Eddy Merckx, el rey del Tour en los años 70, el hombre que llegó de amarillo a París en cinco ocasiones, jamás conquistó el Arco del Triunfo. Nunca se coronó en los Campos Elíseos. Sus victorias se celebraron en La Cipale, en el velódromo que lleva el nombre de Jacques Anquetil, el francés cuya gesta igualó cuando en el verano de 1974 se impuso por quinta vez en la ronda gala, escribiendo su nombre en la historia como el segundo corredor en lograr tal hazaña. Un año después se plantó presto para la batalla en Charleroi, de donde partió un Tour que quedó marcado por la agresión que sufrió el belga en las rampas del Puy de Dome. El 11 de julio se cumplirán cuarenta años de aquella acometida, del puñetazo que un espectador francés le propinó a Merckx cuando este acariciaba su sexta victoria en la ronda gala. En la que fue la primera edición con final en los Campos Elíseos, el belga no pasó del segundo peldaño del podio y no pudo agrandar su ya de por sí dilatada leyenda. Las preguntas asaltaron entonces al mundo del ciclismo. ¿Hasta qué punto le afectó aquello al frágil cuerpo del ciclista? No hay respuestas. Nunca las hubo ni las habrá.

Mucho se ha hablado y se ha escrito de la animadversión que los aficionados locales y algunos corredores franceses tenían hacia Merckx, firme aspirante a superar al ídolo galo Jacques Anquetil. Odio en unos casos, envidia en otros. Así se podría entender la agresión que sufrió en el costado derecho, a la altura del hígado. La del volcán, dormido desde hace siglos, era la primera de las cuatro etapas montañosas en las que se decidiría aquel Tour. A las faldas del Puy de Dome llegó como líder El Caníbal, que se enfundó el maillot amarillo en la sexta jornada, relegando en la clasificación al debutante Francesco Moser, que se impuso en el prólogo. La ventaja de minuto y medio sobre Bernard Thevenet con la que inició aquella décimo cuarta etapa parecían suficientes para que el belga ampliara su hegemonía. Sin embargo, todo cambió en un instante, en un pestañeo.

Los gallos comandaban la carrera en las rampas del volcán que se alza sobre el macizo central en la que era la última subida de la jornada. Thevenet y Van Impe saltaron del grupo de favoritos a cinco kilómetros de meta, lanzados como posesos a por el triunfo mientras Merckx, más sereno, con un ritmo constante, realizaba la ascensión a unos cincuenta metros, sin perderles de vista. El francés claudicó en el último kilómetro, ahogado por el esfuerzo, y el belga del Gitane se hizo con la victoria. Varios metros por detrás pedaleaba su compatriota, enfundado en el amarillo, reconocible en la distancia, presto para cambiar el ritmo y recuperar la distancia perdida. Pero justo en ese instante fue golpeado por un espectador que posteriormente sería detenido por los gendarmes. Se quedó sin aire, con la mano derecha sobre la zona afectada mientras avanzaba a duras penas. Ahogado por el dolor. Su intento de remontada quedó en una mera tentativa. Llegó exhausto a meta con 34 segundos perdidos con respecto a Thevenet, aunque logró mantener una renta cercana al minuto.

El dolor, insufrible, le hizo vomitar en más de una ocasión mientras se encontraba en el vestuario. El equipo, alertado, llamó el médico privado del belga, aunque este restó importancia al asunto. Le diagnosticó una sensibilidad en la zona hepática y, además de un calmante, le recetó un anticoagulante sanguíneo. La siguiente jornada, de descanso, se convirtió en un tormento para Eddy Merckx, que apenas pudo dormir. Así, con todo en contra, aunque con el consuelo que suponía mantener el jersey de líder, se plantó en la salida de la etapa reina: 217 kilómetros entre Niza y la estación de Pra Loup.

impotencia Los cerca de 5.000 metros de desnivel que debían superar en una jornada durísima, terminaron por hacer claudicar a El Caníbal. El dolor, anestesiado por los calmantes, y el esfuerzo acabaron con él. Los cinco primeros de la general, Merckx incluido, se plantaron a los pies del Col d’Allons en solitario. Permanecieron unidos hasta que el belga, tras observar una cierta debilidad en Thevenet, lanzó un duro ataque a un kilómetro de meta y se lanzó a tumba abierta en el descenso, técnico y peligroso, alcanzado por momentos velocidades superiores a los cien kilómetros por hora. El francés, su principal opositor, se mostró más cauto cuesta abajo y comenzó la última subida de la jornada, con final en Pra Loup, con dos minutos perdidos.

Entonces, a Merckx se le acabó la gasolina. Sufrió un desfallecimiento, perdió el golpe de pedal y con el estómago ardiendo, como admitiría después tras cruzar la línea de meta, fue alcanzado por el resto de sus rivales. Thevenet también llegó a su altura y, tras constatar la pájara del corredor belga, le atacó. No hubo respuesta. Bastante tenía con mantenerse en pie sobre la bicicleta. El francés ganó la etapa y se vistió de amarillo. “Es igual el tiempo perdido, lo he intentado todo y he perdido todo. Se acabó. No ganaré este Tour”, aseguró Merckx a la conclusión de la jornada.

Herido en el orgullo, el belga lo intentó en las siguientes etapas. Atacó cuesta arriba y cuesta abajo, en todos los terrenos. Pero sus intentos fueron baldíos. Además, antes del inicio de la décimo séptima jornada, tras golpearse la cara como consecuencia de un choque con el danés Ole Ritter, se le diagnosticó una fractura en la mandíbula. Una vez más, aguantó el dolor, e incluso atacó, pero el Tour no se le escaparía a Bernard Thevenet, que escribió su nombre en la historia como el primer corredor en ganar la ronda gala con final en los Campos Elíseos, a escasos metros del Arco del Triunfo, donde no salió victorioso Merckx.