GASTEIZ - Aunque el ciclismo es cada vez más una tabla de excel donde se agolpan datos de todo tipo, un sistema cuantificado, son las sensaciones, que no dejan de ser percepciones, “la impresión que las cosas producen en la mente por medio de los sentidos”, que dice el diccionario, en la que también conviven el presentimiento, la intuición, las corazonadas y el famoso sexto sentido, las que con más exactitud perfilan el rendimiento de los ciclistas. Son las sensaciones, algo inclasificable, las que gobiernan el inicio del curso, focalizado sobre los Fab Four, que no son los Beatles, que también, sino más bien Quintana, Contador, Froome y Nibali, principales candidatos al Tour, la carrera en la que se reparte el laurel y la corona del ciclismo. En julio, los Campos Elíseos elegirán a su regidor. Recién inaugurada la primavera, entre quienes opositan a ganar la Grande Boucle, se imponen los hechos acontecidos en los idus de marzo, el día quince, según el antiguo calendario romano. La fecha pasó a la historia por el asesinato de Julio César en el año 44 A.C. por parte de los senadores. Entre las dagas que acabaron con su vida estaba la de su hijo, Brutus. A partir de entonces, cuidarse de los idus de marzo es una invitación a extremar las precauciones, pero también a hacer caso a los presentimientos y a las sensaciones.

Ese día, domingo, en la Tirreno-Adriático, 15 de marzo, se destapó Nairo Quintana (Movistar) en su primera carrera europea del curso. Se estrenaba tras caerse en los campeonatos de Colombia. A miles de kilómetros, en el Terminillo, el monte abrazado por la nieve, el colombiano lanzó un mensaje nítido a sus oponentes, entre los que se encontraban ilustres de la talla de Contador (Tinkoff) y Vincenzo Nibali, después de que Froome se borrara de la prueba que pretendía correr por problemas de salud. Su demostración camino de la cumbre, con un soberbio ataque a cinco kilómetros de meta, que no encontró respuesta, abrillantó la candidatura de Nairo Quintana, que acumuló una renta considerable en la cima. No solo fue el qué, ganar en el Terminillo, más bien fue el cómo, la manera en la que se impuso y ante los rivales que lo hizo. Los descontó con aparente facilidad. Ligero, liviano, pero hercúlea su propulsión, el colombiano es quién más solidez en el momento en el que la carretera ha exigido crampones. Dejó más dudas en la contrarreloj final a orillas del mar, si bien la próxima edición del Tour ha recortado la lucha frente al crono hasta convertirlas en un kilometraje residual. Aún así, la pérdida de segundos, -Mollema recortó buena parte de su renta- en la especialidad le obliga a mejorar.

El examen de la montaña En el Terminillo, encumbrado Quintana, mantuvo el tipo Alberto Contador, señalado por el colombiano como el más fuerte antes de que partiese la prueba. Llegaba Contador a la carrera de los dos mares con el dorsal uno a la espalda y el segundo puesto en la Vuelta a Andalucía, en la que le superó Froome por un par de segundos, apenas un detalle. El madrileño, quinto en la general de la Tirreno-Adriático, enseñó los incisivos en el coloso italiano, pero le faltó filo, contundencia y continuidad. Su equipo, con Basso y Kreuziger, le situó en la rampa de despegue para desplegarse, pero el aleteo de Contador no fue suficiente. Sus ataques fueron cortos, unas escaramuzas, y no laminaron al resto. Incluso Mollema se intercaló entre su grupo y el viaje en solitario de Nairo. En la contrarreloj, el madrileño tampoco ofreció su mejor versión. Sin embargo, el cómputo se antoja positivo porque se ha mostrado regular tanto en la Vuelta a Andalucía como en la Tirreno-Adriático. Además, el calendario de Contador mira a Italia, al Giro, antes de asomarse al Tour.

A la balconada del Tour, a su barandilla de gloria se agarra Vincenzo Nibali, ultimo vencedor de la carrera francesa. El italiano fue el más perjudicado en la esgrima del Terminillo. Muy alejado de su perfil más fotogénico, Nibali estuvo varios peldaños por debajo de Quintana y también de Contador. Scarponi, que encabezó la ascensión del Terminillo hasta la irrupción volcánica de Quintana, podría haber servido como puente a un ataque de su jefe de filas. Sin embargo, Nibali, emperador en el Tour, nunca tuvo ritmo para disputar la carrera. En la contrarreloj que daba carpetazo a la Tirreno-Adriático, sin ningún aliciente, su registro se perdió en la tabla de tiempos por lo que resulta complejo interpretar su respuesta en la modalidad. En el caso de Nibali, líder del Astana, queda por resolver la investigación sobre su equipo, que acumula varios positivos y será la comisión de licencias del WorldTour el organismo que decida sobre el futuro competitivo de la formación kazaja. De momento, el caso no se ha resuelto. Si Astana no puede correr en pruebas del WorldTour, Nibali tendrá que encontrar acomodo en otro equipo si quiere defender su corona en el Tour de Francia.

Froome, solo en Andalucía Otro de los que pretende el asalto a la nave nodriza del ciclismo, el Tour, es Chris Froome (Sky), el único de los primeros espadas ausente en la Tirreno-Adriático por motivos de salud. El termómetro de Froome elevó el mercurio en la Vuelta a Andalucía, cuando se batió en duelo con Contador en la primera carrera en la que cruzaban sus destinos. Ambos mostraron muy buenas piernas y espíritu de combate en la cita. El madrileño lanzó un directo al mentón de Froome en la primera jornada de montaña que le situó como líder sólido. El británico encajó como pudo el latigazo de Contador. Irreverente, inconformista, Froome se levantó, no se arrugó y devolvió el impacto, corregido y aumentado, en la segunda etapa de montaña. Froome y su molinillo, ese endemoniado ritmo, un rock&roll, salieron airosos. La carrera se la metió en el bolsillo con dos segundos de ventaja, un suspiro, una pedalada, tal vez. En la montaña las diferencias fueron mínimas y en la contrarreloj que abría la carrera, la renta exigua en favor de Contador. Para Froome fue Contador el metro patrón. Se desconoce cuál hubiera sido su capacidad para interpelar a Nairo Quintana, el mejor de los idus de marzo.