vitoria - El triatlón es el deporte más caro del mundo. No es por los 3.000 euros de la bicicleta, los 350 euros del neopreno o los 150 de inscripción a una carrera. Ni por el casco y las zapatillas para andar en bici, los geles y las barritas o el reloj GPS. Porque hay cosas que no se valoran por lo que valen, sino por lo que cuestan. Hablo de los madrugones para ir a nadar a las 7 de la mañana antes de ir a trabajar. Las tiradas de más de tres horas sobre la bicicleta sin apenas superar los 0º. Las series en el parque del Prado que te dejan sin un ápice de energía. La incertidumbre de saber si podrás llegar hasta el final. Las horas que dejas de estar con tu pareja, tu familia y tus amigos. Las barbacoas que se convierten en ensaladas y las cervezas que se transforman en botes de Aquarius. La mayoría de los triatletas que mientras usted lee estas líneas estamos participando en el Triathlon de Vitoria no somos profesionales. Lo hacemos porque nos gusta y disfrutamos haciéndolo. No competimos para ganar a los otros. No queremos quedar los primeros. Sólo luchamos contra nosotros mismos. El triatlón te atrapa con su liturgia antes de cada carrera. Por el momento en que metes tu cabeza en el agua y sólo escuchas el chapoteo mientras nadas entre cientos de cuerpos. El subidón cuando te quitas el neopreno mientras corres hacia tu bicicleta. La emoción al dejar la bici y comenzar la carrera a pie entre aplausos. El momento en el que, ya sin fuerzas, atraviesas la línea de meta y piensas: “Lo he conseguido”. El triatlón es mucho más que tres deportes. Es un estilo de vivir, una manera de aprender a superar dificultades en la vida. Es relacionarte con la naturaleza y con el entorno. Nadar por mares, ríos y pantanos. Atravesar con la bici parajes desconocidos. Correr por caminos, montes y asfalto. Y sobre todo, ser triatletas significa conocerte a ti mismo. A veces le cuentas a alguien que haces triatlones y con cara compungida te pregunta: ¿por qué? Cada uno de nosotros tenemos una razón: hacer deporte, viajar, olvidar, probar, conocer el límite del cuerpo, ser solidarios? pero hay un motivo que nos une a todos: superarnos a nosotros mismos. ¿Merece la pena el sacrificio, el esfuerzo y el sufrimiento? Vayan hoy a la meta del Triathlon y observen el rostro de cada finisher al cruzar la meta. Ahí encontrarán la respuesta.