lo mejor que le puede estar pasando a Bordalás en este momento son las críticas de la prensa. Cuando terminó el bochornoso partido en Tenerife, una parodia de Twitter se dedicó a retuitear opiniones sobre el planteamiento del entrenador que algunos -periodistas o no- vertimos en la red social. Les voy a explicar el razonamiento del alavesista mamporrero: Criticas a Bordalás, luego quieres que se la pegue el Alavés, por consiguiente eres del Athletic. Si te pagan por escribir o hablar de esto, estás al servicio de alguien. Como consecuencia, yo me hago y más, más de Bordalás y me dá igual que el equipo no juegue un cristo fuera de casa, que ponga el doble pivote Manu-Beobide, que se renuncie por completo al balón, que se pretenda ganar partidos con un saque de banda o que, cuando este brillante planteamiento haya fallado y el equipo esté perdido, y perdiendo, saque cinco minutos a Llamas como quien echa los cambios a la tragaperras.
Hay dos cosas peligrosas cuando se habla de un técnico: criticarlo por sistema y defenderlo por sistema. Incluso en derrotas, Bordalás ha puesto a su equipo en condición de ganar, como ocurrió en Palamós o en Lugo. Pero lo de Tenerife fue sencillamente salir al campo con grilletes. Desde que ganó los dos primeros partidos del curso, El Glorioso no encadena dos victorias consecutivas. Probablemente tenga que ver con la escasa continuidad ofensiva del equipo, carente en demasiadas ocasiones de recursos colectivos para dominar los partidos. Todavía se le ve dando bandazos. Contra el Albacete no hizo un encuentro redondo, pero salió al campo dispuesto a ser protagonista. Aunque luego no pudo tener el control y aquello se convirtió en un intercambio de golpes, estuvo más cerca de ganar con esa puesta en escena atrevida que con ese salir a que no pase nada con el que se plantó en Tenerife. Hay días en los que criticar a Bordalás en función del resultado es estúpido. Y hay días en que defenderlo porque sí es estúpido.
Cuando salieron las noticias del hachazo presupuestario al Baskonia y Alavés que se está gestando, me vino a la cabeza la mañana de la investidura del alcalde de Vitoria. Supongo que lo que pasó dentro respondió a resortes políticos y de poder que había que corresponder. Me importa poco quién gobierne Vitoria y no tengo una opinión formada ni de Javier Maroto ni de Gorka Urtaran. Lo que se vio fuera, que es lo que más me interesa, fue una mezcla de película de Berlanga, sketch de Los Batasunis y previa de un Boca-River. Los unos gritando ¡Maroto kanpora! y la otra presumiendo de pija, de ocho apellidos vascos y de permanente. El clamor popular contra Maroto estuvo articulado en torno al racismo. Como si ser del PP en Vitoria no fuera ya ofensa suficiente y hubiera que vestirlo de alguna manera para hacer más ruido. Jamás he entendido que haya que autoengañarse para odiar a un partido político, por eso no deja de sorprenderme la manipulación y la demagogia que se hizo con la cruzada de Maroto con un sistema de ayudas que hace aguas por los siete costados. No conozco a nadie que, sabiendo el trasfondo real del asunto, se quedara en la contaminación del racismo. Pero el caso es que funcionó y a Maroto, a nivel de la calle, no se le echó por ser del PP o mal político, se le echó por acusarle de odiar a los magrebíes. Pues vale. El populismo, amigos, es esto. Populismo es que en un pleno del Ayuntamiento de Vitoria se proponga si debe bajar una neska junto a Celedón el 4 agosto. Populismo es quitar un busto del Rey del Consistorio barcelonés y mandarlo volver a poner -y a quitar- porque a la primera no había cámaras de prensa para grabarlo. Lo malo para las utopías populistas, como ha comprobado Bildu en San Sebastián, es que el pueblo es proclive a votar Matrix una vez, pero al final todas las promesas de regeneración empiezan a terminar cuando toca empezar a regenerar.
El caso es que ahora el Ayuntamiento de Vitoria parece que amenaza a las dos instituciones más queridas de la ciudad. Aquí deberían medir muy bien el coste político de ese medio millón de euros. Al pueblo le puedes robar, te puede hacer una felación la becaria y puedes tener miles de millones en el extranjero mientras seas un patriota. Pero, ¡ay como le toques esto del deporte! Quitando los que harán doblete, habrá unas 15.000 personas en Vitoria que están esperando que llegue el fin de semana para ir a ver al Alavés o al Baskonia.
Si el cuento de la xenofobia fue efectivo, que cale la sensación que desde Bilbao se quiere hacer daño a los equipos de Vitoria puede poner a Maroto de Alcalde portando las cabezas de los Diop.
Dice algún mal pensado que estoy aplazando todo lo posible hablar del Baskonia ahora que por fin las cosas van bien y que Martín Fiz no va a ganar maratones todas las semanas para salvarme. Así son mis amigos, vean. Sirva como avanzadilla que veo un equipo gregario, con corazón y trabajado. Que suple algunas carencias ofensivas que le quedan con ritmo, pasión, la calidad de Bourussis y el Blazic, Hanga o James de turno que se las están ingeniando para aparecer cuando el equipo más lo necesita.
Le dije a uno en Twitter después de la paliza del Bayern al Arsenal que los cementerios están llenos de exhibiciones en octubre, pero esto es diferente. Baskonia se ha comprado tranquilidad. Una de las cosas que le ha lastrado en los últimos años -además de plantillas descompensadas y pufos varios- es empezar teniendo que remontar desde los primeros días para entrar en la Copa o el Top 16. Evitado eso, ahora se trata de ver la evolución de un equipo que sí, Pablo Carranza, parece que tiene algo.