda mamá. Estás ahí a las duras y a las maduras. Haces de entrenadora, psicóloga, educadora, médico, fisioterapeuta... Un poco de todo.

Todos tenemos la visión del futbolista: un par de horas de entrenamiento al día y partido el fin de semana. Igual eligió mal.

-Sarna con gusto no pica, pero las niñas de nivel nacional están entrenando tres horas y media diarias y libran uno o dos días a la semana. Y si te vas a nivel internacional, ya son cuatro horas y media diarias y muchas semanas sin descanso. En mi caso he seguido siempre ligada a este deporte porque me apasiona y aunque he dejado de disfrutar muchas cosas, como ir de campamentos de pequeña, me ha permitido unas vivencias impresionantes.

Los entrenadores de gimnasia tienen fama de ser bastante duros.

-Con látigo no voy. Al final, eres como una madre. Hay momentos que necesitan compresión, cariño y un abrazo, mientras que otras veces hace falta disciplina. Te enfadas, las castigas y hay tensión. Después en la competición hay mucha tensión, para ellas y para mí, y todos estamos más nerviosos. Si pasa algo y te sales del tiesto, no tardas ni media hora en pedirte perdón. Al final, como una madre y una hija. Si ponemos una grabadora de lo que pasa en una casa... La relación es muy estrecha y todos sabemos cómo es cada uno y por la cara ya sabes quién tiene mal día.

¿Tiene muchos malos días?

-Intento no tenerlos. O que no te afecten al trato personal. Pero hay momentos de mucha tensión y nervios cuando llegan las competiciones importantes. Hay que pararse, respirar y calmarse. Pero cuando hay una bronca o riñes a una niña, yo llego hecha polvo a casa y a ellas las ves riéndose en el vestuario porque les dura cinco minutos el enfado. Después por ahí ves de todo y hay gente que se pasa porque no tiene en cuenta que son niñas y que el trato no es como con un adulto.

Enseñando los ejercicios, ¿predica con el ejemplo o se queda en la barrera?

-También lo demuestro, aunque luego me duele hasta el alma. A veces les digo que con una buena dieta les puedo dar para el pelo, pero te pones a hacer cosas pensando que no han pasado los años y...

Habla de niñas, pero esto también ha cambiado mucho y cada vez son menos niñas.

-Sí. Aquí tenemos el ejemplo de Almudena Cid, con 28 años en sus cuartos Juegos Olímpicos. O ahora Carolina Rodríguez que va a llegar a Río de Janeiro con 30 años. Ver a una mujer en el tapiz es muy bonito para este deporte. Igual no tienen la flexibilidad de los dieciséis años, pero tienen un saber estar y una estética que son maravillosos. Me gusta que no se considere ya solo un deporte de niñas y que las mujeres participen.

Es que ya ni siquiera es solo un deporte de chicas. Esto en sus tiempos no pasaba.

-No, en mis tiempos solo éramos chicas. Ahora están metiendo la disciplina masculina y está bien, cada vez hay más niños. Los movimientos son algo diferentes.

Cuerda, mazas, pelota, cinta, aro... ¿Cuál le da más dolores de cabeza?

-La cinta. Era horrible y lo sigue siendo. Ni me gustaba como gimnasta ni me gusta como entrenadora. No es un aparato complicado, pero es muy traicionero. Llegas a un pabellón, te ponen el aire acondicionado y ya te han fastidiado. La trayectoria de la cinta es muy diferente y varía según las condiciones y, además, es muy fácil que se rompa. No te crea ninguna seguridad y siempre hay un factor de sorpresa en los campeonatos.

Si se ponen encima de una mesa pueden parecer instrumentos de tortura.

-Un mazazo a tiempo... (Risas). No, solo son elementos de trabajo.

Cuando usted dice a algún conocido que se dedica a entrenar a gimnastas...

-Hay gente que te dice que es una gozada entrenar tres o cuatro horas, pero... Yo duermo cinco o seis horas. Y si las duermo, que muchas veces me despierto corrigiéndolas. El resto es rítmica. Me levanto y me acuesto pensando en ellas, en sus lesiones, en sus momentos malos, en los buenos, en los nervios, en los campeonatos, en los ejercicios, en las músicas, en lo que hay que mejorar...

¿Está todo inventado?

-Nada. Todo se puede mejorar. Esto es un deporte de creatividad y una de mis características y por lo que estamos consiguiendo resultados es por nuestra innovación en los ejercicios y las coreografías. Miro vídeos, me inspiro en cosas, le doy muchas vueltas a la cabeza... Igual estoy en la playa y moviendo las manos intentando descubrir el movimiento que me faltaba.

A su marido ya le puede gustar la rítmica.

-Pues no. Al principio no lo entendía y no comprendía tanta disciplina. Me animaba a dejar todo esto, pero cuando he tenido momentos bajos ha sido quien me ha mantenido ahí porque sabe que es mi vida.

Se dedica también a la educación de chicos con parálisis cerebral. Un mundo completamente distinto.

-Es muy diferente, pero al final tratas de sacar el máximo rendimiento de cada persona. Con unas, para la gimnasia; con otros, para su vida cotidiana. Yo intento aprender de todo y de todos, hasta de la hormiga que pasa por mi lado. Soy como una esponja y en la residencia he aprendido mucho. Muchas veces me han dado fuerzas por esa capacidad para superarse, que es impresionante.

¿En la gimnasia hay padres que, como en otros deportes, solo quieren que su hija sea la mejor del mundo?

-Sí. Tú lo que tienes que hacer es tratar que no afecte a la niña, pero al final yo puedo hablar con ella pero ella después se va a casa. Me pueden querer mucho, pero su madre es su madre y su padre es su padre.

Muchas veces será confesora.

-Te cuentan sus cosas y lo que tengo claro es que los jóvenes vienen mucho más espabilados que nosotros, que éramos mucho más tontorrones. Y después la relación es diferente. Por ejemplo, yo no iba a casa y decía que me había caído una bronca en el entrenamiento porque entonces me llevaba otra. El entrenador y el profesor siempre tenían la razón y más valía que no dijeses nada. Ahora hay de todo. Hay muchos padres que son maravillosos y otros que creen que no haces bien tu trabajo. Al final, en este deporte si no hay confianza plena en el entrenador... Son muchas horas y si hay dudas no se puede seguir adelante.

Vivimos en tiempos de revolución tecnológica, ¿afecta esto?

-Muchísimo. Yo noto que cada generación es más torpe en cuanto a coordinación. Coges niñas pequeñas ye ves que te cuesta más. Antes las cogías, les dabas una cuerda y se ponían a saltar con total soltura. Ahora les das una cuerda y muchas se tropiezan. En general veo que vienen más descoordinadas, pero si les das un iPad... Eso sí que lo controlan. Antes jugábamos en la calle y eso te daba una destreza y una habilidad. Ahora en la calle no juega nadie y están con la consolas, el ordenador, el móvil... En nuestra época eso era impensable .