Muchos aficionados del Olympique del Marsella le consideran un excéntrico. Una especie de fanático que puede haberse pasado de rosca por pensar las veinticuatro horas del día en fútbol. Otros, en cambio, como ha sucedido por cada equipo por el que ha pasado, incluido el Athletic, ya han elevado a la altura de los altares a Marcelo Bielsa. Le ha costado poco tiempo al Loco convertirse en el entrenador de moda de la Ligue 1, donde el OM lidera en solitario la clasificación con una soltura que ha sorprendido hasta a los más optimistas. Gracias a una racha de siete victorias consecutivas, el conjunto más popular de Francia aventaja en cinco puntos al Girondis de Burdeos, el segundo en la tabla, y en siete al París Saint Germain, el multimillonario proyecto forjado con petrodólares y gran favorito para alzarse con el título.

Al margen de lo entretenido que está resultando el juego que despliegan los pupilos de Bielsa -el Olympique es el equipo más goleador, con 23, frente a los ocho tantos encajados en nueve partidos-, todos los titulares se los está llevando el rosarino. Su particular forma de afrontar todo tipo de situaciones no ha dejado indiferente a nadie en el país galo. Como ejemplo, la celebración que Bielsa protagonizó el pasado fin de semana desde la zona técnica después de que el Olympique remontara en el tiempo de descuento en la visita al Caen (1-2). André-Pierre Gignac, actual pichichi del campeonato francés, se fue corriendo al banquillo buscando a su técnico tras conseguir el gol de la victoria. El Loco, en un gesto sorprendente, evitó el abrazo y empujó a su jugador dentro del terreno de juego. “No entendí lo que me dijo Gignac”, explicó después en la rueda de prensa el exseleccionador de Argentina y Chile, que tras tomarse un año sabático lejos de los banquillos, parece no haber perdido esas cualidades extradeportivas que le convierten en genio y figura.

Las gradas del Velodrome ya le han compuesto varios cánticos y el merchandising presente en la ciudad de la Costa Azul se ha fijado en su rostro y en su mote del Loco para producir en serie pegatinas, banderas y todo tipo de muñecos. Pese a la buena trayectoria del club, desde que aterrizó en Marsella no ha habido semana tranquila. Cada una de sus comparecencias públicas se ha convertido en una caja de sorpresas. Cada vez son más los profesionales de los medios de comunicación que pasan por la ciudad deportiva del conjunto marsellés para seguir en directo las ruedas de prensa de Bielsa. Es lo único que pueden ver, porque el técnico argentino ha blindado los entrenamientos. Las imágenes de sus pupilos son contadas. Solo la página web del Olympique tiene carta blanca para emitir los peculiares ejercicios que aplica en cada sesión. Demasiados días a puerta cerrada que han generado críticas entre los periodistas y multitud de preguntas al respecto al responsable de la medida. También le censuran por no mirarles a la cara cuando les contesta, algo que también hacía en Bilbao. “Cuando levante la mirada del libro de francés, levantaré la vista”, aseguró al respecto el rosarino, que no termina de encajar con los traductores. En lo que lleva en Marsella ha tenido ya cuatro. La verdad es que traducir al francés sus reflexiones no tiene que resultar sencillo.

El presidente del Olympique de Marsella, Vincent Labrune, ha confiado ciegamente en Marcelo Bielsa para intentar que su club vuelva a la cima del fútbol francés. Pero la apuesta le ha salido contestona. Por ahora los resultados acompañan. El exentrenador del Athletic, que ha mandado construir un circuito similar al que utilizan los militares, puso en el centro de la diana a Labrune por no atender la lista de fichajes que le propuso. “El balance de este mercado de las transferencias es negativo. Creo que el presidente me hizo promesas que sabía que eran insostenibles. Ningún jugador llegó por mi decisión. Propuse doce opciones y ninguno se plasmó. Debimos reclutar con urgencia”, aireó ante los periodistas Bielsa, que por ahora ha sabido sacar rendimiento a su plantilla. Eso sí, tampoco hace rotaciones, por lo que en Marsella algunos ya empiezan a dudar que el equipo tenga gasolina suficiente para aguantar la presión asfixiante y la velocidad en la combinación que intenta aplicar el Loco.

un futuro incierto Con un contrato que expira en 2016, Bielsa, que vive en la ciudad deportiva del OM, dejó en el aire su continuidad en el club a final de temporada. Hace un par de semanas, en otra rueda de prensa surrealista, el míster argentino fue un tanto enigmático: “No hay planes a largo plazo. Firmé por dos años con una cláusula de rescisión de común acuerdo al final del primero. Ya tomé mi decisión y en su momento la haré pública”. Lo que parece claro es que en Marsella no se van a aburrir con él.