Decía Giuseppe Martinelli cuando dirigía el Astana, donde corría Contador, que el madrileño es “un ciclista viejo” por la manera que tiene de vivir el ciclismo, “como los de antes pero adaptado a este tiempo”. De alguna manera el perfil de Contador responde al de un ciclista del pretérito: fogoso, temperamental, indisimulable su tendencia al ataque, su valentía, su ambición. En Contador la voracidad manda sobre el pulsómetro. El ímpetu sobre el pulsómetro. El corazón sobre el cálculo. Solo en ese marco se puede entender el reto que pretende: ganar el Giro y el Tour este año. A contracorriente. El ciclismo moderno, al que alguien bautizó como el 2.0, huye de las exhibiciones, pedalea entre tablas de excel, pinganillos y una pila de datos, de mediciones, de tests, de umbrales y de vatios como alimentador de las sensaciones “Contador se ha impuesto un objetivo muy difícil, ganar el Giro y el Tour. No voy a decir que es imposible, y si alguien puede hacerlo, ese es Alberto”, alimenta Chris Froome, su antagonista, un ciclista en las antípodas del madrileño.
Los noventa reclutaron a los últimos aventureros que deseaban vestir de rosa en primavera y de amarillo en verano. Miguel Indurain (1992 y 1993) y Marco Pantani (1998) fueron los Mohicanos de esa estirpe, del ciclismo añejo. Después, el ciclismo viró, fagocitado por el Tour, tal vez en una visión reduccionista, y se apagaron las piernas que deseaban ambas coronas. Contador, 32 años, es hijo de esa época, pero también de su personalidad, de su carácter ganador. Conquistador de las dos carreras por separado, inconformista como es, Contador las quiere a la vez. Mayo y julio al zurrón. “Es posible, no creo que sea una locura. La clave es el tiempo de recuperación entre las dos carreras. Si logras descansar bien y recuperar se puede hacer”, subraya Marino Lejarreta, que dejó huella en Italia y Francia al mismo tiempo en cuatro ocasiones, en tres de ellas entre el top-10 de ambas. “Ha habido corredores que han conseguido ganar las dos carreras y otros que lo han disputado a tope”, dice legendario ciclista de Berriz . “Ganar el Giro y el Tour el mismo año son palabras mayores”, descorcha Iñigo Cuesta, un ciclista que fue longevo, regular, de aliento largo, diesel inagotable. Cuesta enlazó Tour y Vuelta en seis ocasiones durante el curso en su extensa carrera deportiva.
“Otros lo han hecho, por lo que es posible conseguirlo, pero del mismo modo también es cierto que se trata de un reto muy complicado”. Ambas carreras son tremendamente exigentes, dos viajes espaciales. Si el Giro es la Luna, el Tour es Marte. “El Giro por su recorrido, que siempre es muy duro y por cómo lo disputan los italianos, que siempre van a tope, y el Tour por la presión, el calor, por ser la carrera más deseada, la más importante, es donde siempre están los mejores y más en forma”, describe Cuesta sobre la fisionomía de ambas pruebas. “En Italia, el recorrido es más duro que el del Tour. Luego está el tema la meteorología. Se corre en primavera y el tiempo puede ser muy cambiante y eso siempre complica la carrera. Es un elemento a tener en cuenta. Respecto al Tour, además del calor, tiene un ritmo competitivo más alto que el Giro, esa es la gran diferencia. Todos quieren el Tour y eso lo hace muy duro porque se va muy deprisa”, establece Marino Lejarreta sobre las dos rondas por etapas más importantes del calendario, también las más complejas de gestionar y digerir.
El trabajo previo, el plan maestro, de Contador -“que se conoce muy bien a sí mismo”, expone Cuesta- tiene que mirar más allá de su estado de forma. Semejante hazaña no se vertebra únicamente en las piernas de Contador. El madrileño, aunque un ciclista sobresaliente, necesita que todo le vaya rodado, que no existan fricciones ni baches en su andadura porque le descabalgarían sin remedio, sin miramientos. La altura del reto, majestuoso como los imponentes Dolomitas o el escultórico Mont Ventoux, solo es accesible si “todo va perfecto. Necesitas que nada te falle si no, olvídate”, estima Iñigo Cuesta. “Si algo se tuerce es muy complicado de enderezar y el ciclismo es imprevisible”, alienta Lejarreta, que recuerda como en Italia la carrera muda del horno al frigorífico en un par de chasquidos, en la misma medida que se transita del sur al norte. “En el Giro siempre hay sorpresas”.
Aunque el actual ciclismo está más encorsetado, las emboscadas asoman con mayor timidez y el elemento sorpresa cuando no diluido se ha dispersado en gran medida por el estilo cartesiano que se aplica a la manera de correr, la capacidad de adaptación al guion que se vaya redactando sobre el asfalto, se antoja determinante para obtener éxito. Desgrana Marino que en carrera: “tienes que saber sacar provecho de las situaciones que se den y hacerlas buenas para ti”. La persecución del doblete requiere una lectura exacta de la prueba, con escasas dudas y balbuceos, el peor síntoma para enfrentarse a un viaje tan especial. “Hay que ser selectivo y, de alguna manera, oportunista. Se tiene que correr con mucha cabeza. No hay que darlo todo, pero sí lo suficiente para sacar ventaja y después administrarla”, estima Lejarreta. “No puede coger la responsabilidad de la carrera en cuanto se te ponga a tiro. Hay que saber medir, ser muy inteligente, saber esperar, ser paciente, para no dar una pedalada de más y tampoco una de menos. No puede malgastar fuerzas”, sugiere Cuesta.
Los fuegos de artificios, el derroche y las exhibiciones que tanto alientan a las cunetas, que caldean a los aficionados, que de tanta épica han nutrido al ciclismo quedan desterrados de la ecuación salvo en momentos puntuales, en los instantes claves. “Él se tiene que reservar al máximo y en los momentos puntuales dar las pinceladas”, calcula Cuesta. El madrileño tendrá que vestirse de contable y hacer uso de la calculadora, de las sumas y las restas. Mantener ese equilibrio más cuando el objetivo es ganar, es un asunto espinoso. La premisa inicial es el ahorro de fuerzas, maximizar cada esfuerzo. “Hay que hacer como la hormiga... ahorrar y reservar para ganar y si tienes que correr a la defensiva, hacerlo”, estima Iñigo, convencido de que “exhibiciones las justas. Tiene que ser inteligente en carrera y saber esperar su momento porque todo esfuerzo que haga de más en el Giro lo notará en el Tour”.
En ese ejercicio de funambulismo es imprescindible “un equipo muy fuerte, pero no el más fuerte que tenga, porque deberá compensar en el Giro y en el Tour”, opina Cuesta. El equipo tiene que ser el refugio de Contador, el cortafuegos, que le facilite que el desgaste sea el menor posible en las dos carreras, la única solución para salir airoso. “El equipo es fundamental”, determinan Cuesta y Lejarreta. La elección de los compañeros que acompañen la madrileño a ambos frentes se prevé trascendental. No se trata de un simple reparto de dorsales, de convocar a dos nueves. Además de los tangibles: estado de forma, experiencia en la carrera, capacidad de trabajo, especialización en la tarea cuentan aspectos como la confianza, el feeling... El mecano tienen muchas piezas que ajustar para que el conjunto sea una unidad perfectamente encolada, sin costuras deshilachadas. “Es obligatorio tener un equipo fuerte y que a la vez sepa correr con inteligencia. Tiene que tener las dos cualidades porque de lo contrario tienes un problema”, destaca Marino Lejarreta.
El desafío táctico tiene tanto o más alcance que el reto físico, este no deja de ser mastodóntico. “Ambas carreras te exigen ir muy bien de forma. Tal vez no a tope, al 100%, pero cerca de tu mejor estado de forma”, indica Marino Lejarreta. Iñigo Cuesta es de la misma opinión y agrega que “eso de estar la primera semana para coger la forma no vale en el Giro o en el Tour porque la gente va muy rápida, anda mucho. No hay tiempo para algo así. Eso se acabó hace tiempo”. Tampoco queda tiempo para pensar más de la cuenta. Impera el aquí y ahora. Y el primero en la lista es Giro. “Tienes que estar centrado del todo en lo que tienes delante. Tal vez puedas tener esa especie de run-run de que vas a hacer las dos carreras, pero no puedes pensar más allá de lo que tienes delante. Tienes que estar concentrado en la carrera que estás disputando, centrado en el día a día”, analiza Marino Lejarreta. Esa hilo argumental es el que defiende Iñigo Cuesta desde su experiencia. “Aunque lo tengas en la cabeza, no lo piensas, simplemente estás a lo que tienes que estar que no es otra cosa que la carrera que estás disputando en ese momento”. A la espera de eso dos grandes momentos, de mayo y de julio, cuando aún se necesitan prismáticos para divisar el Giro y el Tour, queda por resolver si la cigarra es capaz de ser hormiga.