Arrate - Un año entero de negro, enlutado, le pintó un gesto de preocupación al pizpireto Joaquim Rodríguez (Katusha). Se pasó el catalán un curso entero apagado, en el sótano, a contrapié, contrariado, buscando respuestas y encontrando más preguntas. En Zumarraga, Purito encontró la luz, quién sabe si la palanca para recuperar la memoria de su ciclismo. El catalán dio con el interruptor tras la salvaje ascensión a La Antigua. Allí le pellizcó el instinto ganador, escondido en el arcano tanto tiempo que Purito no se reconocía en el espejo, hecho añicos, desfigurado su perfil más fotogénico. Encoló los trozos con la sonrisa de Zumarraga y ayer, en Arrate, frente al santuario, volvió a reír, feliz, festivo, dichoso, después de repetir triunfo. Se dio otra alegría Purito, que tuvo que cambiar de bicicleta por la rotura del cambio. Sabio como los ratones colorados, como hiciera en Zumarraga cuando trazó por fuera, en el descenso de la jauría, compuesta por una docena corredores, Joaquim Rodríguez se colocó en el mejor sitio posible para abrir de nuevo los brazos en ese sprint que es bajada y agarrar por la pechera otro triunfo que durante un año parecía imposible y que en un par de días se antoja ordinario. ¿Cómo se le pudo olvidar ganar a Purito?

La boda de Joaquim Rodríguez, su alianza con la Vuelta al País Vasco, bien pudo ser el divorcio de Nairo Quintana (Movistar) en un día en el que a punto estuvieron de saltársele las costuras. Al colombiano le rescató Ion Izagirre (Movistar), sobresaliente costurero el de Ormaiztegi, un carrerón el suyo. Ion detectó las dudas de Nairo, la hebras de debilidad que mostró en las rampas de Usartza revoltosa la carrera por una sucesión de movimientos que destemplaron a Quintana. Ion evitó el costurón. Izagirre, que actuaba de marcador durante a la subida, tejió un puente de esperanza para Nairo, al que había rasgado el ataque del líder Sergio Luis Henao (Sky). “Probé porque tenía buenas piernas. Sí uno está bien, hay que atacar para ver cómo están los rivales”, dijo. El paisano de Quintana fotocopió el ataque que quebró la paz en La Antigua y estuvo a un dedo de guillotinar a Nairo y Purito de no mediar Izagirre, cuyo despliegue posibilitó que los tres reyes se citen en Aia con los mismos tiempos, pero con sensaciones encontradas. Si Henao y Purito se vitaminaron en Arrate, Quintana emitió señales de inestabilidad.

Atrás quedaba Eibar y los restos de la escapada de Tony Martin (Etixx) y Danielson (Cannondale), en la que también estuvo Peio Bilbao (Caja Rural) hasta que pudo. Martin y Danielson expiraron en el momento que se ordenaba zafarrancho hacia el santuario, que no es un lugar para la reflexión, la contemplación y la paz. No al menos cuando se debate entre ciclistas. A Nairo le descubrió el flanco débil, sin quererlo, Beñat Intxausti (Movistar), que abrumó al grupo con un despegue con turbina. El Orica, que pensaba en Chaves y Yates, encendió la mecha, pero fue el lanzallamas de Intxausti el que desajustó a Quintana, que no logra enlazar con el Nairo del Terminillo en la que va de carrera. Intxausti picó rueda y su cambio de ritmo, bestial, efusivo, descorchó la ascensión. Tan pronto como revolucionó el grupo se apartó del plano. Nairo ordenó a Intxausti que destensara. Piano, piano... si va lontano.

Zakarin, en órbita La espoleta, empero, no se podía desactivar. La subida se puso ruidosa, ronca y afilada. Las mastriuskas, las muñecas rusas que aparecen una tras otra, hicieron pie en Usartza. Katusha ejerció de anfitrión. Zakarin, un personaje secundario en la trama, pero inquietante su presencia, a solo diez segundos de Henao, se puso en órbita. Cosmonauta. Su ataque revolvió el escritorio. Las carpetas y dossiers no servían de nada. Eran necesarios los apuntes a vuela pluma. Izagirre, monumental su actuación, acudió presto a por el ruso, al que también se unió Luis León Sánchez, sin la llama necesaria para continuar. Zakarin se desprendió de Izagirrre. Ante el reto del ruso reaccionó Henao, que realizó un movimiento académico. Valiente, jugó a ganador en cuanto intuyó la falta de resuello de Quintana. De un lado al otro de la carretera y para arriba. Nairo y Purito le vieron por el rabillo del ojo. Pero las piernas no podían seguir al reojo. Henao quería la carrera.

El despunte del líder alteró el pulso del grupo, en el que se refugiaban Quintana y Purito, sus máximos oponentes. Los desfibriladores acompañaban a los pulsómetros, disparados en Usartza, donde el líder logró echarle el guante a Zakarin. Por detrás Izagirre fue el báculo en el que se apoyó Quintana, consciente de que Henao estaba dispuesto a torpedear el acorazado del Movistar. El guipuzcoano, enorme sherpa, recobró el aliento, gobernó la nave con destreza y no cejó hasta reducir a nada la ventaja que el líder y Zakarin habían amasado en un par de kilómetros. Para entonces el grupeto se había descascarillado. Samuel Sánchez, tres veces ganador en Arrate, y Kwiatkowski, que en la salida de Zumarraga se entretenía con el móvil mientras acudía al control de firmas, fueron sentenciados. Arrate les dijo adiós. No así a Quintana, tan aliviado como agradecido a Izagirre.

Purito, el más listo Recompuesta la figura y el gesto en la cima de Usartza, Joaquim Rodríguez, reconfortado y confiado, a un viaje sideral de su Annus horribilis, estaba dispuesto a negociar la victoria en la mítica llegada, evocadora, museística su vitrina. El ramo de flores en Arrate exige un acto de fe por lo peligroso del descenso, donde es necesario la precisión de un cirujano, la determinación de un kamikaze y el conocimiento de la experiencia. Purito, escamado hace tres años, cuando entró primero en la última curva y le birló la gloria Alejandro Valverde, otro magnífico pillo, negoció el giro en primer lugar. Mollema (Trek) y Yates (Orica) le rastreaban el rebufo, pero Arrate no concede espacio para el remonte cuando la carrera se precipita en cascada. Purito se sujetó al manillar y no lo soltó hasta la meta. Después sonrió. Otra vez. Doble felicidad. El catalán subió al podio con su dos hijos, que acompañaban la excursión de los padres de Purito a Arrate, al Santuario, donde levitó. Voló en Zumarraga y flotó en Arrate. De festejo en festejo.