MADRID - Rafa Benítez, en su condición de entrenador, además de la casa y a quien se le ha dado la oportunidad de su vida, aparece como el principal damnificado de la estrepitosa derrota encajada por el Real Madrid ante su gran antagonista, un Barcelona inmenso, que con la exhibición futbolística ofrecida en el Santiago Bernabéu hace presagiar otra temporada triunfal.

Hay que tener en cuenta que el Barça trituró al equipo blanco sin la contribución del genio Messi, que reapareció tras dos meses de ausencia con el partido ya sentenciado (0-3); que apenas está echado en falta a Rafinha, que se recupera de una grave lesión, y que a partir del próximo 1 de enero, día en que acaba la sanción impuesta por la FIFA, podrá incorporar a dos fichajes de talento, como son el turco Arda Turan y el catalán Aleix Vidal, y la probable incorporación de Nolito en el mercado invernal.

En contraste con la idílica perspectiva azulgrana, los nubarrones se ciernen sobre el Real Madrid y amenaza tormenta. El diario Marca, por ejemplo, ya da por segura que la directiva del club blanco ha sentenciado a Rafa Benítez. La cuestión es cuándo le cortarán la cabeza. Si ahora o aguardará hasta final de temporada. Otras versiones aseguran en cambio que es momento de mantener la mente fría y no liquidar un proyecto cuando apenas balbucea, por muy doloroso que sea perder por paliza frente al Barça.

A Rafa Benítez se le achaca que sea un pusilánime; que no hubiera tenido la suficiente valentía como para sacar adelante sus ideas frente al qué dirán; por apostar por Casimiro, un hombre clave para dar equilibrio al centro del campo, donde el Madrid perdió la batalla estratégica, teniendo en cuenta que los divos madridistas (Cristiano Ronaldo, Bale o Benzema), a diferencia de los azulgrana (Neymar o Luis Suárez), no se sacrifican en las labores defensivas.

Las acusaciones a Benítez de colocar a James en la medular sólo para contentar al presidente Florentino Pérez le dejan en mal lugar, por mucho que él se defienda reiterando que nada ni nadie influyó en su decisión. El caso es que Benítez pierde siempre, pues si malo es que se deje influir por el jefe peor aún es lo contrario, pues a la vista está el desastroso partido que realizó el Real Madrid con su planteamiento.

Quienes elucubran sobre el apoyo de Florentino a Benítez en época de zozobra dan argumentos: el calendario inmediato que le aguarda al equipo blanco no presagia nuevos quebrantos. En la Champions, con la clasificación para octavos asegurada, tienen que jugar ante el Shakhtar y Malmoe. Y en la Liga BBVA sus próximos rivales son Eibar, Getafe, Villarreal, Rayo y Real Sociedad. En consecuencia, se requiere mesura ahora más que nunca, y no precipitarse, aunque cualquier tropiezo contra estos equipos menores crearía una situación insoportable, sobre todo en el campeonato liguero, donde el Barça ha tomado una importante ventaja de seis puntos (siete si añadimos el golaverage particular).

Los que dan por acabada la singladura de Benítez al frente de la nave blanca enfatizan con un concluyente esto se veía venir. Es cierto que el Real Madrid ganó al PSG en el último encuentro de la Champions, pero fue de chiripa, con un fútbol ramplón, mediante un golpe de fortuna. En el siguiente, ante el Sevilla, el equipo blanco pegó primero, pero acabó perdiendo (3-2) mostrando una escandalosa falta de actitud en los jugadores y poca cintura en el técnico, incapaz de reaccionar. En consecuencia, la debacle frente al Barça fue la crónica de una derrota anunciada.

“No estuvimos compactos y no luchamos todos juntos. Cuando lo hacemos somos buenos, pero no aprendemos de los errores”, se sinceró Modric tras el partido.

Hay más datos que ilustran el estado crítico: Si en los diez primeros partidos de la Liga el Real Madrid tan solo recibió cuatro goles en su portería, en los dos últimos encuentros fue batido hasta en siete ocasiones, que pudieron haber sido más a poco que el Barça hubiera afinado la puntería.

A todo esto, Cristiano Ronaldo, se dice y se reincide, carece de sintonía con el técnico. “O Benítez o yo”, especula un diario. El caso es que el crack portugués brilló por su ausencia a los ojos de todo el orbe futbolístico. Demasiado fuerte para su orgullo.