playa de palma - Qué bonito es el ciclismo, el sano ambiente que le rodea, esa unión dentro del equipo, el compañerismo... Bien lo sabe Ion Ander Insausti, sorprendido él mismo como el que más tras su buen hacer en su estreno en el mundo profesional, donde cuenta que estuvo a rueda de Greipel en los últimos kilómetros, siendo uno más del estirado tren del Lotto. De allí fue derrocado, mandado al exilio por no se sabe muy bien quién, entre gritos y aspavientos. Como para no hacer caso, pensó Insausti. Jerarquía lo llaman. Pese a todo, aguantó a unos metros de distancia, aunque sin ninguna opción de inquietar a Pelucchi y el resto de esprinters. “De todo se aprende”. Fue el mensaje claro y sosegado de Egoitz García. Palabra de líder. Pero no todo son alegrías. Que se lo digan sino a Unai Intziarte, cortado, junto a un buen grupo de corredores, tras el brutal arreón del Lotto y el Movistar. Sufrimiento lo llaman. Ley del ciclismo. Ya saben, de todo se aprende. Eso es lo que muchas veces no se ve. Situaciones que se pierden con el veloz paso del pelotón. Anécdotas de la carrera. El devenir propio de un duro deporte. Bien lo sabe Aitor Galdós (Ermua, 9-XI-1979). El vizcaino conoce bien este mundo, se desenvuelve en él como pez en el agua. “Son los años de experiencia”, asegura. Miles de vivencias, buenas y malas, como la caída que sufrió en 2009 mientras se entrenaba para el Circuito de Getxo. Recibió 75 puntos de sutura en la cara, consecuencia de una “caída tonta”, como él reconoce. Ahora, tras dejar la bici, “pero no el ciclismo” -lo recalca- está acompañando a Murias Taldea en su primera aventura en el mundo profesional. Una ayuda puntual y que está compaginando estos días con su trabajo en el Trek. Masajista, responsable del avituallamiento y consejero. Esas son sus principales tareas dentro del grupo. Casi nada. Del coche a la habitación, donde realiza los masajes posteriores a la carrera, tras pasar primero por la zona de avituallamiento y después por meta. Un duro trabajo que apenas se ve y que, consecuentemente, no recibe el reconocimiento suficiente entre quienes no lo conocen. Un esfuerzo continuo, de muchas horas. “Incontables”, aclara mientras le da vueltas a la cabeza pensando en el plan de la tercera etapa cuando apenas se han recorrido 20 kilómetros de la segunda.

Ese es el otro ciclismo. El que no se ve, el que pasa desapercibido para el gran público. Mientras en los conjuntos más poderosos las tareas quedan más repartidas, hay más manos para realizar el mismo trabajo, las limitaciones de Murias, un recién llegado, impiden que, al menos de momento, pueda haber más ayudas. Eso sí, en la exigente etapa de ayer, la más dura de la Challenge de Mallorca, contó con la inestimable colaboración de Patxi Mundiñano, el mecánico del equipo.

Cuidados para ciclistas Ambos, subidos en el segundo coche, abastecieron a los corredores de víveres al término de la jornada. Mientras, Jon Odriozola, director de la escuadra; Javier Etxarri, su mano derecha; y Eneko Garai, el otro mecánico, siguieron la carrera desde dentro, llegando a ir en las posiciones más adelantadas durante varios kilómetros, los que duró en cabeza el alavés Imanol Estévez, que se dejó ver, pasó primero la meta volante que abrió las hostilidades, coronó en cabeza la primera dificultad montañosa de la jornada e incluso le disputó a Greipel el sprint especial. Después, ya en el hotel, recibió los cuidados de Galdós, que seguirá mimando durante estos días a los corredores de Murias como si fueran sus propios hijos. Es el otro ciclismo.