Cavaliers97 - Warriors105
CLEVELAND CAVALIERS: Shumpert (8), Dellavedova (1), Mozgov (17), James (32), Thompson (15) -cinco inicial-, Smith (19), Jones (5), Miller (0) y Harris (0).
GOLDEN STATE WARRIORS: Thomspon (5), Curry (25), Green (16), Iguodala (25), Barnes (9) -cinco inicial-, Livingston (10), Ezeli (10), Barbosa (5) y Lee (0).
Parciales: 15-28, 43-45 (descanso), 61-73 y 97-105.
Árbitros: Foster, Davis y Zarba. Sin eliminados.
Cleveland - Cuando los seguidores de los Golden State Warriors, esa Dubnation que ha disfrutado toda la temporada de un baloncesto atrevido y excitante, se sienten al borde de la bahía de San Francisco a la que cantaba Otis Redding lo harán como campeones de la NBA 40 años después. Su equipo culminó el vuelco que dio la final a partir del tercer partido, se anotó en cancha ajena la cuarta victoria (97-105) y recogió el testigo que en 1975 dejó la plantilla que lideraba el mítico Rick Barry. Los Cleveland Cavaliers sucumbieron por puro agotamiento, personificado en un LeBron James que ha completado seis duelos a un nivel superlativo -35,8 puntos, 13,1 rebotes y 8,6 asistencias de media-, pero sin la compañía necesaria.
“Teníamos demasiado talento vestido de traje en el banquillo”, fue el resumen de la estrella de Akron tras entregar la cuarta final de las seis que ha disputado. Sencillamente, los Cavaliers no daban para más después de las lesiones de Irving, Love y Varejao. Bastante han hecho con llegar al sexto partido ante un rival mucho más profundo en el que Stephen Curry lleva los mandos, pero otros suman para demostrar que al baloncesto se puede jugar y ganar de muchas maneras, siempre que se repartan las responsabilidades.
Steve Kerr, que como jugador ganó cinco anillos y fue dirigido por entrenadores legendarios, dio con la tecla en el cuarto partido después de que su equipo se colocara en desventaja y sufriera en las trincheras del juego a medio cancha. El técnico de los californianos, asesorado por sus ayudantes, propuso un juego de pequeños, que habría sido imposible de estar las dos plantillas al completo, abrió la cancha todo lo que da de sí y los Warriors incidieron y se gustaron en el estilo que les ha llevado a ganar 83 partidos esta temporada, más que nadie salvo los Chicago Bulls de 1996 y 1997, en los que jugaba Steve Kerr.
Stephen Curry ha dejado pinceladas de su genialidad, pero ha tenido el apoyo de Andre Iguodala, elegido MVP de la final sobre todo por el empeño en rebajar la producción de LeBron James sin dejar de aportar en las facetas ofensivas; el de Draymond Green, que cerró el sexto partido con un triple-doble; y el de otros compañeros (Barnes, Barbosa, Livingston y, al principio, Thompson) que han ido apareciendo en función de las necesidades del equipo de la bahía, que pasaban por mantener un ritmo alto que asfixiara a los Cavaliers.
En el duelo definitivo, el acierto en los triples propulsó a los Golden State Warriors en el primer cuarto, aunque en el segundo pareció entrarles el miedo a ganar. Tras el descanso, recuperaron el tono y marcaron un ritmo anotador que fue imposible de seguir por unos Cavaliers en los que LeBron, agotado, lanzaba suspensiones para tratar de llegar con opciones al final. Fue imposible porque los Warriors, con Iguodala o Green en el eje, llevaban el balón de lado a lado para clavar dagas en el corazón de un rival moribundo y proclamar su supremacía. En la bahía está el equipo campeón de la NBA 40 años después, un premio al baloncesto de meter un punto más, un manotazo a los tópicos.
Andre Iguodala. MVP de la final después de no haber sido titular hasta los tres últimos partidos. Su defensa a LeBron le hizo ganar puntos hacia el premio.
Barbosa y Bogut. El escolta brasileño y el pívot australiano suceden a Splitter y Mills como campeones de la NBA de sus respectivas nacionalidades.
Steve Kerr. Primer entrenador novato que gana la NBA desde que lo logró Pat Riley en 1982. Su decisión de jugar con pequeños dio un vuelco a la final.
LeBron James. Nadie había sido nunca máximo anotador, reboteador y asistente de una final. Su esfuerzo ha sido enorme, pero insuficiente.