Vitoria - ¿En qué etapa de su vida está?
-Pues un poco reubicándome. Sacando el Nivel 2 de entrenador, con el curso de director deportivo en Madrid, entrenando a un equipo de chavalitos en Ariznabarra... Mi intención si sale un equipo es seguir jugando porque me encuentro con ganas y con fuerza e ilusión, pero si no pues a dedicarme a estas cosas y sacar el máximo partido.
Llevaba quince años en un vestuario profesional, ¿cómo ha sido el cambio?
-Complicado. O no. Depende de cómo te lo tomes. Yo me fui a Málaga con dieciocho años y a los tres meses ya estaba entrenando en el primer equipo. Desde entonces no he parado. Se hace complicado el día a día porque tu vida es entrenar y los compañeros y eso es lo que más echo de menos. Los fines de semana, si te soy sincero, los aprovecho mucho más para estar con los niños. De lo que me he dado cuenta es de que me cuesta ver fútbol en directo. Voy con mi hijo mayor a ver el Alavés porque se lo pasa pipa, pero yo hay momentos que aún los vivo como futbolista y me da pena no estar ahí.
Si Juanma escribiese un día una biografía...
-Hay un montón de anécdotas. Empezaría contando que con dieciocho años tenía una idea de vida de dedicarme a los estudios porque sacaba buenas notas y el fútbol era un sueño. Cogí las maletas porque me llegó una oferta del Málaga y al final cumplí mis sueños. He jugado en Primera, he hecho muchos amigos, una buena carrera profesional... Anécdotas hay buenas y malas. Cuando estás en un vestuario convives con gente de todos los colores, cada uno de su padre y de su madre. Y sí, hay gente rara. He tenido compañeros que en las concentraciones se despertaban siempre a las seis de la mañana porque eran costumbres o un ritual en su país. Y otro que antes de saltar al campo siempre se forzaba el vómito porque decía que se sentía más ligero. Somos personas, pero con nuestras rarezas.
Un extremeño que ha pasado por Málaga, Valencia, Huelva, Sevilla, Villarreal y que acaba asentándose en Vitoria. Como en un guión de película actual.
-Del sur al norte, que está muy de moda. O del calor al frío. Siempre había estado en sitios con buen tiempo, pero el fútbol quiso que viniera aquí y estamos encantados. Es verdad que hace más frío, pero te acostumbras. Nos hemos encontrado una ciudad cómoda para vivir, donde la gente te acoge con cariño y la familia tiene todo lo que necesita. Hay buenos colegios, sitios excelentes para comer, servicios sanitarios... Hay que valorar muchas cosas para decidirte a vivir tan lejos de casa, pero aquí me he sentido siempre todo un privilegiado, tanto como profesional como a nivel personal.
Está de moda hacer chistes con los del sur y su faranduleo y los brutos que somos por estas tierras...
-Sí que hay. El carácter es distinto del norte al sur, con sus virtudes y sus defectos. Por abajo la gente es más dada al chiste, al cachondeo, más abierta... Aquí a la gente le cuesta abrirse más, pero una vez que se abren no he conocido a personas más nobles que los vascos. Amigos, vecinos, padres del colegio... La gente es muy noble y va de cara.
Dicho lo cual, y con lo que te conocemos, usted no responde a ese estereotipo. Vamos, que no es el que hace los chistes dentro del vestuario.
-No, no, no. Siempre me ha gustado hablar y dar consejos, pero soy bastante responsable y tranquilo. Siempre intentando poner sentido común cuando las cosas han ido mal.
También transmite la sensación de que no le suben mucho las pulsaciones. El famoso día de Jaén que está todo el mundo como loco...
-No. En el tercer gol no sabía ni dónde estaba, pero en el segundo si ves las imágenes me doy la vuelta, me tiro al suelo y empiezo a dar puñetazos. Lo del tercero fue ya la locura, el no va más. Estaba más pensando en lo que podía pasar en Lugo que allí.
¿Ha sido la experiencia más chocante que ha vivido como profesional?
-Sin duda. Ha sido el mejor momento de mi carrera. Te acuerdas de cuando debutas en primera, del primer gol, del ascenso con el Betis... Pero el día de Jaén... Es lo mejor que he vivido en mi vida y te vas con ese instante que te hace olvidar lo mal que lo has pasado.
¿Del viaje de regreso se acuerda?
-Todavía hay vídeos dando vueltas por ahí. Muy bonito, espectacular. Cantamos, reímos, bebimos... Fue guapo. El del autobús es un momento inolvidable.
Regresando al presente, ¿qué tal sus hijos con el euskera?
-El mayor me viene a casa hablando en euskera y nos deja... Y encima la profesora nos dice que va bastante bien y que le ve motivado y aprendiendo. Para un niño, cualquier aprendizaje es bueno, pero el padre poco le puede ayudar con los deberes.
Puede llamar a Beobide.
-Es el profesor particular. Cuando estaba en el vestuario y soltaba alguna palabra ya le decía que me hablase para que yo le pudiera entender y se reía mucho.
Vive de alquiler en el piso de Toquero, ¿es un buen casero?
-Es un fenómeno como persona porque como futbolista no lo voy a descubrir. Me alegro de que esté triunfando en el Alavés.
No montará una fiesta y destrozará la casa.
-Con los críos... Cuando vea las paredes un poco pintadas igual me echa la bronca.
Soñaba con ser futbolista, ¿ahora qué quiere ser de mayor?
-Me gustaría seguir vinculado al fútbol, que es mi pasión, pero nunca se sabe. Me estoy formando. Cuando eras pequeño tienes la meta de ser futbolista y ahora me gustaría ser entrenador, pero es complicado. Ahora estoy disfrutando con los chavales.
¿A qué ha tenido que renunciar en la vida?
-A muchas cosas. A la familia y los amigos, lo primero. Cuando salí de casa dejé atrás toda mi vida anterior por hacer lo que me gustaba. Recuerdo los fines de semana, que los amigos salían de fiesta y no hacían más que llamarme. Ya tomé la decisión de apagar el teléfono los sábados porque ellos estaban pasándolo bien y yo estaba en la habitación de casa. Al principio en Málaga fue duro porque vivía solo y no conocía a mucha gente. Renuncias a muchas cosas y en mi caso tuve suerte y acabé alcanzando ese sueño, pero hay muchos jugadores que lo intentan y no llegan y seguro que después tienes la frustración de haber renunciado a muchas cosas para nada.
Lo habrá compensado. Quince años de carrera trabajando un par de horas al día y cobrando bastante bien...
-Yo siempre he dicho que los futbolistas somos unos privilegiados. Y el que diga lo contrario, miente. Estás haciendo lo que te gusta, como mucho trabajas tres horas al día, en un equipo como el Alavés tienes doce mil personas detrás siguiéndote, disfrutas, cobras bien... No nos podemos quejar. Tienes que sacrificar muchas cosas, como los fines de semana que no puedes estar por ahí, pero que te aplauda la gente y que te den una ovación vale más que cualquier cosa.